lunes, 12 de noviembre de 2012

Cuando el cuerpo se vuelve un campo de batalla

Irene Vilar, autora de Maternidad imposible




La escritora, editora y agente literaria puertorriqueña Irene Vilar es la autora de este relato autobiográfico que es un verdadero descenso a los infiernos. Es la penosa historia de la adicción de una joven a la automutilación, a través de quince embarazos fallidos, varios intentos de suicidio y relaciones afectivas devastadoras.
Comienza con el relato de una historia familiar quebrada (una madre suicida, un hermano muerto de sobredosis, una abuela presa por atentar contra la seguridad de EE.UU.), enmarcada en el contexto político de Puerto Rico, un estado sin autonomía y por lo tanto con un personaje que se asume sin historia, sin patria, sin lengua propia.

- ¿Todos tus libros están publicados en inglés o escribiste en castellano alguna vez?

Mi primer libro fue escrito en español pero fue publicado en inglés. El manuscrito en su lengua original ha desaparecido, lamentablemente. Se llamó Galería de mujeres. Intenta encontrar los vasos comunicantes entre la depresión de una joven -yo- y la historia de destrucción y heroísmo implicada en la vida de su abuela, una militante nacionalista puertorriqueña que a los 32 años atacó el congreso de los EE.UU., fue sentenciada a prisión de por vida y luego de 27 años perdonada por el presidente Carter, y el suicidio de mi madre. Entonces intenta un poco pelar como una cebolla estas diferentes capas de tragedia personal y nacional.

- Sí. Algo que este libro reformula pero desde otro lugar. Uno de los personajes dice que el centro de tu historia es el mal. Este mal autoinfligido como respuesta al abandono, que describe en cada uno de sus momentos, explica las causas, detalla el proceso de la cura, y sin embargo, creo que no resuelve el tabú del atentado a la maternidad que significa asumirse como adicta al aborto. ¿Qué reacciones generó tu libro?

Yo soy editora y sabía muy bien lo que este libro iba a crear en términos de debate en EE.UU. Un año antes habían matado a un doctor que practicaba abortos. Entonces yo sabía que lo que estaba haciendo era un gesto muy político. Y lo que yo intento con el libro es no meterme en el discurso pro vida o pro elección. Yo trato de dar un testimonio de la alienación de una chica joven que tiene que reconciliarse con ese legado histórico, purgar una relación tóxica con un hombre 35 años mayor que ella y básicamente encontrar una redención última en una maternidad. Cuando yo termino este libro se lo mando a la mujer que más admiro, Robin Morgan, que luego escribió el prólogo. Yo pensaba que de todas las feministas quizás ella fuera la única que pudiera entender lo que estaba haciendo porque yo estaba consciente de que en la lucha tan fuerte de muchas mujeres para ganar derechos mínimos como votar o como la salud reproductiva, pues, testimonios como los míos, que abren la discusión, podían ser peligrosos. Me tuve que meter en un programa de protección por un año, me mandaban mensajes como que me iban a pegar un tiro por cada aborto. De la izquierda, silencio. Yo escribí este libro para los estudios de género y pos-coloniales, para que las mujeres jóvenes accedieran a un lenguaje nuevo. Porque un libro así jamás fue escrito. Yo le dije a mi editora: en 5 años tú vas a tener profesores ordenando el libro para que lo lean los estudiantes. Y eso es increíble porque cambia a las generaciones. Esas mujeres van a ser madres y esos hombres van a ser padres.

- Esta búsqueda fantasiosa del embarazo como forma de mitigar el desamparo, el desorden tiene mucho que ver con la anorexia como forma de control sobre el cuerpo ¿no es así?

Sí, definitivamente. Y como muchas drogas también. Esta perversión contra la fecundidad tiene mucho que ver con la anorexia como forma de control sobre el propio cuerpo. Lo que aparece es una chica joven con gran pobreza emocional en una familia primitiva, en un país primitivo. Y el libro observa y analiza la manera que tenemos de relacionarnos con nuestra sexualidad que muchas veces se da de una forma extrema, grotesca, el cuerpo se vuelve un campo de batalla. En el caso de mi automutilación cuando me preguntaban ¿por qué no usaste la pastilla? Pues, porque existe el inconciente! Y por lo tanto yo tenía una manera muy neurótica, no con el aborto sino con la maternidad en tanto era uno de los pocos momentos en que me sentía amada, completa. Muchas jóvenes pasan por eso.

- Digamos que tiene un final feliz.

Más que feliz, tiene un final precioso (lo dice mirando a sus hijas corretear).

- Hay un viejo chiste que circula entre los argentinos y es ¿cómo se suicida un porteño? Tirándose desde su ego. El personaje de tu maestro, este intelectual argentino, exiliado político, sostenido en la impostura, le cabe perfectamente.

(Risas) Sí, a la perfección. Sin embargo, a pesar del daño que esta relación me produjo (doce de los quince abortos los hice estando casada con él) intento bucear en los motivos personales que me llevaron a esta compulsión, corriéndome del lugar de víctima que es el más destructor que se pueda imaginar.

Publicado en diario Perfil 17/06/2012

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