lunes, 18 de febrero de 2013

El arte narrativo


Cincuenta años de la publicación de
En la zona
de Juan José Saer




Cincuenta años pasaron desde que Juan José Saer apareció en la escena literaria argentina con un libro de relatos, En la zona, que desde el título revela una preocupación sobre el lugar de su escritura, construida a partir de una doble negación: de la literatura regionalista y del centralismo de Buenos Aires (ciudad que Saer soslayó cuando eligió París como destino literario). El lugar desde el cual escribe, el litoral santafesino, era un campo intelectual pobre en el momento de su formación: Juan L. Ortiz era la figura que concentraba el interés de los jóvenes poetas junto con la escuela de cine de la Universidad del Litoral. La poesía y el cine de la nouvelle vague en su vertiente literaria, la del objetivismo francés, conforman, entonces, la matriz de una producción que trazó, en este texto, las líneas que desarrollaría después en sus principales novelas y cuentos.
La zona de las orillas hacia el centro de la ciudad como espacio imaginario que confiere unidad a su producción, a la vez demarca, desde estos primeros textos, el límite de sus ficciones donde exhibe sus coordenadas literarias (Borges, Dostoievski, Kafka, el siglo de oro español) y frente a un contexto cultural que en los 50 y 60 estaba atravesado por la experiencia del boom y la literatura del compromiso, Saer se ubica por fuera de estas líneas, en una postura adorniana de rechazo frontal a la idea de masividad en el arte.
Si la poesía estructura los primeros cuentos de la primera parte, “Zona del puerto”, escritos en una sola frase escandida por el ritmo que las pausas le dan a la lectura, la presencia de Borges (y de Arlt) domina estos relatos de compadritos, prostitutas, jugadores y cafishios que encuentran su destino y mueren traicionados por sus pares.
Atilio (un rufián melancólico y sobreactuado) es el protagonista de varios de estos cuentos, donde se pone en escena todo el sistema de liderazgos en esa microsociedad, en la que la lucha generacional encarnada en el parricidio remite al traspaso de la hegemonía en el campo literario.
En “Los amigos”, quizás el cuento en el que más dialoga con Borges, un taciturno jugador traicionado por su amigo, espejo invertido de sí mismo, espera diez años su regreso con el arma cargada, sentado bajo un árbol del patio de la pensión (topografía predilecta del universo saeriano) hasta descubrirlo sentado en la misma posición, en el patio de la pensión de enfrente y lleva a cabo el acto que los completa a ambos, la muerte del traidor.
Los personajes de los cuentos que forman la segunda parte, “Más al centro”, a medio camino entre el mundo prostibulario y el mundo intelectual, deploran el ahogo provinciano y transitan una ciudad deslocalizada (como los personajes de Cortázar) con una topografía precisa -el bar de la galería, la estación de ómnibus, el puente colgante- pero abstracta. “Una ciudad es para un hombre la concreción de una tabla de valores que ha comenzado a invadirlo a partir de una experiencia irracional de esa misma ciudad. Es el espejo de sus creencias y de sus acciones”, afirma Barco, el protagonista de “Algo se aproxima”, el texto fundante de todo el sistema de personajes y temas que prefiguran su obra.
Este relato o protonovela, se abre con la escena generadora de ficción en Saer: dos personajes, Barco y Tomatis (que aquí todavía es “él”) haciendo un asado y conversando, con una distancia irónica, sobre arte y literatura. Las mujeres, desdibujadas, tontas, poco interesantes, meros objetos que asisten a los hombres, forman parte de un universo decididamente masculino.
Con un comienzo que suspende el desarrollo de la acción y la descompone en sus mínimos gestos (comer, fumar, bailar, hablar), hace de la descripción el procedimiento con el que recorta los objetos (el vino, el paquete de cigarrillos, la carne asándose) hasta darle un peso material a lo narrado, en la línea del objetivismo trabajado por el nouveau roman. Con un registro minucioso de la percepción y un trabajo con el tiempo presente, describe las acciones en su pura gestualidad escamoteando su sentido, su finalidad.
Además de la construcción del universo literario saeriano, este texto formula varias cuestiones estéticas: cómo escribir dentro de un campo literario sin tradición que Saer asimila a la imagen de la ciudad en medio de un desierto (“Es como un cuerpo sólido e incandescente irrumpiendo de pronto en el vacío”) -imagen que define muy bien su proyecto literario- y plantea la universalidad de la literatura cuando sostiene que el escritor debe “dar un paseo por el sistema solar para llegar a la esquina de su casa”.
La política, omnipresente en los comienzos de los 60 (el año en que la joven revolución cubana recibía la visita de Sartre y Simone de Beauvoir) presiona y problematiza una escritura experimental que se pretende autónoma de lo social, que se desentiende del sentido y que apuesta por un arte con mayúsculas. “Dirás que para qué escribo mi novela. No sé. Dirás literatura. Posiblemente. Casi seguro”.

