El Argentino
de Klaus Merz
“El pasado es un país extranjero” se lee en el epígrafe que abre esta nouvelle del suizo Klaus Merz en el que el narrador, concurrente a una reunión de ex-alumnos, le cede la voz a la nieta de “el Argentino” quien desgrana la historia de su abuelo y antiguo maestro del grupo, y cobijado en el relato de la vida de “Abuelo” como lo nombra Lena, enmarcando el sustantivo, se transforma en oyente de una narración construida con frases precisas y delicadas que focalizan las imágenes sin quitarle fluidez.
Y es en el apodo donde se centra la historia del personaje: la de un lector apasionado de relatos de aventureros, admirador de Conrad y del fundador de la escuela primaria, Johann Pestalozzi, que en 1945 abandonó la Europa en ruinas, se despidió de su amada y se embarcó rumbo a Sudamérica “para convertirse en gaucho”, pero el sonido de un bandoneón que “respiraba sobre las rodillas” de un músico en una milonga, lo capturó.
Su rápido regreso a su civilizado pueblo europeo, a la vida sedentaria de maestro y bibliotecario no modificó su mirada sobre el sentido de su vida. “Leyendo nos ponemos en camino” señala. Y si renunció a una vida heroica y riesgosa fue porque descubrió que para experimentar el mundo es necesario “narrar y dejar narrar”, que no es otra cosa que escuchar, y que convirtió en el credo pedagógico con el que enseñó a los niños a leer imágenes, rostros, mapas, fotografías, para revelarles un mundo narrado y narrable, el pertrecho con el que todo hombre, sostenía, podría enfrentar su tarea.
Pero además es un relato circular: el de un suizo que eligió ser gaucho y compadrito y regresar, como extranjero, para narrarle a su gente la experiencia de la otredad y descubrir en ella la propia, escrito por un suizo y traducido exquisitamente por una argentina, Gabriela Adamo.
Publicado en diario Perfil
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