sábado, 6 de noviembre de 2021

La vuelta del castellano en todo su esplendor.

Los mejores narradores sub 35 en español, según GRANTA

 

            Una revista fundada hace 130 años por estudiantes de una universidad pública inglesa creada a comienzos del siglo XIII, la universidad de Cambridge, se convirtió, a partir de su refundación en la década del 80 del siglo pasado, en la vidriera de la literatura anglosajona y, desde hace diez años, de la escrita en español. 

            Todo el dream team de Anagrama salió de aquella primera selección de escritores británicos con nombres como Kazuo Ishiguro, Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes y Salman Rushdie. Más tarde le tocaría el turno a la nueva literatura norteamericana y a partir de ahí, GRANTA se convertiría en una cantera de jóvenes promesas de las letras.

            En 2010, realiza la primera selección en español, que da como resultado una lista colmada de escritores argentinos: Oliverio Coelho, Federico Falco, Matías Néspolo, Andrés Neuman, Pola Oloixarac, Patricio Pron, Lucía Puenzo y Samanta Schweblin, quienes, a partir de ahí, comenzaron su carrera internacional.

            Luego de 10 años, la revista ha seleccionado a veinticinco narradores en español menores de treinta y cinco años entre los cuales están los argentinos Martín Felipe Castagnet, Camila Fabbri y Michel Nieva; los españoles Andrea Abreu, David Aliaga, Munir Hachemi, Cristina Morales, Alejandro Morellón e Irene Reyes-Noguerol; los mejicanos Andrea Chapela, Mateo García Elizondo, Aura García-Junco y Aniela Rodríguez; los cubanos Carlos Manuel Alvarez, Dainerys Machado Vento y Eudrys Planches Savón; los chilenos Paulina Flores y Diego Zúñiga; el colombiano José Ardila; el nicaragüense José Adiak Montoya; el uruguayo Gonzalo Baz; la peruana Miluka Benavides; el costarricense Carlos Fonseca; la ecuatoriana Mónica Ojeda y, de Guinea Ecuatorial, Estanislao Medina Huesca, la nueva cantera de escritores en nuestro idioma. El resultado es el libro que acaban de publicar las editoriales Big Sur y Candaya, Los mejores narradores jóvenes en español 2.

            Su editora, Valerie Miles, quien es miembro del comité evaluador de la revista, afirma que el propósito que anima a GRANTA es la producción de “instantáneas generacionales” y sostiene que después del boom, el único escritor que tuvo un lugar de reconocimiento en el viejo continente fue Roberto Bolaño, por lo que era necesario abrir una vía de tránsito entre las literaturas del viejo mundo y las del nuevo. Por supuesto, las leyes del mercado editorial -ávido de nuevas voces en una lengua que es hablada en tres continentes- también hicieron lo suyo.

            La pandemia, el marco en el cual se desarrolló el concurso, fue su tema tabú, ya que no se les permitió a los participantes enviar diarios de la pandemia ni relatos testimoniales. La búsqueda activa del comité evaluador, con plena conciencia de ser la plataforma de lanzamiento de las nuevas literaturas, se dirigió, según ella, a la búsqueda de escritores osados, capaces de dar el salto, alejados de la bastardeada literatura del yo y decididos a construir un mundo propio desconocido para los lectores.

            Y en esta nueva selección, la lengua española, en toda su riqueza y diversidad, en sus tonalidades y usos, en sus mixturas y sonidos encontró veinticinco voces que le dieron cabida.

            El libro (muy bien editado), agrupado por similitudes temáticas y estilísticas, pone en relación la literatura de anticipación con las tradiciones indígenas; las distopías políticas con las reflexiones sobre los usos del lenguaje; la desigualdad endémica de nuestra región con las formas que adopta la magia y la cultura new age, los vínculos poliamorosos con la violencia política y el humor y la ironía (esa fuerza desacralizadora que hace más soportable cualquier escenario apocalíptico), con el universo transgénero del grotesco, cuyos personajes extremos parecen salidos de un cómic.

            Si bien la mayoría de estos escritores no reside en su lugar de origen, es evidente que han elegido renunciar al español neutro o cosmopolita de la generación anterior (cuya escritura deslocalizada pareciera, en algunos casos, una traducción de sí misma) y volver al regionalismo y a la exuberancia lingüística. La sonoridad, propia de los grandes nombres de la tradición como Rulfo o Cabrera Infante, vuelve, sorpresivamente, entre los más jóvenes. Es que “los tiempos ya no están para el castellano estándar de los capítulos de Dragon Ball”, afirma la narradora de uno de los cuentos mientras ofrece a los lectores un diccionario chileno de cronolectos.

