domingo, 26 de mayo de 2019

Todo eso que nos sucede a diario y no entendemos

Se realizó en Rosario el Festival de Pensamiento Contemporáneo, autodefinido como anfibio y millennial. Tres días de debates y prácticas en un clima festivo y burlón, donde se tejieron reflexiones, acuerdos y algunos disensos.


Rosario, la ciudad construida por fuera de las estructuras heredadas de la Colonia y que por ese motivo adoptó un perfil laico y progresista que se percibe en los modos de habitarla, fue la sede del Festival de Pensamiento Contemporáneo, que se asumió como anfibio, transversal y por sobre todas las cosas, millennial. Uno de sus principales gestores –junto con el gobierno de Santa Fe– Cristian Alarcón, lo piensa como un espacio donde “soltar amarras respecto de las disciplinas y arrogarse la producción de conocimiento, no para expropiársela a los cientistas sociales, sino para exigir participación en el debate que puede ser transformador.” Dividido en seis temas que funcionaron como disparadores: “cuerpo”, “amores”, “pantallas”, “paisaje”, “tiempo” y “trabajo”, fueron surgiendo, a lo largo de tres días, desde diferentes disciplinas y prácticas y en un clima festivo y burlón, reflexiones, acuerdos y algunos disensos. El cuerpo, el tema de la primera mesa, fue inaugurado, con todo el glamour, por Topacio Fresh, una gestora cultural rosarina, trans y migrante que, bajo la sombra tutelar de Lohanna Berkins, le marcó el tono al debate, al instalar el cuerpo como territorio de disputa política. Los cuerpos que no encajan en una lógica binaria (sexual, estética o de clase), son de los que se ocuparon Nicolás Cuello, activista de la diversidad corporal, al politizar la gordura contra el discurso de la normalidad y la periodista Paula Rodríguez, que en su investigación sobre el fútbol femenino descubrió cómo las identidades en tránsito desafían la supuesta superioridad física del varón. Desde la práctica artística, Nicola Constantino (autora de una serie de trabajos deslumbrantes que tienen al cuerpo propio y a la piel como eje) denunció el cinismo de una sociedad que admite el cuerpo como objeto de consumo y frente al imperativo de vivir, María Moreno reivindicó el derecho al suicidio como práctica contra-hegemónica. “Amores” fue el tema de la segunda mesa y el que levantó la temperatura de la sala, colmada por un público muy joven que aplaudió, exultante, los relatos confesionales de los participantes, quienes coincidieron en la potencia disruptiva del feminismo en los modos de amar. El poliamor fue la excusa para que su principal difusora, Gabriela Wiener, recordara que son los acuerdos y no los mandatos los que permiten experimentar gozosamente estos vínculos y los ubicó dentro del contexto de la tradición latinoamericana de las familias extendidas. La escritora trans Camila Sosa Villada sedujo a la platea desde su sensualidad doliente, al grito de  “¿qué queremos las travestis? ¡que nos deseen!”. Y frente a la constatación de que la lógica hétero se replica en las apps para gays y lesbianas, la mesa concluyó que nada se puede hacer con el amor más que vivirlo. “Pantallas” fue uno de los temas de la segunda jornada y el que despertó las fantasías apocalípticas de ser dominados por la inteligencia artificial y la culpa por el tiempo desperdiciado. Frente a un promedio de doce horas diarias que confiesan pasar frente a las pantallas, todos acuerdan que vivimos atravesados por ellas. Sostienen que la grieta entre quienes provienen de una cultura letrada y los que nacieron en un entorno digital es insalvable y mientras los primeros usan las pantallas para seguir leyendo, los centennials parecen haber abandonado “el mundo de los átomos” para explotar en las redes su yo, hasta lograr sus quince minutos de fama. Y en una vuelta de tuerca, descubren el poder erotizante que la palabra puede alcanzar en las redes. “Paisajes” fue el tema que conectó a los participantes con el territorio de la infancia. Arturo Carrera sostuvo que si la experiencia de la contemporaneidad es entrar en lo oscuro, la poesía puede ser el paisaje de un cielo estrellado y recordó que en su etimología, paisaje remite a país, por lo que hablar de un lugar será siempre marcar un territorio. La llanura –el territorio que fundó nuestra literatura– tendrá, para algunos, la dimensión de la página en blanco, mientras que para otros, la piel será la que condense su idea del paisaje. Coincidiendo en que es una construcción, alguien recordó que frente a las ciudades pestilentes del Renacimiento, la pintura inventó el paisaje bucólico. El tiempo fue el tema que convocó a un físico, un filósofo, una poeta y un músico a intentar una definición que resultó imposible. La música, esa forma perfecta de medir el tiempo, estuvo en el centro de una charla rigurosamente pautada por un reloj que impuso sus reglas. El tiempo del trabajo y el del disfrute, el tiempo muerto de la poesía y el del inconsciente, el tiempo como experiencia interna o como río que deviene fueron algunas de las aproximaciones a una premisa tan fascinante como inasible. El trabajo fue el tema que cerró el festival y el que generó los debates más ríspidos comandados por la periodista Cristina Fallarás, cuya vehemencia española arrancó aplausos vibrantes del público, al sacar al trabajador intelectual del lugar del artista y ubicarlo en el del explotado sin conciencia de clase, en un mundo que convirtió al cuerpo en la oficina del free-lancer. Según sus organizadores, tres mil personas asistieron a unas charlas que no tuvieron “moderadores” sino “provocadores” y que combinaron ideas, intimidad, creación y frivolidad, los componentes del universo millennial para el que fue pensado y puesto en acto.

