Oda al odio
El odio por la especie humana -el
motivo de esta compilación- aunque pueda deberse a diferentes causas
(algunas tan banales como el amor propio herido), de tan general e
indiferenciado, se ha convertido en una posición frente a la vida,
casi una postura filosófica. Hermana del nihilismo, adoptó
distintos ropajes a lo largo de la historia: el de ermitaño, de
eremita o de santo que decide darle la espalda al mundo, pasando por
toda una variedad de personajes semi-humanos que la literatura
utópica exploró como el buen salvaje del renacimiento, mientras la
filosofía política pensaba la sociedad humana como el resultado de
un contrato social.
Caricaturizado desde la antigüedad
clásica, la figura del misántropo reaparece en el renacimiento y
los siglos subsiguientes como demuestra esta larga antología, como
una figura de la incorrección política que vuelve para recordarnos
que el malestar en la cultura no decae.
El género satírico se ensañó
especialmente con el hombre, al que compara, en varias versiones, con
las fieras, para demostrar -ya un lugar común- de qué lado está la
verdadera ferocidad. Y en su obra más famosa, Elogio de la
locura, el mismo Erasmo se pregunta el porqué de la obsesión de
los hombres por conservar la vida a cualquier precio, cuando lo más
sensato es acabar con ella lo antes posible.
Es que no hay como
la risa sarcástica para expresar el desprecio que merece la
condición humana, sentenció Montaigne en sus Ensayos, y el
barroco, un siglo más tarde, ya a las puertas del capitalismo,
profundizó sus críticas y encontró que el único amor del ser
humano es a sí mismo, ya que el interés y la mentira son los que
rigen las relaciones humanas. Y para desenmascarar a su clase, nave
insignia de las sociedades opulentas e hipócritas, nadie como Oscar
Wilde, con el contrapunto entre un aristócrata esnob y su discreto
mayordomo, una verdadera perlita.
El siglo XIX parece haber sido
especialmente pródigo en diatribas contra la humanidad, esa “mujer
vieja más asquerosa entre todas las mujeres viejas”, según
Nietzsche, el autor de un verdadero manifiesto del anti humanismo y
de cualquier forma de progresismo que fue La gaya ciencia, a
los que se sumaron Schopenhauer para quien el hombre es solamente una
enfermedad; Kierkegaard con su pesimismo militante y Dostoievski con
su guerra declarada a la mediocridad, es decir, al género humano en
su mayoría.
Los remedios van
desde recluirse en la lectura y en la ensoñación como postula
Pessoa, perderse en la multitud como sugiere Beaudelaire o la “Vida
retirada” de Fray Luis de León, hasta propuestas mucho más
radicales como la muerte asistida o la ligadura de trompas como
política de Estado hacia las mujeres para evitar el crimen de
“replicar al cerdo con el que se unió”.
Porque finalmente, el único
sentimiento noble que el hombre puede alcanzar es el odio, concluyen
con mayor o menor refinamiento los autores reunidos en esta
antología, entre los cuales, un matemático alemán, célebre por su
perspicacia, mucho antes del descubrimiento de nuestro traicionero
inconciente, nos definió magistralmente: “Estoy convencido de que
uno no sólo se ama en los otros, sino que también se odia en los
otros.”
Publicado en diario Perfil, 9/4/2016