domingo, 3 de marzo de 2024

Vuelta encontrada y la entrevista a Juan Bautista Duizeide

Leemos en los datos biográficos del autor que después de egresar del Liceo Naval, y como piloto de ultramar, navegó por los océanos Atlántico y Pacífico, los mares Báltico y del Norte y que estuvo a punto de naufragar cerca de las costas de Tierra del Fuego.

Su formación como marino marcó su vida (y su supervivencia) y más tarde su obra narrativa, en la que se destacó, como en esta novela, en aquellos relatos de oficios donde se describen morosa y amorosamente los pequeños y grandes trabajos que se ejecutan con mucha precisión y a lo largo de una vida, el saber sobre ellos, sus herramientas y objetos, algunos de una belleza perfecta, junto con el uso de un léxico específico.

Compiló varias antologías dedicadas a los relatos de mar y como periodista cultural, publicó trabajos críticos sobre la obra de Haroldo Conti, entre otros.

A propósito de la publicación de su última novela, Vuelta encontrada, por la editorial Leteo, conversó con La gaceta literaria sobre sus dos grandes pasiones: el mar y sus personajes entrañables.

 

- En los comienzos de la novela, el protagonista, el capitán Gonzaga, es apresado luego del naufragio de su barco, en las costas de Mar del Plata, en el año 1976. ¿Qué relación tuvo la marina mercante con la dictadura?

Ahora que repaso lo sucedido con el capitán, noto que tal vez pueda funcionar como una metáfora de lo que sucedió con la marina mercante argentina. En rigor, no fue víctima de la política económica de la dictadura, ya que muchos militares tenían negociados en torno a la industria naval y la propia marina mercante. Además, la política vaciadora comenzó en verdad un poco antes, fue un diseño de Ricardo Zinn, funcionario del ministerio de economía de Isabel Perón. Las políticas que él diseñó fueron coronadas por el menemismo y, en lo fundamental, continúan intocadas por los gobiernos democráticos en cuatro décadas. La Argentina perdió a causa de ellas una flota de ultramar que disponía de poco más de ciento cincuenta buques de carga que cubrían todas las rutas del mundo. Perdió su industria naval, perdió el control de sus puertos y perdió miles de puestos de trabajo. El saldo es catastrófico.

 

- ¿En quién te inspiraste para componer a este personaje, un viejo lobo de mar que a la vez es un héroe trágico, ultrarreflexivo? De él se dice que “no observa, sino que contempla”.

A mí me parece que tiene mucho de algunos capitanes con los que navegué, así como de mis capitanes favoritos de la literatura, también de algunos personajes del cine y la historieta. Algo debe tener del capitán Ahab, de Moby Dick, y del obcecado capitán Mc Whirr de Tifón, mi novela favorita de Conrad. También de Maqroll el Gaviero, protagonista de una saga de novelas de Álvaro Mutis; y del Corto Maltés. Algo de la mirada del capitán Jack Aubrey interpretado por Russell Crowe en la película Master and commander, de Peter Weir. Y por supuesto, de esos marinos casi filósofos de los cuentos de Hugo Foguet, a cuya memoria el libro está dedicado, junto a su compañera, la querida poeta Inés Araoz. Estoy convencidísimo de que en tal sentido Vuelta encontrada es autobiográfico: por la negativa. Aunque tampoco Gonzaga se realiza: es un romántico.

 

- Existe una larga tradición universal de literatura de marinos, ¿te considerás un escritor en esa línea, “atado al mástil de la lapicera”?

Sí y no. Me dediqué a navegar profesionalmente porque había leído ciertos libros; por navegar profesionalmente empecé a leer de otra manera esos mismos libros; y por navegar, supongo, escribo de ciertas maneras, merodeo ciertos asuntos, me intereso por algunos temas y no por otros. He escrito acerca de las representaciones del mar en la cultura argentina, y las he comparado con las de la cultura anglosajona, además. Pero la mayoría de las lecturas que me han interesado y me interesan no tienen que ver con el mar. Por ejemplo, fue para mí fundamental para este libro Matsuo Basho. Más allá de que se pueda leer como novela, su forma es la del haibun: combinación de prosas líricas narrativas referidas a viajes, más haikus.

 

-Yo inscribiría esta novela dentro del subgénero de los relatos de oficios. ¿Vos cómo la definirías?

            A mí me interesan los trabajos en la ficción tanto como los trabajos de la ficción. Su vocabulario, sus gestos, sus climas suelen andar por lo que escribo, así como las reflexiones o las preguntas relativas al lenguaje. Yo, a diferencia de un escritor como Haroldo Conti, que se interesaba en todos estos oficios terrestres sin perder a la vez su carácter de escritor religioso, me siento más vale con una inclinación mística: la búsqueda, las preguntas, no —por desgracia— las respuestas, el hallazgo, la fe.

 

- El oficio de marino, que uno podría pensar, es pura acción, pura experiencia, genera en estos personajes una cantidad de preguntas del orden la metafísica. ¿Esto fue una necesidad de la propia novela?

Quizás no llegue a darse cuenta la mayoría de los navegantes que, sin embargo, navegar es en buena parte lenguaje. En cualquier escuela profesional de navegación, el aprendizaje de nomenclatura marinera es una materia que puede abarcar todo el primer ciclo lectivo. Y ni siquiera ahí termina el aprendizaje: hay que aprender el lenguaje de las cartas náuticas, de las cartas meteorológicas, lenguaje legal y comercial, inglés técnico marítimo, etc. El uso de esos lenguajes puede hacer que alguien se interrogue acerca de los lenguajes en general, que reflexione acerca de sus posibilidades y de sus imposibilidades. Fue mi caso. Y esa reflexión, sumada a entornos que fácilmente suscitan estados de conciencia inhabituales, extremos, sumada también a situaciones de peligro en los que la fragilidad humana pasa a primerísimo plano, pueden llevar a meditar acerca del ser, de la trascendencia, de las razones o sinrazones de nuestra estadía fugaz en este planeta llamado Tierra, aunque debiera llamarse agua.

 

- ¿Cuál es la vuelta encontrada del título, representada en la tapa por el símbolo del infinito?

La expresión “vuelta encontrada” tiene en el registro náutico un significado preciso: designa la circunstancia en la que dos embarcaciones próximas entre sí navegan a rumbos opuestos. Entraña cierto peligro. Valga entonces como metáfora. Pero me gusta además su musicalidad. Y recuerda incluso el título de un libro de Juan José Saer, La vuelta completa. Aludir a él es para mí aludir a una manera de operar con la escritura: un trabajo de la prosa cada vez más cercano a la poesía, sin abandonar completamente la narratividad. Vuelta encontrada intenta designar también ese loop de la memoria que es el libro para mí, una larga introspección del protagonista en su agonía, recordando hacia atrás, hacia el mito, hacia el silencio o hacia las palabras dadas vuelta sobre sí mismas. El protagonista viaja por su memoria como yo viajo por mi memoria escritural.

Publicado en La gaceta literaria, 3/3/24

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