domingo, 10 de julio de 2022

El maridaje perfecto: cine y diseño gráfico

 Afiches de películas

 

            Una buena noticia para los amantes del cine es la publicación de este libro que, como una de esas hermosas ediciones de libros de arte, reúne algunos de los mejores afiches de películas, para mostrarnos todo lo que el cine le debe al diseño gráfico. Una dupla que estuvo presente desde los comienzos del séptimo arte, en los carteles inspirados en la estética de Toulouse-Lautrec anunciando las películas de los hermanos Lumière y que en la actualidad se potencia en los productos de la industria audiovisual.

            Pero los afiches tienen su propia historia del arte y sus grandes autores, como Saul Bass, el creador de los afiches, entre otros, de las películas de Hitchcock que, con un tratamiento formal sintético basado en el uso de figuras geométricas, logró plasmar el tono justo de una de las filmografías más personales de todas, como se puede ver en el afiche de Vértigo, con el contorno de los personajes cayendo por un remolino de círculos concéntricos.

            Desde las experimentaciones del expresionismo alemán, el constructivismo y la abstracción geométrica, la cartelería se convirtió en la caja de resonancia de este jovencísimo arte cuyo potencial comunicativo fue rápidamente cooptado por los líderes políticos a los dos lados de la frontera ideológica. Y con el tiempo, uno de sus más famosos productos, el afiche de Metrópolis de Frtiz Lang (del alemán Heinz Schulz-Neudamm) se convirtió en una pieza de lujo valuada en un millón de dólares.

            Los 80 fueron los años del auge del cine de entretenimiento y el diseñador Drew Struzan, el encargado de potenciarlo en las geniales aerografías con las que creó los pósters de Volver al futuro, de la saga de Rambo y Blade Runner, entre otros. Un trabajo artesanal que queda reflejado en las excelentes fisonomías y escenas icónicas, en el que los cuerpos pueden devenir extensiones del arma o, en su versión futurista, cyborgs al servicio tanto del bien como del mal.

            La guerra, los terrores ancestrales, el peligro extraterrestre, el mal en todas sus formas, dejaron su marca en el imaginario de varias generaciones de espectadores y sus imágenes publicitarias llegaron a decorar las habitaciones de varios adolescentes.

            Para quienes conocimos el cine en las salas de exhibición, el póster que acompañaba la película formaba parte del placer de ir adentrándose en ese espectáculo “más grande que la vida” y aunque hoy los espectadores se mudaron a las plataformas de streaming, continúa siendo una pieza gráfica insustituible. 

Publicado en La gaceta de Tucumán, 10/7/2022

Signos de civilización

 

En una feliz coincidencia, acaban de aparecer en nuestras librerías dos libros escritos por especialistas en la lengua: Cómo la puntuación cambió la historia, del académico noruego Bård Michalsen, publicado por la editorial Godot y las cartas prologales de Aldo Manucio (el primer editor moderno nacido con la imprenta), De re impressoria, seleccionadas por Ana Mosqueda y publicadas por la exquisita editorial Ampersand, en su colección sobre historia social de la cultura escrita. Ambos, elegantemente escritos, nos muestran los momentos históricos en que se produjeron los cambios en la escritura que hicieron de la humanidad los seres pensantes que hoy somos.

Cómo la puntuación cambió la historia nos cuenta, en forma muy amena, la historia de estos signos que sólo pudieron aparecer en momentos de alto desarrollo intelectual como el siglo III a C. con la fundación de la Biblioteca de Alejandría, el siglo VIII, con el Renacimiento Carolingio y el siglo XV con el Renacimiento italiano.

Conjugando filología, gramática y análisis del discurso, su autor describe los cambios en esa tecnología que apareció por primera vez en el año 3.500 a.C. en la Mesopotamia, en China y en Egipto, la escritura, como consecuencia de la necesidad de registrar los movimientos del incipiente comercio, hasta lo que hoy conocemos como textismo, el lenguaje escritohablado por millones de usuarios en las redes sociales que, en algún punto, reproducen la oralidad en la escritura, tal como la pensaban en la Antigüedad clásica y que en el chat reproduce formas prealfabéticas, como los ideogramas de la escritura semítica. 

Pero en algún momento, relata, se impuso la necesidad de distinguir ambas formas de expresión y fue en Alejandría, la capital intelectual de la Antigüedad, donde se desarrolló el primer sistema de puntuación, gracias al bibliotecario y tutor de los hijos de la élite, el erudito Aristófanes. El fue quien puso el primer punto en un texto escrito e introdujo la coma, dándole mayor precisión al lenguaje, dotándolo de ritmo y una entonación que permitió, poco a poco, la lectura silenciosa y, por lo tanto, una relación mucho más personal del lector con el texto.

