domingo, 24 de marzo de 2024

Radiografía de los lectores independientes en Argentina

 

El martes último, se presentaron, en el Centro Cultural de España, los resultados de una encuesta sobre los lectores que año a año visitan la Feria de Editores (FED), ese evento que nació en el 2013, en FM La Tribu, gracias a la “prepotencia de trabajo” de un pequeño grupo de gente empeñada en aunar voluntades detrás de la edición independiente. Con los años fue creciendo a la par de estas mismas editoriales que se convirtieron en uno de los espacios de mayor vitalidad cultural, no sólo en Buenos Aires, sino en todas las provincias, donde viene creciendo el mismo fenómeno: pequeñas y medianas editoriales con lo mejor de la producción regional y ferias del libro en casi todo el país.

Pero, volviendo a la FED, diez años después, 22.000 personas la recorrieron durante cuatro días, en el Complejo Art Media, y hoy podemos conocer los resultados de un estudio hecho sobre 367 encuestas a los asistentes: la quinta edición de la Encuesta al Público, realizada por el Centro de Estudios y Políticas del Libro de la UNSAM a pedido de los organizadores de la Feria.

Los resultados, bastante sorprendentes en algunos aspectos, hablan de un espacio que posibilita el encuentro entre lectores conocedores del catálogo de sus editoriales preferidas con los propios editores, lo que afianza un vínculo que se fortalece año tras año, imposible de lograr con los grandes sellos. Entre las más nombradas en las preferencias del público están Caja Negra (con su perfil anarco-futurista), Godot (cuyo director, Víctor Malumián, es el factótum de este evento) y Eterna Cadencia (cuya librería resulta un faro para la movida cultural, con sus charlas, presentaciones y cursos en sus coquetas instalaciones palermitanas). Le siguen de cerca Chai (con un catálogo exquisito que se impuso en las preferencias del público, al igual que Fiordo), Mansalva, Entropía, Blatt & Ríos, Siglo XXI y Anagrama.

            El descubrimiento de autores nuevos o raros, la confianza en la seriedad de los proyectos y la valoración del arte de tapa (y por lo tanto, del objeto libro) son algunos de los motivos que esgrimen los encuestados en la elección de estos sellos.

            Entre los autores más nombrados, la mayoría son autoras y argentinas: Mariana Enríquez, Samanta Schweblin y Camila Sosa Villada lideran el ranking y tanto unos como otras, contemporáneos.

            Si en décadas anteriores, los periódicos y sus suplementos culturales, junto con las revistas literarias, marcaban el pulso de lo que había que leer (y los debates podían tener la virulencia de las disputas políticas) hoy no tienen, según esta encuesta, prácticamente incidencia en estos lectores. Son las redes sociales, podcast (casi la mitad de los encuestados dice escucharlos), influencers (¡horror!) y todo el aparato de difusión digital el que marca el rumbo. Pero el boca a boca (sobre todo, del librero de confianza) sigue teniendo una importancia central en la elección de un nuevo libro.

            En cuanto al público de la FED, la mitad de los encuestados la visitaba por primera vez. Si bien cuenta con un público habitué, esto habla de un crecimiento sostenido y de una proyección más que prometedora, en un contexto de mucha oferta, en la ciudad de Buenos Aires y alrededores, de ferias del libro de la más variada temática.

            Pero el dato interesante es que un tercio de los encuestados afirman haber ido a la FED a comprar, por lo que este espacio, además de haberse convertido en un lugar de socialización muy activo dentro del campo editorial, aunque no el único, se perfila como un foco de actividad comercial importante.

            En cuanto a la composición demográfica del público, el informe nos dice que el 58% son mujeres (nada diferente a lo que ocurría en siglos anteriores) y el mayor porcentaje pertenece a los sub-45. La mayoría proviene de CABA, 62% y un 13% del gran Buenos Aires.

            Son los sectores medios los que nutren este espacio, aquellos para los que la educación y la cultura son una prioridad, de hecho, el 95% tiene estudios superiores. La mitad dice trabajar en relación de dependencia y alquila su vivienda, mientras que el 37% tiene vivienda propia y (atención a este dato) el 77% no tiene hijos, uno de los mayores impedimentos a la hora de la lectura.

            Los datos de consumo cultural muestran un universo muy diferente al de la Feria del Libro, más parecido a la sociedad en general, en cuanto a hábitos de lectura y cantidad de libros leídos en el año, cuya media, en la FED, es de 10 a 20 libros. Veremos, si este año, tanto entusiasmo por la lectura logra resistir a los planes estatales de ajuste.

Publicado en diario Perfil, 23/3/24

domingo, 17 de marzo de 2024

Blanca y radiante

La Niña de Oro

            Debajo de la superficie de las cosas ningún hombre puede acceder a su verdadera naturaleza, nos dice Chesterton desde el epígrafe con el que se abre esta novela policial, contradiciendo la máxima aceptada por muchos de que la solución más simple es la que más se acerca a la verdad. Y serán estas dos posiciones, la primera, asumida por la protagonista, la secretaria de la Fiscalía, y la segunda, por el subinspector de la policía, las que confrontarán a lo largo de la novela.

