jueves, 15 de noviembre de 2012

América para los americanos


Debatir Bolivia. Perspectivas de un proyecto de descolonización.
Maristella Svampa, Pablo Stefanoni, Bruno Fornillo.





Un mapa de Bolivia “con división política” literalmente marcada entre los departamentos de occidente y los de oriente abre este meticuloso trabajo sobre el presente boliviano que los especialistas en el tema, la investigadora Maristella Svampa, el director de “Le monde diplomatique” de Bolivia, Pablo Sefanoni y el historiador Bruno Fornillo encararon, convencidos del carácter innovador de este proceso político en el que por primera vez, un indígena proveniente del sindicalismo campesino llega a presidente, produciendo una revolución política (un proceso de cambio basado en la “descolonización”) y simbólica (el quiebre del imaginario mundialmente dominante de la inferioridad de los indígenas).
Este trabajo se propone explicar las causas que posibilitaron este proceso revolucionario definido por uno de sus principales intelectuales, Raúl Prada, como post socialista, post modernista y post capitalista, y que se encuentran en el modo en que se reconfiguraron las clases sociales a partir de la caída del proyecto nacionalista (similar al peronismo) a fines de los 80, cuando el Consenso de Washington impuso el modelo neoliberal en la región. En ese momento la estructura social se transformó violentamente. Ante la caída del precio internacional del estaño, la poderosa industria minera sucumbió junto con la Central Obrera Boliviana (COB) y los mineros, columna vertebral del movimiento popular, dejaron de existir como clase. Los grupos campesinos e indígenas que conforman el vastísimo conglomerado de organizaciones sociales fueron su reemplazo y quienes se enfrentaron, primero, a la erradicación de la hoja de coca, luego a la privatización del gas y el petróleo, después a la empresa trasnacional de agua y al propio presidente neoliberal, Sánchez de Lozada, que se vio obligado a abandonar el cargo y el país. Esta fue la base sobre la que se construyó el MAS, el instrumento político liderado por Evo Morales, que ganó las elecciones nacionales a fines de 2005 y por segunda vez, en el 2009, con mayor caudal de votos que la primera.
Analizar el primer mandato de Evo Morales y señalar las contradicciones que encierra este “proyecto de descolonización” es el propósito de este libro, cuyos autores, a la vez que declaran su empatía con el proceso político boliviano, desean trazar líneas de debate hacia el interior del pensamiento de izquierda, como modo de conjurar el dogmatismo y el rechazo a la crítica, propios de esta corriente política.
Además de cuestionar el modelo de desarrollo que impulsa este gobierno plurinacional (modelo extractivista que continúa la línea de los gobiernos nacionalistas), analizan el rol que los intelectuales desempeñan en este proceso, agrupados en el colectivo “Comuna” (dos de los cuales, Alvaro García Linera y Raúl Prada, ambos funcionarios de altísimo nivel del gobierno, son entrevistados en la segunda parte). Sostienen que inauguraron dentro de las corrientes de izquierda un modo de intervención que parte de la convicción de que la realidad boliviana, con una matriz comunitaria tanto urbana como rural, campesina e indígena cuya estructura básica es el ayllu (comunidad que vive en un territorio de propiedad común trabajado de manera colectiva), no puede ser abordada desde teorías elaboradas en otro tiempo y otro lugar y construyen su propio marco teórico derivado de su propio modo de intervención. En este sentido, produjeron ideas que nombraban el acontecer boliviano actual uniendo la tradición marxista con el indianismo local, desde un lugar de acompañamiento de las organizaciones sociales en el armado de una inteligencia común capaz de sostener esta nueva construcción política, muy diferente al concepto de vanguardia política que dominó las experiencias revolucionarias desde la bolchevique hasta la cubana.
Por el contrario, los grupos sindicales e indígenas se apropiaron del saber técnico que los investigadores les proveían sobre cuestiones jurídicas, de desarrollo económico, de organización territorial y a la vez las prácticas cotidianas de los grupos sociales proveían a los intelectuales el material sobre el cual elaborar teoría, herramienta que utilizaron cuando pasaron a formar parte del núcleo duro de la gestión estatal.
El resultado es un devenir nación con una economía plural basada en una producción comunitaria y campesina, articulada por un estado fuerte que distribuye el excedente.
“No robar, no mentir, no ser flojo” es el principio ético que la nueva constitución del país (que reconoce la existencia de 36 lenguas indígenas y por lo tanto las convierte en lenguas oficiales) asume como punto de partida. El tiempo y la participación ciudadana dirán si este horizonte utópico es posible.

Publicado en diario Perfil

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