Esto, que fue consecuencia de un largo proceso, terminó con la scriptio continua, la forma en que se copiaban los rollos y manuscritos, enteramente en mayúsculas, sin separaciones, a los que sólo podía acceder alguien que tuviera la capacidad de leerlos en voz alta, fijando, para todos, el sentido del texto.

Cinco siglos más tarde, en la corte del emperador Carlomagno (un gran lector de textos en griego y latín, pero que estaba incapacitado de escribir una oración completa), el monje y pedagogo Alcuino emprendió una “cruzada” cultural de alfabetización masiva, encargando cantidad de copias de textos clásicos en los scriptoria y creando las minúsculas carolingias que permitieron la inclusión de los signos de puntuación, como el de interrogación, una de sus grandes innovaciones.

Es que los signos de puntuación, subraya el autor del libro, son la respiración del idioma: marcan el pulso de cada lengua, dan coherencia al texto, desambiguan el sentido y transmiten los sentimientos de quien lo escribe.

 

Aldo Manucio, el primer editor moderno

Y fue con la revolución que produjo la imprenta, a mitad del siglo XV, con la que se impuso la necesidad de estandarizar la puntuación. Y el momento para la aparición del oficio de editor como lo conocemos hoy, junto a Aldo Manucio, un verdadero hombre del Renacimiento, traductor, pedagogo y tipógrafo, que potenció los alcances del invento de Gutenberg y lo convirtió en un proyecto editorial con el que llegó a publicar ciento treinta títulos.

La primera coma impresa salió de su taller y entre sus muchas innovaciones, incluyó el punto y coma, que unía y separaba dos ideas vinculadas. De su proyecto editorial da cuenta De re impressoria, el trabajo donde se traducen por primera vez algunos de los prólogos de los textos que este prolífico humanista recuperó, tradujo, reconstruyó y editó a lo largo de veinticinco años.

Sus cartas prologales son, para la autora de este trabajo, un verdadero campo de batalla filológico en el que Aldo Manucio explicita su proyecto editorial, publicita sus productos, construye su lugar como el mejor editor de su época, se pelea con la competencia en un mercado que estaba en ciernes, ruega a los poderosos por ayuda económica y dialoga con los lectores estableciendo un pacto de lectura, un concepto absolutamente moderno que él parece encarnar y que incluye al lector a la hora de interpretar los textos. Un cambio revolucionario que había comenzado con la publicación en alemán de la Biblia de Lutero por Gutenberg, que terminaba con el monopolio de la lectura canonizada por la Iglesia católica.

Formado, desde muy joven, en las primeras imprentas (donde llegó a conocer a Gutenberg) se propuso llevar adelante un proyecto cultural, comercial e industrial que aprovechó los recursos que los profesores de griego exiliados en Italia por la caída de Constantinopla le dieron a la generación de humanistas, de la que él fue uno de los principales protagonistas.

Aristóteles, Hesíodo, Virgilio, Horacio, Juvenal, Catulo, Tucídides, Sófocles, Homero, Esopo, Eurípides, Píndaro, Platón, Julio César, Cicerón, Lucrecio y los principales gramáticos griegos de su época forman su fondo editorial pensado en función de la educación de sus lectores en la cultura clásica que el Renacimiento puso en foco. Muchas de estas ediciones fueron bilingües con ese mismo propósito.

Pero recuperar textos clásicos no era lo único que le importaba. Aldo Manucio entendió, quizás, antes que nadie, que los libros debían ser disfrutados y para eso introdujo una serie de innovaciones que los convirtieron en lo que hoy son.

Creó caracteres más elegantes y amables para la lectura, como la cursiva. Tuvo especial cuidado en corregir la ortografía y la puntuación, con el fin de ofrecer un producto de calidad. Recordemos que los manuscritos eran copiados a mano a lo largo de los siglos en los que el latín fue desvirtuándose hasta convertirse en las lenguas romances, por lo que el idioma en el que los copiaban no estaba estabilizado. Insertó el índice y el número de página para hacer más clara la lectura. Y para comodidad de los lectores no eruditos (un nuevo nicho que tuvo la perspicacia de descubrir) inventó el libro de bolsillo, con un formato que permitía trasladarlo, cómodamente, a cualquier lugar.

