domingo, 27 de noviembre de 2022

La interna entre la norma y el uso

 Entrevista a Alicia Zorrilla


 

- “La lengua, como el león, puede domarse y amaestrarse, y salta por el aro de fuego, sí, pero se niega a que no se la tome en serio” dice el epígrafe con el que se abre el libro. Cuando lo leí, me remitió directamente al lenguaje inclusivo y me preguntaba cómo lo considera usted, si un atentado a la gramática o una prerrogativa de los hablantes a “amaestrar” la lengua.

Es una distorsión de nuestra lengua con un objetivo socio-político muy claro y no creo que se pueda cambiar de la noche a la mañana una lengua por el gusto de un grupo minoritario. Tampoco es algo de ahora, desde el año 73 se viene hablando de la necesidad de visibilizar a las mujeres en el lenguaje pero no puede una “e” cambiar toda la historia de la lengua española. Ella es la que fija la conformación léxica y sintáctica y yo me pronuncio contra esa distorsión, porque es innecesaria. Para defender una causa hay que hacerlo con respeto, hablando bien, porque todos tenemos la libertad de hablar pero tenemos la obligación de hacernos entender.

- Los ejemplos del mal uso de la lengua fueron tomados de los medios de comunicación escrita, digital y audiovisual, de discursos periodísticos y publicitarios. ¿No debería ser una política de Estado regular los mensajes públicos?

Deberían revisarse más que regularse, para que salgan decorosamente bien porque los carteles en la calle tienen también una función pedagógica. A partir de ellos se puede aprender bien o mal.

- Este trabajo conjuga el humor con mucha erudición y a la vez es una verdadera herramienta de consulta. ¿La pandemia, el encierro, hicieron estragos con el lenguaje?

Creo que se liberó la palabra, el miedo, sobre todo al contagio, a esto que se desconocía, ha creado un ambiente lingüístico casi de libertinaje. Tal vez, la gente, nerviosa, se volcó a hablar sin medir qué decían, si no, es imposible que un comunicador diga “a mato groso” por “grosso modo”.

- Tenemos correctores que corrigen mal, periodistas que desconocen la lengua y una nueva clase de hablantes, los que Chartier llama wreaders, aquellos que leen para escribir y escriben para ser leídos en la inmediatez de las redes sociales, mezclando los dos registros, el oral y el escrito. ¿Qué puede llegar a sobrevivir de una lengua escrita con este uso cada vez más extendido?

Yo creo que son dos cauces diferentes. Si el hablante que escribe en las redes conoce bien la lengua, va a escribir bien en contextos de formalidad, pero se libera en las redes sociales por economía verbal. Entonces a mí no me preocupa eso, me preocuparía que trasladaran la forma de escribir en los chats a otros contextos, los estudiantes a sus tesis, por ejemplo.

- Los verbos irregulares, que hacen las delicias del lenguaje infantil, son la piedra en la que tropiezan muchos de los que abusan de gerundios e infinitivos como modo de darle más distinción a su discurso, pero también pueden aparecer neologismos muy lindos como “no te sobreembarbijes”. ¿Es la creatividad de los hablantes la que renueva la lengua?

Por supuesto, siempre que no salgan del sistema gramatical de su lengua. Ese ejemplo yo no lo considero un neologismo, pero no está mal formado, entonces, puede ser que si se difunde, llegue después a registrarse. La palabra “trucho”, por ejemplo, ya está registrada y comenzó siendo un neologismo y es un término con tanta efectividad que quedó instalado. El “re”, tan extendido, es un enfático que está bien construido, los prefijos se pueden repetir. Los argentinos somos muy nostálgicos pero muy enfáticos y algo de eso quise que quedara expresado en el título.

- Hablemos de la coma, ese problema en sí mismo. No basta con aprender las maneras de utilizarla bien, resulta que se puede elegir entre una puntuación estilística o subjetiva. ¿El uso literario de la lengua es un límite a la gramática como normativa?

El ámbito de la literatura es otro, ahí el autor manda pero está muy bien que el corrector le marque el uso correcto desde el punto de vista gramatical. Lo que no se puede tolerar es colocar una coma entre el sujeto y el predicado o entre en complemento directo y el verbo, hay que cuidar eso. Puntuar significa estar de acuerdo con la gramática y con la sintaxis. Hay que hacer un trabajo doble continuamente y saber que la puntuación subjetiva nos permite elegir entre algunas cosas.

