viernes, 23 de noviembre de 2012

Más que humano


Los cuentos siniestros
de Kobo Abe



Si Kafka hubiera nacido en Japón y hubiera sido atravesado por la experiencia de la Segunda Guerra, habría escrito estos cuentos siniestros, en los que personajes sin nombre, perdedores de todas las batallas cotidianas habitan un mundo fantasmagórico y deslocalizado y un tiempo circular y asfixiante que no les pertenece.
En “El pánico”, un desempleado recibe un ofrecimiento para trabajar en una misteriosa empresa y al aceptarlo, ingresa en una pesadilla que resultará la prueba para ser aceptado en la empresa cuyo objetivo es robar, basado en principios marxistas como el que sostiene que la propiedad es un robo.
La mutación como monstruosidad es otro de los temas recurrentes. En “El perro”, un pintor vanguardista conoce la decadencia personal y artística cuando se casa con una objetivada modelo de su atelier, cuyo perro, superando en inteligencia a su dueña, exhibe, perturbadoramente, los difusos límites que separan a los humanos de los animales y los objetos.
La especulación acerca del futuro de la raza humana se tematiza en varios de sus relatos, en uno de los cuales vemos a un aterrorizado hombrecito, representante de los destinados a convertirse en alimento de la clase dominante, solicitar clemencia, basándose en el anacrónico concepto de “derechos humanos”.
En “El huevo de plomo”, un sabio puesto a hibernar despierta, por una falla en el mecanismo, ochocientos mil años después, frente a un estadio de la evolución en la que los humanos han devenido en vegetales, y divididos entre los que apuestan y los que trabajan, consideran a éstos el último eslabón de la cadena evolutiva.
El peso muerto de las tradiciones es el tema de “La casa” -quizás el más oscuro de la serie- donde el señor B. vive con un ancestro al que apenas alimenta y al que encadena dentro de su mohoso cuarto cuando se muestra, como la imagen más acabada de lo siniestro, “aquello que debió haber permanecido en secreto y sin embargo ha salido a la luz", asustando a su pequeña sobrina.
La aparición de un cadáver en el departamento de A. es la excusa para narrar la experiencia física de la paranoia, cuando éste se descubre enredado en la penosa tarea de demostrar su inocencia, casi un imposible para un personaje dominado por la indecisión.
Actuales y eternos como los clásicos resultan los cuentos de este autor, un verdadero hallazgo dentro de la exquisita literatura japonesa contemporánea.

Publicado en diario Perfil

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