Una nueva escena de lectura aparecía con lectores ávidos de entretenimiento, de información accesible y de una educación refinada.

En Comentarios a la guerra de las Galias de Julio César, incluyó mapas a color, referencias de los lugares citados y explicaciones históricas para mayor conocimiento de los estudiantes.

En sus cartas prologales Aldo Manucio construye para sí la figura del héroe, salvador de la cultura clásica y se compara con Hércules, Sísifo o Pisístrato, quien reunió y ordenó los fragmentos de la Ilíada y la Odisea. Pero además, era un trabajador incansable y obsesivo que se sentía propietario de los textos que publicaba por haberlos encontrado, mejorado, por haber estudiado a fondo a sus autores y, sobre todo, por haber cotejado todas las versiones existentes. Un trabajo con el que se ganó un lugar de autoridad, cuyo sello editor tuvo como programa recuperar la cultura griega, dotando a sus lectores de los instrumentos para su aprendizaje como diccionarios, gramáticas (una de las cuales es de su autoría) y textos de filosofía y literatura.

Hijo de su época, con una nobleza culta que atesoraba en sus bibliotecas muchos manuscritos, tuvo a su disposición grandes mecenas que enviaban a los profesores venidos del Este que dominaban el latín, el griego y el hebreo (estos últimos dos idiomas se habían vuelto casi desconocidos en Occidente) a buscar manuscritos por Europa y a grandes traductores, entre los cuales estuvo Erasmo de Roterdam.

Aldo Manucio era consciente de que estaba creando lo que hoy llamamos un mercado editorial y de que había público para el consumo de textos eruditos, por lo que se dedicó a conquistarlo. Y en el camino, nos dejó uno de los impresos más hermosos del Renacimiento, el Sueño de Polífilo de Francesco Colonna. Una verdadera obra maestra del arte de la edición, con xilografías y grabados en madera, que tuvo mucho éxito en los siglos siguientes, donde se lo tradujo a varias lenguas. Junto con el libro de bolsillo, uno de sus más bellos legados.

 

Entrevista a Bård Michalsen

 

-  ¿En esta Babel que era el Mediterráneo en la Antigüedad, no fue la traducción lo que impulsó el desarrollo de la puntuación?

Lo que promovió el desarrollo de los signos de puntuación creo yo, fue la necesidad de tener una manera de comunicarse de una forma efectiva y precisa y por supuesto, mientras más textos tuviesen que ser traducidos, más importante resultó la puntuación.


-  ¿Considerás que sólo los pueblos económicamente prósperos son los que han producido cambios significativos en el lenguaje?

En cuanto al desarrollo de la puntuación, hace unos 1000 o 2000 años, los intelectuales (que formaban parte de la clase dominante) fueron jugadores muy importantes, pero, en cuanto la lengua en general, el lenguaje de la calle se desarrolla antes y de forma más rápida y eficaz.


-  ¿Qué pasa con la resistencia lingüística de los pueblos dominados en la evolución de una lengua?

Muchos creen que “todo solía ser mejor, incluso el lenguaje”. Pero es obvio que el lenguaje es un organismo vivo, siempre desarrollándose, y con ustedes (?) es más activo. La sociedad cambia y el lenguaje también.


-  Para Occidente, el modelo supremo de civilización parecían ser los griegos (que, paradójicamente, no utilizaron signos de puntuación) y, a pesar de haber sido conquistados, su idioma perduró a través de los siglos en la mayoría de las lenguas occidentales. ¿A qué se debió esto?

Realmente, no estoy seguro. Lo que podría ser parte de la respuesta es que las naciones occidentales siempre han admirado la antigua sociedad griega, sus desarrollos en todas las áreas del pensamiento, incluido su lenguaje.


-  ¿Cuál fue la causa de la inclusión de las vocales en el alfabeto griego? (que luego fue tan importante para el desarrollo del pensamiento abstracto).

La verdad es que no creo saber lo suficiente como para responderte.


-  Según la lingüística, los signos de puntuación son mucho más que pausas o ritmo y entonación. Son fonemas, por lo tanto, permiten distinguir significados. En función de esto ¿cuál de los dos criterios para su uso -el gramatical o el retórico- es el más adecuado para vos?

Lo que yo creo: los dos. Necesitamos las reglas gramaticales, pero deberíamos usar sabiamente esas reglas, sin descuidar la sonoridad del lenguaje. Como Picasso debió haber dicho: “Aprendé las reglas como un profesional, así podés romperlas como un artista”.


