jueves, 15 de noviembre de 2012

Diálogos platónicos


Conversaciones
de Carlos Alfieri



El periodismo cultural debería constituir un género, o mejor, debería tener un lugar dentro del espacio de los saberes, por ser el que permite -en sus mejores versiones- relacionar distintas ramas del conocimiento y sintetizarlas para su divulgación.
Es el caso de este libro, que pertenece a una de esas mejores versiones, donde el diálogo con cada uno de los entrevistados –César Aira, Ricardo Piglia, Antonio Muñoz Molina, Fernando Savater, Guillermo Cabrera Infante y Roger Chartier-, además de demostrar un sólido conocimiento de la obra de cada autor, se toma el tiempo necesario para hacerles revelar el nudo de su reflexión.
Escuchamos a Aira definirse como una especie de nerd para el cual el desajuste con lo real hace que lo perciba a través de lo que él llama “cristales conceptuales” -en una clara filiación borgeana- y cómo esta posición en la vida se expresa en su obra en el trabajo con la ironía como forma de distanciamiento y la intención manifiesta de borrar cualquier efecto que verosimilice el texto haciendo de éste puro discurso literario.
Leemos en Piglia (y acordamos) que el crítico, en lugar de escribir sobre lo que ha leído, escribe sobre su vida y sobre la manera en que las lecturas lo han transformado. El bovarismo, esa enfermedad que hace imposible distinguir la vida de la lectura, parece ser el destino del lector atento.
El escritor español A. Muñoz Molina encuentra en la diferencia entre la cocina francesa y la andaluza las dos clases de libros posibles: aquellos en que la materia prima es muy intervenida y aquellos en los que apenas fue modificado el sabor de los elementos.
El concepto de ética en contra del altruismo, Savater lo desarrolla desde la convicción de la imposibilidad de la felicidad, a partir de la conciencia de que la salvación es un imposible que nos empuja a actuar. Sólo el egoísta ilustrado, dirá, es capaz de crear humanidad a su alrededor.
Tres tristes tigres es el libro con el que Cabrera Infante inició su exilio y que porta las marcas de este migrar, a la vez que reproduce el habla coloquial de la noche habanera mediante el proceso literario y subjetivo de la memoria.
Y para terminar, la larga entrevista a Chartier permite reconstruir la ruptura que significó la perspectiva de la escuela de los Anales en la historiografía y los nuevos territorios de investigación que este autor abrió –como los modos de leer- a partir de ella.

Publicado en diario Perfil

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