jueves, 15 de noviembre de 2012

A la búsqueda de un mundo perdido


El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan
de Patricio Pron



El libro de relatos de Patricio Pron (según la revista Granta, uno de los mejores escritores jóvenes en lengua española) es una larga indagación sobre la memoria herida por la experiencia del nazismo. La historia alemana (las dos guerras que finalmente perdió y su división en dos territorios para convertirse en lo opuesto que había sido – un orgulloso imperio-) está en el centro de los relatos de este escritor argentino que reside en España, doctorado en filología románica por una universidad alemana, pero que ahondan en un trauma argentino, el de la memoria en relación a un pasado sangriento.
La historia alemana, tanto como su topografía y su tradición literaria, a la vez que son tema, le dan a los relatos una atmósfera de sombrío desencanto que pensado en términos de imágenes tendría los claroscuros de un film expresionista. Las leyendas recogidas por los hermanos Grimm (El flautista de Hamelin, Hansel y Gretel) entraman algunos de los cuentos creando un efecto destemporalizador, como en “Las ideas”, donde los niños de un pueblo de agricultores de la R.D.A. en los años previos a su colapso, desaparecen misteriosamente detrás de uno de ellos y de la misma forma regresan, silenciosa e incomprensiblemente, como los sucesos en ese país detrás del muro.
Los museos y los mapas como formas perfectas del viaje inmóvil son, como la memoria del anciano Dr. Maak, un compendio de datos inútiles e imaginarios que transmite a una joven quien, con un mapa transparentado bajo su vestido mojado, se aleja para siempre de su casa.
Una voz desdoblada narra en segunda persona, en futuro anterior (“después de que tu madre se haya muerto”) el hallazgo de un álbum de fotos de juventud de ella que resignificará sus recuerdos -la materia de la que estamos hechos- hasta transformarlo por completo.
En “El estatuto particular” un juego inventado por la mujer de un escritor en crisis para recuperar el deseo, que consiste en viajar por separado a una ciudad cualquiera para reencontrarse, concluye en la escritura de las instrucciones del juego: un compendio de los delirios neuróticos que aquejan a los condenados por la literatura.
Un joven atormentado por la muerte de su madre y a la deriva, vuelve para enfrentarse con un padre que le muestra sádicamente las heridas de guerra y que su memoria, como las fotos en un museo de una muestra sobre sitios donde antes hubo casas, exhibe la devastación que el Alzheimer le produjo.
La escrupulosa tarea de reconstruir el ideario expresionista, la “Contribución breve a un diccionario biográfico del expresionismo” con cuarenta y tres entradas, resulta una excusa para escribir sobre el soldado y poeta Balduin Bählamm, cuya determinación a no morir hasta acabar su obra máxima, el Fausto de Goethe, lo encontró en las trincheras escribiendo mientras su sangre goteaba sobre el cuaderno. Un Pierre Menard alucinado y trágico que consagra su corta vida a escribir esta obra como si no hubiera sido escrita y que le valió la ruptura con los expresionistas, enemigos militantes del arte clásico, a pesar de que la naturaleza de su proyecto lo era: fundirse con el autor y con el libro que más amaba, consumar el proyecto imposible y desesperado de fusionar vida y obra con la “rapidez y el dramatismo que tienen los gestos de los dementes y los poetas”. Casi un fotograma de un film expresionista.
Son varios los relatos que exploran los mecanismos del arte para reconstruir una realidad devastada e irreconocible, como “La historia del cazador y del oso”, en que una mujer que vive en un presente continuo por haber perdido por completo su memoria pero no el gusto de “contar su vida como si fuera la de otra”, llena los huecos de sus recuerdos con los fragmentos que evoca de los libros de su padre resguardados de los bombardeos y con la serie de fotos familiares que un enfermero ruso le muestra cada vez, en las que ella no se reconoce y que la impulsan a reinventarse.
En otro, una solitaria mujer que ha abandonado todo contacto con la sociedad, se dedica a fotografiar niñas orinando en los parques. El placer intenso que le provoca la visión de las imágenes infantiles la lleva a recuperar el mundo de su infancia, “sin las personas que lo afean y lo arruinan”.
Y en un tenebroso pueblito del Mar del Norte, un escritor rezagado se ve obligado a asistir a un espectáculo privado que se duplica en las escenas de una obra de teatro a la que asiste y en la repetición (y en la diferencia) aparece la pregunta sobre los vínculos entre realidad y representación, el interrogante sobre el que se funda la posibilidad del arte, cualquiera sea el lugar elegido desde el cual escribir.

Publicado en diario Perfil

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