            Una suerte de resistencia a la contemporaneidad pareciera mostrar el diálogo que estos escritores establecen con su tradición (en especial, con la tradición indígena) pero para hacer algo propio, como se puede leer en el cuento de la ecuatoriana Mónica Ojeda, donde el mundo campesino, el terror atávico, las fiestas orgiásticas y la crueldad infantil componen un oscuro relato de iniciación.

            Las identidades sexuales como categorías fijas han sufrido, cómo no, un replanteo. El binarismo ha quedado sepultado y comprobamos que el lenguaje inclusivo (un motivo de debate que creíamos, se daba sólo en nuestro exasperado país) atravesó definitivamente la frontera que separa la vida del arte.

            Como la narradora de “Buda Flaite”, de la chilena Paulina Flores, que entra y sale de la narración para ir detrás de su protagonista (quizás una de las pocas palabras de género femenino que engloba a todos) que fluye entre los géneros, y en ese fluir, cuenta una historia de desamparo y de resistencia (hoy diríamos, de empoderamiento), impensable por fuera del proceso político insurreccional chileno de los últimos años, narrada con mucho humor y sin una pizca de condescendencia.

            Pero si hay algo que sus veinticinco integrantes tienen en común es haber encontrado en la dialéctica entre su lugar de origen y el mundo que los cobija, el espacio donde instalar su propia voz.

            En “El color del globo”, la cubana Dainerys Machado Vento construye un relato desde el punto de vista de lo que la izquierda llamó los "gusanos", que a la vez es un grotesco sobre el medio pelo cubano de exiliados, narrado desde el corazón mismo de la “república de Miami”

            Su autora, que vive en esa ciudad desde hace cinco años adonde fue a hacer un doctorado en Lenguas y Literaturas, sostiene que su lugar de residencia es móvil. “Voy y vengo, vivo donde quiero o donde hay trabajo. Sé que la imagen de Cuba es muy política, precisamente por el sistema que ha prevalecido en el país. Pero creo que despolitizar mi relación personal con el lugar donde nací es el interés de buena parte de mi generación, que sabe que solo después de borrar ciertas excepcionalidades grabadas en el imaginario colectivo se podrán producir cambios muy necesarios en Cuba. Por eso también me encanta usar la ficción para reírme un poco de los extremos que tanto nos han asfixiado, especialmente cuando se trata de la isla y su espejo favorito, Miami.”

            Estos nuevos escritores, dueños de una clara conciencia política, histórica y ecológica, ponen en escena el presente de estos países fruto de la colonización española, cuya dependencia económica y pobreza endémica los condena al atraso estructural. “Un caos travestido de destino”, como lo define el chileno Diego Zúñiga en el cuento “Una historia de mar”, donde la ciudad de Iquique resulta la cifra de un pasado que no cesa de pasar.

            Y la ciencia ficción, como sabemos, gran laboratorio de hipótesis sociales, encuentra a muchos de estos escritores proyectando las propias, como es el caso de Andrea Chapela, y su cuento “Anillos de Borromeo”, cuyo escenario es un futuro después del colapso climático y a la vez es un cuento sobre hacer las paces con el pasado y dejar ir, donde las herramientas del género le sirven para hablar del dilema emocional de la protagonista.

            Frente a la inminencia del fin del mundo, sin embargo, la protagonista mantiene la esperanza en otros mundos posibles. “Sin duda, en la literatura hay un lugar para esa esperanza. Particularmente en la ciencia ficción en los últimos años han aparecido nuevas corrientes como el hopepunk o el solarpunk que intentan encontrar esa esperanza incluso en medio de futuros distópicos. Creo que la literatura, sobre todo la especulativa que está tan enraizada en la imaginación, puede ser un espacio donde encontremos ideas sugerentes y esperanzadoras sobre el futuro. Es el primer paso de dar forma a los cambios.”

            En la vereda contraria, el mejicano Mateo García Elizondo, en su cuento “Cápsula”, imagina el modelo superador de todas las torturas posibles: el encierro de un preso en una cápsula espacial en un viaje sin retorno para exponerlo a la experiencia de la eternidad.

            Una nueva generación de escritores hispanohablantes asoma al mercado internacional y por lo que parece, tienen mucho para decir. Vale la pena escucharlos.