- Si como usted dice en el libro, “la función de las Academias es recoger y estudiar las normas que les vamos dictando los hablantes”, ¿por qué tanto rechazo a las “razones extralingüísticas”, que vienen de la sociedad, como el movimiento de mujeres que presionan sobre la norma?

Las normas nacen del pueblo pero la historia de la lengua nos va acomodando. Yo he hablado con mucha gente que utiliza el inclusivo y me planteaban que no quieren tocar la gramática, que ellos saben dónde tienen que usarlo. Nuestra lengua está normada. El verbo “emprolijar”, por ejemplo, no está en el diccionario, pero si buscamos bien, veremos que hay una palabra “prolijo”, a la que se le pueden agregar prefijos y sufijos, por lo tanto, es correcta desde el punto de vista gramatical.

- ¿Qué significa que el género masculino es el término no marcado? ¿Esto ocurre en todas las lenguas?

No marcado significa que comprende a todos los seres humanos, no significa predominio del hombre, ni invisibilidad de la mujer o de cualquier diversidad sexual. Esto es determinado por la historia de la propia lengua. Hay lenguas en las que el femenino es el término no marcado, por ejemplo, el guajiro, una lengua del norte de Venezuela o el afar, de Etiopía. El genérico resuelve la cuestión de la economía del lenguaje porque si no, hay que desdoblar el sintagma y resulta engorroso, como en “cámara de diputados y diputadas.” Por otro lado, hay palabras masculinas en español que terminan en e, y ahí no podemos hacer nada, como “cacique”, que tiene su femenino, “cacica”, aunque tiene muy poco uso, quizás porque no hay cacicas mujeres. Nuestra lengua viene de muy lejos, de sociedades patriarcales donde predominaba la voz del hombre, pero distorsionar su gramática no corresponde.

Publicado en La Gaceta de Tucumán, 27/11/2022

sábado, 26 de noviembre de 2022

Un baño de gramática española

 ¡¿Por las dudas…?!


Con uno de los títulos más oportunos de los últimos tiempos, acaba de publicarse un nuevo trabajo de divulgación de la presidenta de la Academia Argentina de Letras, Alicia Zorrilla, quien ya nos había sorprendido con su prosa descontracturada en su anterior trabajo, Sueltos de lengua.

            Con un claro fin didáctico, va describiendo, uno a uno, los errores más extendidos entre los hablantes, dentro de los cuales ha aparecido una nueva categoría, a la que Roger Chartier llama wreaders, aquellos que leen para escribir y escriben para ser leídos en la inmediatez de las redes sociales, mezclando los dos registros, el oral y el escrito, cuyas consecuencias cognitivas todavía no han sido medidas, siempre según este especialista. Por lo tanto, las cosas del lenguaje se han complicado más todavía, en especial, advierte, a partir de la pandemia, abriendo una nueva línea de investigación para lingüistas inquietos.

            Registra, en cada capítulo, ejemplos del mal uso de la lengua tomados de los medios de comunicación escrita, digital y audiovisual, de discursos periodísticos y publicitarios (¡y hasta de los servicios de corrección en línea!) sin perder el sentido del humor, como en algunos ejemplos elegidos que parecen salidos de la boca de Catita. Y sobre todo, combinando erudición con didáctica, transforma el libro en una verdadera herramienta de consulta en la que muestra la forma correcta en que se debería haber escrito, explicando los fundamentos de la norma que transgrede.

            En su rol de “guardiana” de la norma lingüística, utiliza todo tipo de metáforas médicas para referirse a los ataques de los hablantes a la lengua como “epidemia de errores”, “el virus de los gerundios”, “la lengua está enferma”o “lastimada”, “una sintaxis accidentada”, “la coma, en coma”, “reflexiones que no tienen antídoto”o “una oración que sufre otros padecimientos”.

            Reconoce, en las variantes utilizadas en el uso de la coma -lo que nos tiene a todos a maltraer- los límites que la escritura literaria le pone a la gramática, y si defiende calurosamente las normas establecidas contra las razones extralingüísticas para su transgresión, afirma que “la función de las Academias es recoger y estudiar las normas que les vamos dictando los hablantes.” Una grieta por la que el lenguaje inclusivo, a pesar de su impugnación, terminará ingresando e imponiéndose.