            El asesinato de un ignoto profesor de biología con algunas cosas que ocultar, cometido a finales del siglo pasado, abre el abanico de unas posibilidades tan descabelladas como siniestras y de unos personajes salidos del mejor grotesco argentino: un taxi boy albino (Copito, el centro alrededor del cual gira todo el drama), un adolescente regordete con un corte de pelo que atrasa varios siglos, una prostituta enana y hasta un brujo africano y sus secuaces, conforman una galería de monstruos circenses que, el trío de malabaristas deslumbrantes con los que se encuentra la protagonista todas las veces, lo refuerza.

            Un juego inventado por ella y su padre durante su infancia, el del hallazgo de dos o tres coincidencias sobre un mismo tema, las “duquesas” y “tricotas”, guían, como miguitas desperdigadas a lo largo del relato, la lectura de una investigación que se bifurca porque, ya entendimos, nada es lo que parece. Y si uno de los fundamentos del arte para Borges, el azar, los ecos y resonancias, dominan este relato, es en la literatura como juego y disparate donde podemos encontrar a César Aira, cuando una noticia policial desopilante ocurrida en Coronel Pringles y reproducida por Crónica TV, demuestra que el grotesco es nuestra marca en el orillo.

            Como buen “renacentista depravado” como define Alan Pauls a este autor, exhibe una gran capacidad para el cambio de registro, pasando del lunfardo a las citas clásicas y juega con ese borde donde los chistes se tocan con la incorrección, cuando el habla de los años 90 la invisibilizaba, y utiliza una cantidad de giros propios (“le dieron para que tenga”) que, suponemos, haría de la traducción de este texto una misión imposible.

            Como Borges, construye todo un sistema de nominación que, en su caso, resulta su reverso: los Carrucci, Bertolotto, Milpena y Paniagua pueblan (nunca mejor dicho) el relato, contra la figura del padre de la protagonista, Francisco Rey, un caballero refinado y sensible que forma, junto con su hija, una pareja literaria entrañable.

            Toda clase de libros circulan por este texto: libros raros, ediciones antiguas, policiales del Séptimo Círculo pero, contra la idea del “policial erudito”, es la realidad política la que sostiene su intrincada trama. El nombre del joven albino, “Copito”, los siete cuadernos Gloria encontrados en la casa del profesor asesinado y los huesos diseminados por la ciudad nos hablan de una historia de intento de magnicidio e impunidad, de corrupción y violencia estatal, del que nuestro país es una fuente inagotable.

Publicado en diario Perfil, 17/3/2024

           

domingo, 3 de marzo de 2024

Vuelta encontrada y la entrevista a Juan Bautista Duizeide

Leemos en los datos biográficos del autor que después de egresar del Liceo Naval, y como piloto de ultramar, navegó por los océanos Atlántico y Pacífico, los mares Báltico y del Norte y que estuvo a punto de naufragar cerca de las costas de Tierra del Fuego.

Su formación como marino marcó su vida (y su supervivencia) y más tarde su obra narrativa, en la que se destacó, como en esta novela, en aquellos relatos de oficios donde se describen morosa y amorosamente los pequeños y grandes trabajos que se ejecutan con mucha precisión y a lo largo de una vida, el saber sobre ellos, sus herramientas y objetos, algunos de una belleza perfecta, junto con el uso de un léxico específico.

Compiló varias antologías dedicadas a los relatos de mar y como periodista cultural, publicó trabajos críticos sobre la obra de Haroldo Conti, entre otros.

A propósito de la publicación de su última novela, Vuelta encontrada, por la editorial Leteo, conversó con La gaceta literaria sobre sus dos grandes pasiones: el mar y sus personajes entrañables.

 

- En los comienzos de la novela, el protagonista, el capitán Gonzaga, es apresado luego del naufragio de su barco, en las costas de Mar del Plata, en el año 1976. ¿Qué relación tuvo la marina mercante con la dictadura?

Ahora que repaso lo sucedido con el capitán, noto que tal vez pueda funcionar como una metáfora de lo que sucedió con la marina mercante argentina. En rigor, no fue víctima de la política económica de la dictadura, ya que muchos militares tenían negociados en torno a la industria naval y la propia marina mercante. Además, la política vaciadora comenzó en verdad un poco antes, fue un diseño de Ricardo Zinn, funcionario del ministerio de economía de Isabel Perón. Las políticas que él diseñó fueron coronadas por el menemismo y, en lo fundamental, continúan intocadas por los gobiernos democráticos en cuatro décadas. La Argentina perdió a causa de ellas una flota de ultramar que disponía de poco más de ciento cincuenta buques de carga que cubrían todas las rutas del mundo. Perdió su industria naval, perdió el control de sus puertos y perdió miles de puestos de trabajo. El saldo es catastrófico.

