jueves, 15 de noviembre de 2012

La última curda


Beber para contarla. Antología de borracheras insignes
Antólogo: Peter Haining


Si hay algo que caracteriza a la cultura irlandesa desde tiempos arcaicos es la costumbre de juntarse con amigos a beber y a enredarse en discusiones bizantinas donde se destacan los narradores orales más elocuentes, al punto que fue un directivo de la muy irlandesa fábrica de cerveza negra “Guinness” el creador del libro que reúne los casos más extremos, el libro de los récords, con el que pensó se podría zanjar más de una discusión inverosímil en los pubs de su país, el espacio donde la conversación animada por las copas, las bromas y los relatos exagerados dieron origen a la palabra “craic”, otro aporte irlandés a la lengua anglosajona.
Peter Haining, periodista, escritor, editor y asiduo concurrente de bares, se propuso recopilar aquellos relatos donde la bebida (tanto como la religión y la música) tiene un papel central y el resultado es un muestrario de la narrativa y el teatro irlandés del último siglo.
La mayoría de las historias constituye un género al que el antólogo llama “piezas de pub”, donde la ingesta sostenida de alcohol va soltando la lengua a los personajes, todos grandes con/fabuladores, quienes “nunca han permitido que la realidad les estropee un buen cuento”.
“Por la gracia” de James Joyce, el primero de la serie, transcurre en un reconocible bar de Dublín (donde se desarrolla una escena del Ulises), con su protagonista hecho un ovillo al pie de una escalera, al borde del coma alcohólico. Una conspiración de sus amigos lo convence de volver a la grey en una interminable charla alrededor de su lecho de convaleciente en el que el sonido del whisky derramándose sobre los hielos tiene para él el mismo efecto hipnótico que los discursos encendidos de la fe.
Alcohol y religión son también los temas de “Ding-dong”, de Samuel Beckett, donde Belacqua Shulah, personaje de varios de sus primeros relatos, deambula por la zona de las tabernas elegidas por los obreros en huelga. El desgano y la ebriedad son cortados por la irrupción de una extravagante mujer que logra venderle seis localidades en el cielo.
En “La historia de Christy Mahon”, obra teatral que provocó un escándalo cuando se estrenó en 1907, un fugitivo llega al bar de un pueblo perdido y cuenta a los parroquianos la manera en que asesinó a su padre, quienes lo ocultan de la policía que para ellos representa al poder, es decir, a los ingleses. Toda la simpleza, la brutalidad, el provincianismo de la vida campesina y premoderna atraviesan gran parte de la literatura irlandesa del siglo XX que contrasta notablemente con las producciones más contemporáneas donde las drogas, el punk rock y la violencia criminal dominan los relatos.
Dos son los cuentos en que se narran las estrategias desplegadas para eludir las restricciones a la bebida. En “Sed” de Flann O´Brien, el relato desmesurado de la sed sufrida en el desierto durante la guerra por el tabernero se convierte en la excusa para beber tenazmente mientras se lo escucha. En “La geografía de un juramento irlandés”, un bebedor empedernido suscribe un pacto con el alma de su esposa muerta para reducir la cantidad de copas, sólo que si el acuerdo indica tomar un vaso diario, irá aumentando su tamaño o pondrá un pie a cada lado del umbral si el contrato exige no tomar ni en su casa ni fuera de ella.
En “El día de San Patricio por la mañana”, el ritual, hoy extendido a otros países, de consumo apoteósico de alcohol, deviene celebración popular cuando un noble empobrecido e hipotecado recupera su castillo de manos de la justicia inglesa.
Muy otro es el sentido de la celebración en “La despedida de soltera” de Eamonn Sweeney, uno de los nuevos escritores irlandeses. La escena se desarrolla en un disco-pub donde un grupo de mujeres asiste a un espectáculo de strip-tease. Narrado por una voz descarnada, pone en escena toda la experiencia del fin de siglo postindustrial: la marginalidad, el tráfico de drogas, el deporte como consumo masivo, el espectáculo del sexo, donde los gritos de las mujeres frente al streaper no difieren de los alaridos frente a la violencia que desintegra la fiesta.
Música y bebida parece haber reemplazado al vínculo entre religión y bebida que articulaba los primeros relatos y el pub y la música en Irlanda son indisociables. Así lo cuenta en su autobiografía Shane Mac Gowan, músico punk de la primera ola, gran conocedor de la música tradicional, de la literatura de su país y de las bebidas autóctonas.
“Haz lo que te dicen, rebélate” es el consejo que un alcohólico moribundo le da a un viejo amigo que llega para asistirlo en el último y más oscuro relato de la serie, “De visita”, donde la autodestrucción resulta una forma posible de la resistencia. No estaría mal recordar el consejo cada tanto.

Publicado en diario Perfil

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