Publicado en diario Perfil, 26/5/2019


domingo, 12 de mayo de 2019

Entevista a Rébecca Dautremer

Navegar la experiencia retro

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Con una obra muy prolífica y reconocida en diferentes lugares del mundo, la exquisita
ilustradora francesa Rébecca Dautremer vino a la Feria del Libro a presentar Las Ricas Horas de Jacominus Gainsborough, publicado por la editorial Edelvives, esta vez, además, como autora del texto. Un título que, por varias razones, hace referencia a un famoso manuscrito del siglo XV, Las muy ricas horas del duque de Berry, el hombre más rico de su época, de quien se dice que vendió una ciudad para pagarlo. En el caso del conejo Jacominus, sus ricas horas son las de “una vida que vale la pena vivir”.
“Yo le puse ese título como metáfora de la vida de este personaje, y si bien conozco el
manuscrito, no era consciente de la relación con mi libro, pero ahora que me lo dices, lo voy a usar porque queda mucho más inteligente y refinado. Yo lo que quise en verdad es ponerle un título un poco rimbombante para contar una vida simple y sencilla.”
Una larga dedicatoria con instrucciones de lectura invitan a dedicarle mucha atención a una historia con treinta y cuatro personajes, con un léxico elaborado, con un relato, en algunas partes, poco explícito y con personajes muy realistas (todos tienen contradicciones y defectos. La familia del protagonista no es el ideal de los cuentos infantiles) para contar una historia que termina con la muerte natural del protagonista.
¿Eras consciente de la complejidad del libro?
“Yo pienso que podemos hablar a los niños sin quitar las cosas que a los adultos nos parecen complejas. Recuerdo que cuando era niña tenía mucho interés por los asuntos de los adultos: la muerte, el adulterio, las enfermedades. Yo escuchaba detrás de las puertas cuando ellos hablaban y creo que a todos los niños les gusta eso, entonces, ¿por qué no hablar en este libro de la muerte, de las cosas que no podemos cumplir, de las que tenemos que renunciar? Además es una propuesta para compartir entre los hijos y los padres, que habla de la vida, finalmente."
Y si la construcción de los personajes no es típica de los relatos infantiles, a su autora no
parece importarle demasiado. “Yo hago los libros que me gustan y pienso que los niños pueden observar, dedicar mucho tiempo para “navegar” por las imágenes detalladas. Cada doble página es un pequeño mundo, una invitación a dar una vuelta por ese mundo y los niños, hasta los más pequeños, pueden observar, tratar de buscar al pequeño conejito y hablar de diferentes temas que se encuentran en el libro. Yo quería hablar de la muerte o de la discapacidad como algo que pasa en la vida, no quería hacer un libro sobre esos temas.”
La ilustración, como en los manuscritos medievales, tiene un predominio absoluto. Con una estética retro que homenajea a Beatrix Potter y muchas referencias a la historia del arte -un trabajo con la perspectiva que recuerda a De Chirico e imágenes en las que se puede reconocer a Peter Brueghel- bocetos, planos y acuarelas construyen imágenes de una elaboración asombrosa. ¿Loslibros infantiles permiten una mayor libertad en el uso de técnicas y materiales?
“Yo tengo una libertad total para abordar los temas como quiero. Hay que decir que en Francia tenemos mucha libertad para crear y a mí no me importa si el libro lo leen niños o lo leen grandes. A mí no me gusta simplificar, poner colores plenos o formas simples. Cuando era pequeña me gustaban mucho los cuadros de Brueghel y recuerdo haberme pasado mucho tiempo observando detalles de sus cuadros así que, sí, asumo la referencia.”
Pensado en un principio como un libro único, rápidamente el protagonista cobró vida, por lo que su autora añadió cosas que no tenía pensado incluir, junto con muchos, muchísimos detalles. El proyecto fue creciendo y ahora se propone seguir con él pero para hacer otras cosas. “No me gustaría hacer una serie de libros iguales, sino tratar de desarrollar el mundo de Jacominus en diferentes formatos. Por ejemplo, acabo de terminar un libro de papel troquelado, donde cuento un momento de la vida de Jacominus que está poco narrado en el libro, un encuentro con su novia, Dulce.” Y como es mucho más fácil mostrarlo que explicarlo, lo busca en su celular y me lo muestra. Es un pequeño teatro donde se van pasando las hojas y lo que se ve es un trayecto por un espacio único en el que Dulce atraviesa el libro para ir a ver a Jacominus que la espera, al fondo del
libro, en su barco. A medida que se pasan las páginas troqueladas se va atravesando el espacio, plano a plano. Una experiencia de lectura que tiene mucho del prodigio de los comienzos del cine, aunque ella prefiera definirla como teatral.
Y Jacominus, a lo largo de su vida, aprende muchas cosas, pero sobre todo, aprende a percibir, mucho más que a expresar sus sentimientos con palabras. ¿Cuánto de vos, en tanto artista plástica hay en este personaje?
“Creo que hay mucho más de mí en este personaje que en otros libros. Por primera vez me siento muy implicada en un libro y creo que está hecho con mucha sinceridad.”