-  Como bien describís en un capítulo, el chat está más cerca de la oralidad que de la escritura. Incluso hay diálogos enteros que prescinden de texto y utilizan imágenes como emojis, stickers o memes, pero también se generan muchos malentendidos. ¿Este ideal de la comunicación transparente que se planteaban los impulsores de los signos de puntuación es posible?

Lo que es cierto, es que el lenguaje, incluso el escrito, es un organismo vivo, siempre cambiando. Con los emojis, lo que vemos es que son signos muy populares en las redes sociales y en los canales de chat (como whatsapp). Un tipo de estilo escritohablado se ha desarrollado: el textismo. Pero, a pesar de su éxito actual, yo creo que los emojis no jugarán un rol vital en un futuro en la escritura profesional como los diarios, la academia, las escuelas o las empresas.


-  Hace muchos años, la ciencia ficción imaginó un futuro donde los humanos se comunicarían por telepatía, por lo tanto, sin necesidad de lenguaje oral ni escrito. ¿Podríamos considerar esto un avance o un retroceso para la civilización?

¡Ja ja! Personalmente, creo que eso resulta un poco aterrador.

Publicado en La Capital de Rosario, 10/7/2022

 

domingo, 3 de julio de 2022

Haroldo Conti, periodista

Este libro es el resultado de un trabajo de investigación llevado adelante por Ediciones Bonaerenses, un sello creado por el gobierno de la provincia de Buenos Aires durante el fatídico año 2020, con un doble propósito: hacerle lugar a nuevas voces y rescatar textos olvidados o inéditos de autores imprescindibles de nuestro campo cultural.

Así es como acaba de publicar En prensa. 1955-1976, de Haroldo Conti, un volumen que compila sus colaboraciones en la prensa escrita, algunas entrevistas que dio e intervenciones sobre política cultural que dan cuenta de una obra en la que literatura e ideología confluyen sin perder, ninguna de las dos, su especificidad.

El trabajo trasciende el mero homenaje (que muchas veces sirve para cristalizar una figura) y recupera su producción periodística, una operación crítica muy necesaria que enriquece la lectura de una obra narrativa que, a pesar del reconocimiento que logró, no ha sido lo suficientemente valorada.

El prólogo está a cargo de un especialista en la obra de Conti, Juan Bautista Duizeide, casi un “personaje” del universo contiano (vive en una isla del Tigre, es piloto de la marina mercante, escritor y periodista cultural) con quien conversamos sobre este escritor fundamental de nuestra literatura.

 

¿Cómo fue el trabajo de investigación para la edición del libro?

El trabajo de investigación estuvo a cargo de un equipo de la editorial, formado por Guillermo Korn -que lo dirigió-, Agustín Arzac y Oliverio Coelho. De entrada, tenía como objetivo buscar más allá de lo conocido y ya publicado en libro, rastreando más allá de las fuentes habituales: la revista Crisis, la revista Nuevo Hombre, el Informe sobre Trelew del grupo Barrilete de Roberto Santoro. Así se logró un corpus más completo y amplio del Conti periodista, aunque es posible por la misma forma dispersa de su inserción en el oficio que otros textos hayan quedado afuera. Yo fui convocado para escribir el prólogo y aporté también la idea de no limitarnos a los textos producidos por él, sino sumar algunas entrevistas de las tantísimas que le hicieron. Me parece una buena forma de mostrar cuánta presencia tenía Conti en el sistema literario y mediático argentino, y cómo operaban las desapariciones de escritores: alguien que había llegado a salir en la tapa de la revista Gente como una de las “personalidades del año”, tras ganar el premio Herralde de novela con En vida, dejaba de tener presencia en los medios, en las discusiones, en las librerías. También creo que contribuye a mostrar al Conti articulador de mundos diversos, una de las razones por las cuales fue blanco temprano de los perpetradores del genocidio reorganizador, especialmente interesados en quebrar esas articulaciones, según explica Daniel Feierstein en El genocidio como práctica social.

Conti pertenece a una generación de escritores, periodistas e intelectuales con una gran formación política que le permitía producir metonimias (como por ejemplo, hablar de una isla abandonada como metáfora del saqueo económico) con gran maestría en el uso del punto de vista y del trabajo con la oralidad. ¿Conti es uno de los mejores cronistas de la Argentina?