 

- ¿En quién te inspiraste para componer a este personaje, un viejo lobo de mar que a la vez es un héroe trágico, ultrarreflexivo? De él se dice que “no observa, sino que contempla”.

A mí me parece que tiene mucho de algunos capitanes con los que navegué, así como de mis capitanes favoritos de la literatura, también de algunos personajes del cine y la historieta. Algo debe tener del capitán Ahab, de Moby Dick, y del obcecado capitán Mc Whirr de Tifón, mi novela favorita de Conrad. También de Maqroll el Gaviero, protagonista de una saga de novelas de Álvaro Mutis; y del Corto Maltés. Algo de la mirada del capitán Jack Aubrey interpretado por Russell Crowe en la película Master and commander, de Peter Weir. Y por supuesto, de esos marinos casi filósofos de los cuentos de Hugo Foguet, a cuya memoria el libro está dedicado, junto a su compañera, la querida poeta Inés Araoz. Estoy convencidísimo de que en tal sentido Vuelta encontrada es autobiográfico: por la negativa. Aunque tampoco Gonzaga se realiza: es un romántico.

 

- Existe una larga tradición universal de literatura de marinos, ¿te considerás un escritor en esa línea, “atado al mástil de la lapicera”?

Sí y no. Me dediqué a navegar profesionalmente porque había leído ciertos libros; por navegar profesionalmente empecé a leer de otra manera esos mismos libros; y por navegar, supongo, escribo de ciertas maneras, merodeo ciertos asuntos, me intereso por algunos temas y no por otros. He escrito acerca de las representaciones del mar en la cultura argentina, y las he comparado con las de la cultura anglosajona, además. Pero la mayoría de las lecturas que me han interesado y me interesan no tienen que ver con el mar. Por ejemplo, fue para mí fundamental para este libro Matsuo Basho. Más allá de que se pueda leer como novela, su forma es la del haibun: combinación de prosas líricas narrativas referidas a viajes, más haikus.

 

-Yo inscribiría esta novela dentro del subgénero de los relatos de oficios. ¿Vos cómo la definirías?

            A mí me interesan los trabajos en la ficción tanto como los trabajos de la ficción. Su vocabulario, sus gestos, sus climas suelen andar por lo que escribo, así como las reflexiones o las preguntas relativas al lenguaje. Yo, a diferencia de un escritor como Haroldo Conti, que se interesaba en todos estos oficios terrestres sin perder a la vez su carácter de escritor religioso, me siento más vale con una inclinación mística: la búsqueda, las preguntas, no —por desgracia— las respuestas, el hallazgo, la fe.

 

- El oficio de marino, que uno podría pensar, es pura acción, pura experiencia, genera en estos personajes una cantidad de preguntas del orden la metafísica. ¿Esto fue una necesidad de la propia novela?

Quizás no llegue a darse cuenta la mayoría de los navegantes que, sin embargo, navegar es en buena parte lenguaje. En cualquier escuela profesional de navegación, el aprendizaje de nomenclatura marinera es una materia que puede abarcar todo el primer ciclo lectivo. Y ni siquiera ahí termina el aprendizaje: hay que aprender el lenguaje de las cartas náuticas, de las cartas meteorológicas, lenguaje legal y comercial, inglés técnico marítimo, etc. El uso de esos lenguajes puede hacer que alguien se interrogue acerca de los lenguajes en general, que reflexione acerca de sus posibilidades y de sus imposibilidades. Fue mi caso. Y esa reflexión, sumada a entornos que fácilmente suscitan estados de conciencia inhabituales, extremos, sumada también a situaciones de peligro en los que la fragilidad humana pasa a primerísimo plano, pueden llevar a meditar acerca del ser, de la trascendencia, de las razones o sinrazones de nuestra estadía fugaz en este planeta llamado Tierra, aunque debiera llamarse agua.

 

- ¿Cuál es la vuelta encontrada del título, representada en la tapa por el símbolo del infinito?

La expresión “vuelta encontrada” tiene en el registro náutico un significado preciso: designa la circunstancia en la que dos embarcaciones próximas entre sí navegan a rumbos opuestos. Entraña cierto peligro. Valga entonces como metáfora. Pero me gusta además su musicalidad. Y recuerda incluso el título de un libro de Juan José Saer, La vuelta completa. Aludir a él es para mí aludir a una manera de operar con la escritura: un trabajo de la prosa cada vez más cercano a la poesía, sin abandonar completamente la narratividad. Vuelta encontrada intenta designar también ese loop de la memoria que es el libro para mí, una larga introspección del protagonista en su agonía, recordando hacia atrás, hacia el mito, hacia el silencio o hacia las palabras dadas vuelta sobre sí mismas. El protagonista viaja por su memoria como yo viajo por mi memoria escritural.

Publicado en La gaceta literaria, 3/3/24