 

Ciencia ficción gaucho-punk

            Michel Nieva es uno de los tres argentinos seleccionados por la revista con su cuento “El niño dengue”, una distopía política que se abre con el mapa de la Argentina del 2272, cuyo territorio quedó reducido (como si hubiera sido carcomido) a la mitad, donde el dengue, esa endemia negada, produjo, como el glifosato, mutaciones en los cuerpos de los pobres.

            Y el texto, que evoca a Martínez Estrada y su Radiografía de la pampa, habla de un autor para el cual los ensayos tienen un lugar destacado en su horizonte de lecturas. “Siempre que escribo intento fusionar mundos por venir en un diálogo crítico con la tradición del ensayo y la política fundantes de nuestra nación (la de Sarmiento, Martínez Estrada, Alberdi o Roca)” y que lleva adelante un proyecto de escritura donde explora problemas críticos del presente en la simultaneidad del futuro con el pasado al que bautizó "ciencia ficción gauchopunk".

            Frente al desafío de hacer ciencia ficción hoy, cuando pareciera que el futuro ya llegó, sostiene que “una de las grandes audacias del capitalismo contemporáneo es haber incorporado la estética hollywoodense de ciencia ficción al fetichismo que inviste sus mercancías. Por poner un ejemplo, el diseñador de los trajes espaciales y los cohetes de SpaceX (la compañía de Elon Musk) es José Fernández, el diseñador de la estética de todas las películas de Marvel. Así, el consumo de estas mercancías produce la fantasía de que vivimos en el futuro.” Pero a él, la ciencia ficción que le interesa es la que practica la crítica política, “la que justamente des-estetiza esos imaginarios tecnológicos, dejando así aflorar toda la violencia y el horror que los constituye.”

Publicado en Tiempo argentino, 6/11/21

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Cynan Jones, el galés que enamoró a los lectores argentinos

         Cynan Jones, el narrador galés que llegó a las librerías argentinas con las novelas Tiempo sin lluvia y La tejonera, gracias al buen gusto de la editorial cordobesa Chai (y felizmente, a las traducciones de Esther Cross y Laura Wittner) es un escritor definitivamente instalado en la narrativa rural. Si hubiera que ponerle un título a su obra sería “Los trabajos y los días”.

Con una prosa concentrada que enhebra párrafos aislados, desgrana los temas de los que se va a ocupar delicada y amorosamente: los trabajos rurales, los ciclos de la naturaleza y sus catástrofes, el comportamiento de cada una de las especies, el ritual de los partos y los entierros de los animales, los silencios abrumadores de la vida campesina, la brutalidad y la violencia solapadas, que replican, en su solemnidad, toda su densidad existencial.

            Y en esa isla que es la familia y la vida de granjero (todo el imaginario claustrofóbico de los relatos insulares propios de la literatura británica está funcionando en estos textos) los temas, como nudos, se concentran para expandirse: el tiempo y las marcas que deja en los cuerpos y los cambios que produce en el deseo y en el amor; las pérdidas -el gran tema de su literatura- en los embarazos fallidos, los terneros nonatos y los duelos; la ira contenida en sus silenciosos personajes y la naturaleza como un ser omnipresente.

          Tiempo sin lluvia, publicada en nuestro país el año pasado, narra un día en la vida de su protagonista, un puro presente que se proyecta hacia el pasado en el único libro que, como la Biblia, ilumina sus días: las memorias del padre escritas en galés y al mismo tiempo, hacia el futuro, en los planes de compra de unas tierras que unirán a su descendencia al terruño, ese “espacio significativo” que es el propio lugar.

           En La tejonera, el título recientemente publicado, narra el duelo de su protagonista que acaba de enviudar y esa ausencia cobra una dimensión material, como su íntima relación con la naturaleza, de la que pareciera sólo se puede hablar, a partir del sentido del tacto.

            Invitado al FILBA de este año, este notable autor galés habló con Tiempo argentino de lo que entiende por literatura: un modo de elaborar la experiencia permaneciendo fiel a sí mismo y a su historia.


Los trabajos rurales y la vida de granjero, tan rigurosamente detallados en estas dos novelas ¿forman parte de tu experiencia personal?

Mis abuelos eran granjeros. Los primeros años de mi vida estuvieron definidos por el mundo que la granja me proveía. Era una granja pequeña, pero para mí, siendo un niño, era como un territorio sin fin. Tenía un bosque, un terreno rústico y campos que llegaban hasta el mar. Tenía todo el campo de juego que podría querer. Cuando yo nací criaban sólo a un puñado de vacas lecheras.

Aparte de esto, crecí y fui a la escuela con niños de distintas granjas; y la familia de mi esposa son productores de ovejas. Los procesos agricultores siempre han sido parte de mi vida, parte del ritmo del año.