No me arriesgaría a mencionar a Conti como uno de los mejores cronistas de la Argentina, dado que no ejerció una práctica tan constante y sistemática de ese género como sí lo hicieron Rodolfo Walsh, Enrique Raab, Ana Basualdo o Sara Gallardo. Sí es cierto que una especial capacidad de escucha, de mirada, de elección y desarrollo de un punto de vista le permitieron escribir una crónica de antología como es Tristezas del vino de la costa o La parva muerte de la isla Paulino. Alguna vez Aníbal Ford -que fuera su secretario de redacción en Crisis y amigo- se refirió a los tanteos etnográficos de Conti. Me parece que es una marca de época presente en Walsh también, tal vez relacionada con los trabajos del antropólogo Oscar Lewis, y con aquel interés, que no sólo viene de Eric Hobsbawm y Roberto Carri, por los mártires, los héroes, los bandidos populares, algo tan presente ya en un cuento temprano como es “Marcado”. Añadiría a esa afirmación de Ford que Conti era una especie de etnógrafo salvaje. No tan formado en un método, sino con una capacidad especial para relacionarse con los territorios: sabía qué preguntar a quiénes, cómo hacerlo, dónde mirar. Tenía una vinculación muy fuerte con los mundos del trabajo, con las herramientas, con los oficios y los lenguajes específicos vinculados a ellos. En tal sentido, parece un escritor norteamericano de la generación perdida, o uno de aquellos escritores italianos que, en pleno auge del fascismo, veían en esa actitud vital de los norteamericanos una forma posible de resistencia. Tales cualidades las aplicó sobre todo a su narrativa de ficción, algo notable en su primera novela: Sudeste.

Vos hablás en el prólogo del viaje como un motor de su escritura. ¿Ese estar en el camino es un viaje metafísico, es un modo habitar el mundo, de leerlo?

El viaje es central en Conti. Pero no es unívoco. Sobre todo, no es mero desplazamiento por el espacio. Los viajes en Conti -salvo el viaje a la Antártida, acerca del cual, paradójicamente, escribió poquísimo- suelen ser parcos en distancia, pero muy ricos en detalle y en intensidad. Irradian sentidos. Y son a su vez el correlato físico del destino humano según la figura del Homo Viator, de especial presencia en el existencialismo cristiano: la humanidad como forastera en la tierra, sólo de paso por ella. De esa perspectiva nace la nostalgia que impera en la escritura de Conti: todo se está yendo todo el tiempo, y escribir es un intento de salvar del olvido personajes, historias, lugares. Aunque con la certeza de que se trata de una batalla, a la larga, perdida.

La materialidad de los objetos en sus textos, sobre todo, los que tienen que ver con el mundo del trabajo (en eso es un marxista consecuente), vos la vinculabas a su mirada cinematográfica. ¿En eso se lo podría relacionar con Saer, a pesar de las grandes distancias en cuanto a proyecto estético?

Efectivamente creo que ese énfasis contiano sobre los objetos como núcleos narrativos, como nodos en los que se entrelazan las historias y la Historia se vincula con su formación cinematográfica. Formación que era, en aquella época, predominantemente neorrealista. Pero es muy original ese tratamiento de los objetos y también se vincula con las lecturas del Nouveau roman u objetivismo francés, bastante bien representado en la colección Anaquel de Fabril Editora, donde Conti publicara Sudeste: Michel Butor, Nathalie Sarraute, Claude Simon. Lecturas comunes a Juan José Saer, que también hizo de ellas una asimilación sumamente original. No creo que sus proyectos estéticos fueran, sobre todo en un principio, tan divergentes. Esa interfase entre prosa y poesía que es una forma distintiva de escritura. Esa vinculación, desde la narrativa, con Juanele Ortiz, también. Hay un texto muy conocido de Beatriz Sarlo en el cual señala que Rayuela era la novela que todo el mundo literario esperaba -editores, críticos, lectores, académicos- mientras que nadie, salvo sus amigos de Santa Fe, esperaban la primera novela de Saer. Portadora de innovación y núcleo de un proyecto narrativo a desarrollarse en lugar de culminación como era Rayuela. Algo análogo podría afirmarse de Sudeste. A tal punto desorientaba su novedad, que podía a un mismo tiempo ser celebrada por los adeptos del realismo, presentarse un adelanto de ella en la revista Sur y ser leída con interés por los jóvenes de la incipiente nueva izquierda. Ningún rótulo de los que estaban disponibles alcanzaba a contenerla.