            Afirma, junto con John Locke: “No hay un solo error que no haya tenido sus seguidores” y termina su trabajo haciendo un homenaje a los dueños de un oficio que ha sido abandonado en todas las redacciones, el de corrector. Y si su tarea no es solo limpiar el texto de errores, sino reflexionar acerca de la causa de aquellos, lo define como un acto de equilibrio intelectual entre los hablantes y las palabras.

            En el año en que se cumplen 500 años del fallecimiento del autor de la primera gramática española, Antonio de Nebrija, esta autora decidió rendirle homenaje escribiendo un libro a su altura.

Publicado en Otra parte 24/11/2022

viernes, 11 de noviembre de 2022

Entrevista a Alex Nogués

El geólogo español Alex Nogués -descubridor de un nuevo microfósil que lleva su nombre- encontró en los libros-álbum el lugar donde despertar el interés de los pequeños lectores por esta ciencia y se convirtió en escritor infantil.

Invitado al FILBITA, va a dar talleres de escritura para adultos y de creación y lectura para chicos, y de paso, hacer conocer sus dos bellísimos libros publicados por la editorial Flamboyant, Un millón de ostras y Un pelo en la sopa.

El jueves 10, a las 14 hs. y a las 18 hs. en la Alianza Francesa, dará talleres para adultos, el sábado 12, a las 11:30 hs. y a las 17:30 hs., en la Usina del Arte y el domingo 13 a las 12 hs. en el Jardín Botánico, se encontrará con sus jóvenes lectores pero antes, habló con Tiempo argentino.

    Hay dos cosas que siempre atrapan a los niños: la naturaleza y el humor absurdo y en tus libros hay mucho de ambos. ¿cómo es el proceso de elaboración de tus historias?

Varían muchísimo en cada libro. En el caso de Un pelo en la sopa, yo estaba buscando un tema que atrapara a mis hijos, que fuera una historia corta que pudiéramos explicar alrededor de una mesa y fue un ejercicio de creación literaria, de búsqueda de una idea absurda, divertida. Una vez que la encontré, la desarrollé y la fuimos probando. En realidad la escribí después de que la representáramos muchas veces en la mesa familiar como una obra de teatro, íbamos cambiando los personajes y nació de ahí. Una vez una escritora me dijo cómo podía ser que estuviera tan pulido el cuento, que con tan pocas palabras pudiera decir tanto y yo le dije que porque, antes de ser cuento fue una obra de teatro y eso me permitió darme cuenta qué era lo que necesitaba para que funcionara. Con Un millón de ostras fue bastante distinto. Yo quería rendir un homenaje a la ciencia que aprendí, haciéndola accesible a los niños y a los adultos también, ya que es una ciencia casi desconocida. Y ahí hice el ejercicio de recordar cómo lo había vivido yo, a descubrir cosas en las que nadie se fija, que en el paisaje hay montañas y rocas y descubrir que en ellas hay un lenguaje que está esperándonos. Así que son muy distintos. Cuando hago libros sobre la naturaleza tengo una motivación muy concreta, cuando hago historias más ficcionales, no sé, es muy loco, simplemente salen, como si fueran champignones en una maceta.

    ¿Qué vino primero, la geología o la literatura infantil?

Creo que las dos a la vez, ya que siempre escribí, pero la literatura infantil vino después de la carrera de geología. Ahí empecé a pensar en escribir para niños. Antes de tener hijos, con mi mujer nos gustaban mucho los libros-álbum, que son perfectamente legibles para adultos y los disfrutábamos mucho. Me gusta el medio, mezclar imágenes con textos.

    ¿Los niños son más curiosos que los adultos? ¿Todos los niños son científicos en potencia?

Sí, totalmente. Si hay algo que define a un niño es que es curioso. Y cuando pasa el tiempo y ves que va perdiendo la curiosidad, es un momento triste, cuando te das cuenta que yo no es tan niño. La educación tal como nos la planteamos, pero también las hormonas, van cortándoles las alas.


En Un pelo en la sopa me pareció encontrar a la Mafalda de Quino, tanto en el guión como en el dibujo. ¿Fue un homenaje a este personaje o a todos los que nos vimos obligados a tomar sopa durante la infancia?