La relación con el tiempo y los ciclos naturales, propia de la vida rural, es un tema central en estas dos novelas. Un tiempo que no está vinculado a la memoria sino al cuerpo. ¿Qué es lo que más te interesa explorar en esta relación?

Estos ciclos y ritmos tienen una directiva innata con cualquiera que esté conectado con los procesos de la granja. Ya sea el parto de las ovejas, la henificación (el proceso de conservación del forraje) o la rutina diaria de ordeñe del ganado. Las demandas que estos ritmos requieren traen consigo una estructura y una restricción a los involucrados. Eso, creo, puede crear una relación compleja con temas como el cuidado y la responsabilidad.


Dentro de tu tradición literaria ¿a quiénes considerarías tus referentes?

Todo lo que leo me influencia, de una manera u otra. Pero es el mundo a mi alrededor el que me moviliza a contar historias, en vez de la inspiración que me proveen los libros. Lo que obtengo de los libros es la inspiración técnica. Todo lo que sé sobre escribir lo aprendí de los grandes escritores. Pero, cuando tiene que ver con mis historias, trato de mantener mi vista en la realidad, no en la literatura. Una historia tiene que ser fiel a sí misma, no debe ser similar a otra situación ya escrita anteriormente.


El terruño cobra un protagonismo tal en estas dos novelas, al punto que, en La Tejonera, Daniel considera que el lugar al que se pertenece también posee una memoria de los que vivieron en él. ¿Se trataría no de vivir en un lugar sino de pertenecerse mutuamente?

Creo que sí. Ya mencioné anteriormente la relación de la estructura y la obligación con la recompensa. Siento que soy un producto de este paisaje y, como consecuencia, también lo son mis historias. Cada vez más y más personas viven su vida en movimiento. Aquellos que siguen conectados con el lugar que los formó tienen quizás una relación diferente con el mundo que aquellos que se establecen de forma transitoria. Como resultado, la relevancia de un lugar es o profundizada o disminuida y creo que la tierra en sí misma puede albergar eso. (¿Por qué las áreas más castigadas -o duras- de la ciudad en donde las familias tienden a quedarse tienen más alma que las áreas exclusivas donde las personas vienen y van?).


En esta novela, el contraste entre la ternura del trabajo del duelo del protagonista y la crueldad y violencia de algunas escenas es muy marcada. ¿Cómo narrar la brutalidad, el salvajismo, la ferocidad sin convertirlo en un “otro” del “mundo civilizado”?

Intenté duramente ser un testigo, no un voyeur. Espero que mis textos reflejen eso. La violencia no está modificada. Sólo intento escribir lo que pasa. El presente es algo que el lector debe juzgar por sí mismo, en vez de yo decirles cómo deberían reaccionar.

En esta novela casi no hay diálogos entre los personajes. ¿El diálogo es con la materia a través de los sentidos, sobre todo, del tacto?

Gran parte de las tareas de un granjero son llevadas a cabo de forma solitaria. Una vez más, esto es una espada de doble filo. Por un lado, hay tiempo para la reflexión, no hay un requerimiento de portarse de cierta manera delante de nadie o lidiar con el humor de nadie; pero por el otro lado, hay aislamiento. La salud mental de los granjeros se ha convertido en una preocupación seria. Pero creo que el consuelo, la compañía, y la conversación pueden encontrase en los procesos físicos que deben ser hechos, y en las cosas físicas que rodean a esos procesos.


Los espacios en blanco entre párrafos subrayan la concentración de tu prosa y le dan un tono religioso o místico a los textos. ¿Es un efecto buscado?

Absolutamente.


¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo? ¿Podés contarnos algo?

Usualmente, soy muy monógamo con lo que respecta a un nuevo proyecto. Una historia determina que quiere ser escrita y yo me comprometo. Recientemente, por un gran número de razones, ese no ha sido el caso. He estado trabajando en una variedad de cosas. Historias cortas, varias como borrador. Una “reedición” de una historia anterior. Tengo “algo” nuevo en progreso -no estoy seguro de qué es todavía. Quizás una historia larga-corta más experimental. Y durante la cuarentena escribí una novela de aventuras de 50.000 palabras. El tipo de historia que me atrajo a los libros cuando era más joven, como La isla del tesoro, Los contrabandistas de Moonfleet, 20.000 leguas de viaje submarino. Me atraparon, a todo el mundo a mi alrededor lo atraparon. ¡Así que decidí irme a un viaje extraordinario!

Publicado en Tiempo argentino, 31/10/21