La autonomía relativa de Conti respecto del espacio político en el que militaba, el P.R.T., y su prensa partidaria ¿es lo que le permitió alcanzar esa maestría en sus crónicas?

Quizás sea válida esa definición por la negativa. En el P.R.T. no hubo una inserción de los intelectuales en su prensa partidaria como sí la hubo en Montoneros, sobre todo con el diario Noticias, donde trabajaban Walsh, Urondo, Gelman, Bonasso entre otros. Con lo cual Conti se habría mantenido a salvo de urgencias, tensiones, confusiones entre lo que es el periodismo y lo que es la propaganda. Pero me parece más determinante la capacidad de sintonizar con los mundos populares.

Conti fue parte de un proceso histórico, la revolución cubana, los 60 y los primeros 70, que obligó a sus intelectuales a una toma de posición clara, y frente a la cuestión tan en boga por aquellos años del compromiso, él dice que escribir es asumir un compromiso con la vida, que la literatura tiene que ser un modo de penetrarla. ¿Esta es la causa por la que su literatura (y las crónicas, definitivamente, lo son) no envejeció?

Conti fue muy consciente respecto a la forma de ese compromiso, y muy claro en su enunciación, sobre todo en una de las últimas entrevistas que le realizaron, la que formaba parte del proyecto de retrato cinematográfico de Roberto Cuervo. Para él, si iba a fondo con un territorio, con su lenguaje, con sus historias, el drama político profundo emergería, sin necesidad de imponérselo como un deus ex machina, sin ceder a la tentación de juzgar o de bajar línea. Eso se cumple en toda su ficción, lo político está absolutamente entrelazado con las vidas y problemas de sus personajes, con su lengua. Incluso en las ficciones más decididamente políticas, como pueden ser los cuentos “Con gringo” o “Cinegética” y la novela Mascaró. En algunos de sus textos periodísticos, y más aún en sus declaraciones, sí se permite ser a veces muy explícito en cuanto a sus alineamientos políticos. De modo especialmente dramático en “Una misma sangre” -incluido en el Informe sobre Trelew realizado a dos años de la masacre por el grupo Barrilete-, en él llega a plantear la inutilidad de la literatura, a pesar de lo cual, por suerte, siguió escribiendo ficción hasta el último día.

Hablando de recuperar, me gustaría recuperar la figura de su compañera, Marta Acuña, que aparece en varios textos como colaboradora, compartió viajes, trabajo y la tragedia del secuestro del escritor, porque, no es la primera vez que las mujeres que comparten el arriesgado trabajo intelectual quedan invisibilizadas. (Y el caso de Enriqueta Muñiz y Walsh es un ejemplo). ¿Cuál fue el papel de ella en el trabajo de Conti?

Tanto la intervención de Enriqueta Muñiz en las investigaciones que darían lugar a Operación Masacre como sus diarios me parecen de una importancia inmensa. Resulta un aporte fundamental para comprender aquellos trabajos, aquellos riesgos, comprender la época y al mismo Walsh. Y, sobre todo, comprender qué grados de inserción podía llegar a tener una mujer entonces. Pero me gustaría ser cuidadoso y no hacer generalizaciones ni extrapolaciones. Creo que al menos en parte la invisibilización de Enriqueta Muñiz fue voluntaria (aunque en ella pesen mandatos y lugares sociales predeterminados). Y me parece fundamental cruzar la condición de mujer con la condición de clase. No eran invisibles las mujeres en la cultura argentina -por más machista que esta fuera o sea incluso hoy-, sino las mujeres de ciertas clases sociales. Otras no: pensemos en Victoria Ocampo, en Silvina Ocampo, en María Rosa Oliver, en Salvadora Onrubia, en Norah Lange… A su vez, me parece distinto el momento en que Enriqueta Muñiz trabaja codo a codo con Walsh con el momento en que Marta se suma a los trabajos de Conti. Me parece que a mediados de los setenta ya había toda una serie de intentos de incorporación vinculados a otra mirada sobre las mujeres, aunque todavía muy incipiente en la nueva izquierda. Y de algún modo también pesaba en la relación la diferencia de edades -Marta había sido alumna de Haroldo en un bachillerato para adultos-, de experiencias, de prácticas; mientras que la relación Walsh – Enriqueta Muñiz me aparece como más entre pares. Sí fue Marta una figura fundamental en la denuncia inmediata de la desaparición, en la búsqueda, en la difusión de lo sucedido y en los reclamos a nivel internacional.

Publicado en La Capital de Rosario, 3/7/2022