Publicado en diario Perfil

miércoles, 13 de febrero de 2013

Mala leche


Madres Fuck You!
de Marcos Rosenzvaig


¿Qué poderoso hechizo impulsa a las mujeres a convertirse en madres? Esta parecería ser la pregunta que el maltratado narrador/autor cuyo apellido cambia según quien lo pronuncie, lanza al mundo. Y la palabra hechizo no es casual en una historia donde las mujeres, sin excepción, forman parte de una secta de malvadas criaturas decididas a terminar con el género masculino después de haberse apropiado de su único bien: el semen.
Madres, hijas, abuelas, bisabuelas, novias, abogadas, maestras y directoras, utilizando los recursos que su maquiavélica naturaleza les provee, seducen y aniquilan a los hombres librando una guerra que para ellos, está perdida de antemano. El protagonista y sus dos vapuleados amigos emprenden una cruzada contra la poderosa organización “Leche materna”, constituida por un ejército de lesbianas enardecidas, representación grotesca de la no menos poderosa institución de la maternidad y su nave insignia, la arquetípica madre judía, cuyo amor sin límites tiene la capacidad de devorar a sus criaturas. En el camino se encontrarán con la dolorosa historia de su fallida paternidad, contratara de una relación maternal que los ha mantenido “esposado a esa mirada” devastadora y con la perversa realidad de otra forma de aniquilación sobre los hijos, la que viven los miles que viven en la calle, abusados y explotados hasta encontrar su propia muerte.
Pero volviendo a la pregunta del comienzo, quizás lo más pertinente sea preguntarse: ¿Qué hace la maternidad con las mujeres? Pero eso sería formularla en términos políticos y las respuestas seguramente nos hablarían de la necesidad de crear nuevas formas de relación más cercanas al amor autónomo que al dominio afectivo. Pero esto es tema de otros libros y no de esta, por momentos, atolondrada novela.

Publicado en diario Perfil 10/2/13

lunes, 4 de febrero de 2013

Conocer el mundo por sus extremos


Diario de viaje a Oriente (1850-51)
y otras crónicas del viaje oriental

Autor: Lucio V. Mansilla
Edición, introducción y notas: María Rosa Lojo




Pocos períodos en la historia mostraron tanta confianza en sí mismos como el siglo XIX, en el que la fe en el progreso de la mano de la ciencia potenció el afán de conocer el mundo hasta sus confines. El relato de viajes fue el género que mejor lo expresó y que en Argentina dio grandes nombres como los de Guillermo Hudson, Francisco Moreno y Lucio V. Mansilla. De este último, se publica su inédito diario de viajes a Oriente, encontrado por sus descendientes y transcripto del manuscrito original en forma fiel en esta edición, resultado de un proyecto de investigación del CONICET.
La importancia de este hallazgo radica en que constituye el material con el que Mansilla construyó toda su obra posterior. Muchas de las experiencias que adquirió en este viaje iniciático por la India, Egipto y Europa a la edad de 18 años, fueron la fuente de las futuras Causeries del jueves, la columna semanal que le dio un reconocimiento masivo, pero fundamentalmente, fueron la matriz de un imaginario con el que transgredió las formas de abordar al Otro, cristalizada en nuestro país en la dicotomía civilización/barbarie.
Hijo de una de las principales familias del patriciado argentino, sobrino del poderoso Juan Manuel de Rosas y prototipo de la figura del político letrado, fue un personaje tránsfuga que lejos de consolidar su brillante herencia, dedicó su vida a viajar, leer, conversar y escribir las crónicas que su mirada atenta y curiosa hacia el “otro” plasmó en una de las escrituras más singulares de nuestras letras. Su carrera militar, algo accidentada, exhibe las marcas de su espíritu crítico con las crónicas sobre la Guerra de la Triple Alianza que generarían malestar entre sus superiores y las ocurrencias temerarias que lo hicieron famoso como “la de subirse al merlón de la batería y colocarse cabeza abajo para mirar el mundo desde otra perspectiva, mientras oía silbar las balas sobre él.”
Para sus investigadoras, el largo viaje a Oriente fue la condición de posibilidad de esta mirada sesgada, irónica, cosmopolita, tolerante y a contrapelo del discurso dominante que le permitió transformar en “excursión” lo que para la ideología oficial era conquista y aniquilación. Fascinado por lo desconocido, fascinó con su prosa y su conversación encantadoras a sus contemporáneos y delineó para sus lectores presentes y futuros una imagen heterogénea de la identidad nacional.

Publicado en diario Perfil 3/2/13