Publicado en el diario Perfil, 12/5/2019

domingo, 5 de mayo de 2019

Deconstruyendo a Onetti


Teoría de la prosa

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            Hubo un tiempo (y fue hermoso) en el que Ricardo Piglia daba clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En sus seminarios -laboratorios donde sistematizaba sus hipótesis literarias- se agolpaban lxs alumnxs para escucharlo discurrir sobre escritores que, en buena medida, pasaron a integrar el canon de lo que no podía dejar de leerse desde este lejano sur: Sarmiento, Macedonio Fernández, Borges -“el mejor escritor argentino del siglo XIX”- y Juan Carlos Onetti, al que sumó lo que consideraba el núcleo de la vanguardia literaria moderna: Saer, Puig y Walsh. Junto con sus escritos sobre el género policial, constituyeron el corpus central de una obra crítica que, a lo largo de su vida, siguió el camino trazado por Borges: el del escritor que construye un corpus crítico en paralelo con su obra de ficción en la que, en muchos casos, ficcionaliza sus hipótesis críticas.
            Los últimos meses de su vida, junto con un grupo de investigadores y amigos, organizó el archivo con los papeles de trabajo que enviaría a la Universidad de Princeton, donde se hallaban las clases del seminario que dio sobre Onetti, en las que trabajó hasta último momento, decidido a publicarlas. El resultado es este libro, donde se concentran una de las lecturas más productivas sobre el escritor uruguayo (junto con la de Josefina Ludmer, de fines de los 70), con una indagación teórica sobre la forma nouvelle y el proyecto de enseñar a leer desde el punto de vista de un escritor y no de un crítico -ver cómo un texto está construido en lugar de interpretarlo- en el corazón mismo de la institución formadora de críticos académicos.
            Las nueve clases que lo integran abordan los principales textos de Onetti, en los que llevó el género nouvelle a su forma más depurada. Desde el comienzo de su escritura, con El pozo, de 1939, siguiendo por La vida breve, La cara de la desgracia, La larga historia, Los adioses, Para una tumba sin nombre y Tan triste como ella hasta Cuando entonces, de 1987 exhibe un universo que narrativa y temáticamente se cierra sobre sí mismo, donde están planteadas las líneas de un estilo único -un tono, una atmósfera, unos tópicos, un tipo de espacialidad, hasta la construcción de un territorio imaginario, Santa María- que conforman una de las obras más sólidas y deslumbrantes de nuestra lengua.
            Citando a los autores que teorizaron sobre el género, Piglia sostiene que la nouvelle está ligada a la estructura del secreto que se constituye en el motor de la trama. Relacionado con lo reprimido del psicoanálisis y lo elidido de la lingüística deja sin explicar la causalidad, por lo que su lectura, cercana a una tarea de traducción, no estará dirigida a interpretar sino a entender. Como relato enmarcado, el narrador siempre será alguien que cuenta lo que ve, por lo que mantiene una distancia con respecto a lo narrado y a la vez está implicado. En cuanto a aquello que no se narra ocurrirá siempre en un espacio cerrado: una cabaña, un cuarto o guardado en un mueble al que no casualmente se lo ha llamado “secreter”. Porque la idea que rige la nouvelle es la de que todos tenemos una doble vida ominosa.
            A pesar de la originalidad de una obra que se plantea como inmanente, Piglia la lee en relación con el campo literario rioplatense de los años 40 -Arlt, Borges- y con los precursores del género -Faulkner y Henry James-. Los climas propios de Faulkner y el uso del punto de vista jamesiano son una de las coordenadas que marcan su proyecto literario. De Arlt tomará el concepto de lo contrasocial y su espacio privilegiado, el prostíbulo, y de Borges y la tradición del fantástico, la idea de que lo imaginario puede tomar la realidad.
            Un afán pedagógico recorrió siempre la obra crítica de Piglia. Ojalá que de su prolífico archivo sigan saliendo estas pequeñas joyas.
           
Publicado en diario Perfil, el 5/5/2019