Es cierto! Aquí ya es el trabajo impresionante del ilustrador, Guridi, creo que es como un guiño que él hace. Alguna vez se lo han preguntado y él ha dejado la pregunta abierta. En mi caso, leí Malfalda mucho durante mi infancia, puede ser que en mi subconciente haya quedado guardado, pero, ahora que lo dices, es muy posible, no lo descarto. Tanto en el subconciente de Guridi como en el mío.

    ¿El humor absurdo y la magia en algún punto se pueden considerar sinónimos?

Sí, en este caso sería el truco para llegar al absurdo tiene ese punto de mágico. Si lo piensas un poco, siempre hay un truco, en el absurdo hay un giro que hace que una situación normal pase a ser sorprendente, disparatada, surrealista.

    Las piedras son un museo de la historia de la Tierra y a la vez, están presentes en los juegos infantiles como la payana, el sapito o simplemente, al patearlas mientras caminamos. En Un millón de ostras, además de darle a los lectores instrucciones para convertirse en naturalistas, se cuenta una historia de aventuras, donde hay que descubrir cómo llegaron las ostras a la cima de la montaña. ¿Es la divulgación la mejor manera de acercar a los pequeños lectores a la ciencia?

Es la divulgación que me gusta hacer a mí. Pensándolo un poco, somos seres narrativos y es más fácil transmitir conceptos a través de la narración, es acompañar al lector usando herramientas de la literatura. Pienso que es la mejor manera de atrapar la atención del lector, crear una cierta emoción y creo que es un camino interesante para acercar cosas complejas.

    ¿Te dedicás actualmente a la geología?

Actualmente, no. Me he tomado un tiempo sabático en mi profesión para dedicarme a escribir y estoy en eso ahora mismo.

    ¿Henry Thoreau, en tanto naturalista y escritor, es un referente para vos?

Es una referencia importante en el sentido que he leído libros suyos y me han impactado y porque es el padre de la literatura sobre la naturaleza, un género que me interesa muchísimo. En tanto precursor, sí, pero su escritura hoy me resulta un poco obtusa, me gustan los escritores más fluidos o que usan el humor, como Dave Goulson, el autor de A sting in a Tale, un escritor inglés que tiene la capacidad de hacerte reir mientras aprendes y es uno de mis referentes actuales.

    ¿Qué es una Alexina papyracea?

Es un microfósil foraminífero que encontré cuando estaba haciendo el doctorado en paleontología, y enseguida me di cuenta que no era conocido. Son organismos unicelulares que cuando se fosilizan llegan a tener el tamaño de una moneda. Y en la Facultad, en broma, le llamaban Alexina. Luego pasó el tiempo, yo me dediqué a la hidrogeología, las aguas subterráneas, y cuando me puse a buscar información para hacer Un millón de ostras, encontré que lo habían nombrado oficialmente Alexina papyracea por mi nombre y porque es delgado como el papel y eso me pareció genial, un homenaje doble, a mi profesión y a los libros.

Publicado en Tiempo argentino, 10/11/22

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Entrevista a Sylvie Neeman

Invitada al 12º Festival de Literatura Infantil de Buenos Aires, FILBITA, conversamos con la escritora suiza Sylvie Neeman, quien participará de un taller de escritura, el viernes 11 a las 19:15 hs. en la Alianza Francesa, y de un encuentro con sus lectores, con los que leerá ¡Ya vienen! el título publicado por la editorial Limonero, el domingo 13, a las 17:30 hs., en la Usina del Arte.

Junto con El mar es redondo y Algo grande, de la editorial chilena Amanuta, conforman los tres títulos publicados hasta hoy en nuestro idioma, con los que aborda temas profundos con gran sensibilidad y delicadeza.



¿Cómo es el proceso de elaboración de sus relatos, de dónde surgen las historias?

Mis historias vienen de lo que experimento, escucho, veo o imagino. Pueden venir de algún instante de mi vida, de un programa de radio o esperando en la terraza de un café donde capto un diálogos o gestos, de una discusión con mis nietas. Son siempre pequeñas cosas las que están en el origen de esas historias.

En ¡Ya vienen! aparecen, creo que por primera vez en la literatura infantil, las inseguridades de un adulto, que además es la maestra. ¿Los miedos de los adultos son muy diferentes a los miedos infantiles?

