viernes, 28 de septiembre de 2018

Infinitas maneras de estar juntos

Koi

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Koi es el nombre de un pez muy valorado en la cultura china, entre otras cosas, por ser el símbolo de la abundancia y el modelo que Disney eligió para el diseño del protagonista de Buscando a Nemo, entre otros motivos, por sus brillantes colores. Pero también es el nombre de la novela ganadora del premio Norma 2018, que cuenta la historia de una adolescente solitaria a la que las relaciones sociales no se le dan nada bien.
Agobiada por el rechazo de sus compañeros por no encajar en los estándares de belleza que la muñeca Barbie nos legó, se recluye, cada vez más, con sus auriculares, con la compañía de una banda de sonido de una época que no es la suya, pero cuyas letras en castellano la ayudan a sanar sus emociones heridas.
Pero además, elige contarlas. Y para eso empieza describiéndose como una chica fea, sin amigas, pero lo que la convierte en única  para su impiadosa mirada es la ausencia de su padre. Una ausencia que va convirtiéndose en un secreto cada vez más difícil de soportar, cuando la entrada en la adolescencia, ese tsunami emocional, la lleve a tomar, como una heroína trágica, decisiones cada vez más extremas.
Pero como se sabe, de un laberinto sólo se sale por arriba y una vez que descubre el misterio de su origen, no para hasta recuperar lo que por derecho le pertenece: la relación fraternal que su padre, en su ausencia, le brindó, con un hermano recluido en su autismo, al que sólo parecen conmoverlo los peces y que, como un especialista, estudia a toda hora encerrado en su habitación.
La literatura para adolescentes parece haber entendido que no hay temas tabú y decidió enfrentarlos con la madurez que los jóvenes lectores se merecen. Enhorabuena.

Publicado en el diario Perfil,


El viaje interminable

La vuelta al mundo en 101 libros para chicos


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Elegir ciento un buenos libros para recomendar a adultos interesados en iniciar en la lectura a pequeños legos no debe haber sido una tarea sencilla, sobre todo para una especialista en el rubro como la autora de esta “guía de viaje literaria.” Es que el género, sobre todo en las últimas décadas, viene dado muestras de una madurez formal de la que la mayor parte de las novedades editoriales para adultos carecen.
        Y esta guía, pensada como un mapa posible donde seguir diferentes recorridos, no reniega de los nuevos modos de lectura multimedial, un espacio donde el centro se reconfigura a medida que el internauta se mueve por una red de textos.
        Mediante íconos que organizan la información, flechas que reenvían a otras páginas, variaciones tipográficas y en el diseño de la página, reproducen el escenario virtual en el que niños y jóvenes se mueven como peces en el agua.
        Cada uno de los libros recomendados remite, por afinidad, a muchos otros, formando constelaciones de libros, para demostrar que la literatura infantil es un territorio dúctil donde todo cabe: desde los relatos tradicionales, los juegos de palabras y el sinsentido, la divulgación científica, la historieta, la fantasía desbocada, la historia ficcionalizada, los relatos silentes, la poesía ilustrada y las leyendas orientales e indígenas hasta cuentos infantiles de escritores para “grandes”.

        Lo cierto es que por estas páginas circula lo mejor de un género muy joven, que nació bastante tiempo después de que la humanidad descubrió a los niños y concibió el concepto de infancia, quizás cuando tuvo necesidad de mano de obra para sus novedosas fábricas y se vio obligada a cuidar a esos adultos en miniatura que pocas veces sobrevivían a sus duras condiciones de vida. Hoy conforman el público más dinámico del mercado editorial quizás porque muchos escritores asumieron lo que un escritor argentino radicado en México, Jorge Luján, formuló, que “escribir para niños es elevarse a la altura de ellos.”

Publicado en diario Perfil, 2/9/18

La lengua maldita

Yo, la perra





        Parafraseando el título de una famosa película sobre Sor Juana (una de las voces poéticas que sorpresivamente no han reaparecido en este nuevo despertar del movimiento de mujeres) una voz femenina en primera persona se asume “perra”, y en este gesto, enlaza con la tradición de poetas argentinas, de la que la “loba” de Alfonsina Storni es una de sus predecesoras. En el poema que abre el libro, “Algo habré hecho”, el cuento tradicional Caperucita roja se reformula cuando el yo poético se deja engullir por el lobo, sin ningún intercambio verbal previo.
        Con una escritura filosa y provocadora construye imágenes concentradas, precisas, con las que se propone construir un lugar propio: “Escribo / para ahuyentar / la pulsión del silencio. / Esa manía / de esquivar la otra voz / y hallar una propia.” Un arte poética que desde el título elegido, “La catarsis no es poesía”, se plantea, lejos de la revelación de una biografía, como un batallar contra “un espacio vacío de voz”.
        La lengua, la escritura, la sangre, el cuerpo, el tiempo, los sueños y las pesadillas, el amor y su contrario: todo lo que tiembla o late, la materia con la que estamos hechos, es la materia con la que está hecha su poesía, que no parece diferenciarse del yo que la enuncia. “Soy / la palabra que repite / el calor del deseo.”

        Leemos en la solapa que su autora apuesta por la construcción de un mundo más justo y considera a la poesía como una herramienta de liberación personal y colectiva. Probablemente nada de esto se deje leer en su escritura. Quizás, sí, lo que en éste, su primer libro se enuncie, es la apuesta por un trabajo poético que se concentra “para saber / hasta que me duele / la lengua”.

Publicado en diario Perfil, 16/9/18