Algunos se parecen mucho, el miedo a lo desconocido, sobre todo. Por suerte, todavía el niño está protegido de sus grandes miedos por los adultos y es muy importante que no se haga pesar sobre ellos las angustias de los adultos. Otro de mis libros, Le petit bonhomme et le monde, que no está traducido al español, habla de esta burbuja que desearíamos construir alrededor de los niños, pero que es imposible. Tampoco es deseable protegerlos de la vida misma, con todas sus dificultades, pero también con sus momentos de felicidad. Con respecto a ¡Ya vienen!, yo quería contarles a los pequeños las inseguridades de los grandes frente a una nueva situación; encontraba que estaba a su alcance o mejor, que podía divertirlos desdramatizar una situación que es incómoda para muchos de ellos. Se dramatiza, paradojalmente, dramatizando, teatralizando, sobre todo, gracias a los maravillosos dibujos de Albertine. Y después está el tema de la empatía, un sentimiento, una actitud que jamás será suficientemente valorizada.

Recuerdo que, acá en Argentina, este libro salió publicado poco antes de la pandemia. Unos meses después, los niños estaban encerrados en sus casas junto a sus padres, sin poder ir a la escuela. ¿Cómo cree que impactó este encierro en los pequeños lectores?

Creo que los psicólogos pueden responder mejor que yo a esta cuestión. Pienso que si los niños pudieron disfrutar de una familia amorosa y no invadida por la inquietud, una familia que haya podido reinventar lo cotidiano para ellos, puede haber sido una experiencia enriquecedora. Pero sabemos que la situación fue muy difícil, que generó tensiones y hasta violencia en el seno del hogar. Con el alejamiento de la escuela y la imposibilidad de “tomar aire”, pudo llegar a ser dramático.

Los ogros, las brujas, los fantasmas siguen muy presentes en el imaginario de la humanidad y los cuentos maravillosos son una forma de conjurar los miedos. ¿Qué piensa de la corriente actual de corrección política que reescribe los cuentos de hadas en clave feminista?

En realidad, estos cuentos no han dejado de ser reescritos o contados nuevamente. A través de los siglos han variado, fueron edulcorados, se han omitido finales porque eran muy horribles, por lo tanto, está dentro de su naturaleza ser modificados. Dicho esto, yo detesto la idea de lo bienpensante y de la censura. Creo que los cuentos maravillosos deben permanecer ya que son relatos de formación, deben continuar siendo contados en la versión de Grimm o de Perrault, e inventar, por otro lado, nuevas historias más gratificantes para las mujeres. Y también jugar a dar vuelta la tradición con lobos amables y chanchitos crueles. Pero para que la desviación exista y podamos reírnos, es necesario conocer la historia en la que se inspira. Entonces es necesario seguir contando los cuentos tradicionales, cualquiera sea la tradición. La suya seguramente no es la misma que la mía y es esto lo que enriquece las historias que transmitimos de generación en generación. Y además, lo que importa es cambiar la sociedad, no? Que cada uno, cada una tenga su lugar y se sienta a gusto.

Sus tres títulos publicados en español: El mar es redondo, Algo grande y ¡Ya vienen! abordan cuestiones que están por fuera de las demandas pedagógicas. ¿Es algo deliberado, es una posición estética?

No, yo cuento solamente lo que tengo ganas de contar, no es una posición, es un deseo. Y mi deseo no es tener una posición didáctica o pedagógica. Mi deseo es hablarles a los niños, hacerles propuestas, señalarles caminos posibles; mi certeza es que ellos tienen la capacidad de comprender, cada uno a su manera, según su edad, las pequeñas y grandes cuestiones de la vida. Es una suerte de apuesta por la inteligencia de los niños, por su sensibilidad y su curiosidad.

¿En su caso, qué diferencias hay entre escribir para adultos y escribir para el público infantil?

Hay, por supuesto, una diferencia, pero en mi caso es instintiva. Yo no trato de simplificar cuando escribo para niños. Si hay un término o una palabra difícil, tanto mejor! No es necesario comprender todo. Está bueno crecer y entender más o de otra manera. Yo diría que mi principal preocupación es que algún niño se sienta excluido por uno de mis libros. Eso significaría que ese libro presenta un mundo demasiado perfecto, una familia ideal, un éxito genial. Yo no quiero eso cuando escribo. Otra cosa importante para mí, en la escritura, es un cierto ritmo en las frases, una cierta musicalidad. Los álbumes son leídos en voz alta la mayor parte del tiempo y eso, la escritura, lo debe tener en cuenta.

Publicado en Tiempo argentino, 9/11/2022