jueves, 15 de noviembre de 2012

Biopoder y resistencia


Ensayos sobre biopolítica
Compiladores: Gabriel Giorgi y Fermín Rodríguez



Desde el momento en que Foucault planteó su concepto del biopoder como aquellas tecnologías que hacen individuos y constituyen poblaciones, la filosofía occidental recogió el guante y desde distintos enfoques abordó el concepto de vida como aquello que excede la experiencia vital de los seres humanos. Los autores compilados en este libro dialogarán desde su propia concepción –la vida como “virtualidad” e “inmanencia” para Deleuze; la “potencia de la multitud” para Negri; la “vida desnuda” para Agamben; o aquello “capaz de error” para Foucault– como formas de elaborar estrategias de resistencia al poder productor de vida, el biopoder.
En el último texto publicado antes de morir, Deleuze piensa la vida inscripta en un campo trascendental, una zona preindividual e impersonal más allá o más acá de toda idea de conciencia, donde la experiencia no está anclada en ningún sujeto ni se refiere a ningún objeto. Partiendo de Spinoza y su idea de la inmanencia del ser, Deleuze concibe la vida como lo inmanente en sí mismo, el movimiento infinito más allá del cual no hay nada. Por fuera de la dialéctica del sujeto/objeto del conocimiento, la concepción deleuziana señala la imposibilidad de trazar separaciones o jerarquías y funciona como un principio de indeterminación en el que el animal y el vegetal, el adentro y el afuera, lo orgánico e inorgánico se neutralizan. Es este mismo principio de indeterminación el que ofrece la posibilidad de generar prácticas políticas que desafíen el orden que impone el biopoder.
Paralelamente a estas reflexiones, Foucault considera la vida como aquello capaz de error, ya que el hombre es un ser vivo condenado a errar en la doble acepción del término: a equivocarse y a deambular, por lo que el error estaría en la base del pensamiento. Esta modificación en la teoría del conocimiento es la que subyace al concepto de biopolítica y la que conecta las reflexiones de Foucault con las de Deleuze para quien, habíamos dicho, la vida como inmanencia absoluta, es pura contemplación, pura potencia y este movimiento de autoconstitución y de autopresentación define al ser como pasearse.
Agamben recupera los últimos trabajos de ambos y propone el concepto “vida” como tema central de la filosofía futura. Partiendo de la síntesis dialéctica de ambos trabajos intenta encontrar en la matriz de la desubjetivización el principio que permite la asignación de una subjetividad.
Al dominio de la biopolítica Negri le opone la potencia de la vida encarnada por el monstruo, aquel sujeto común de la posmodernidad, esa fuerza colectiva capaz de ser otro y de reorganizar la vida y la productividad por fuera del paradigma de la modernidad. Es en la multitud donde la intelectualidad de masas tendrá la posibilidad de decidir sobre un paradigma alternativo al capitalismo.
“Un espectro asedia(ba) Europa. Hoy en cambio, lo que asedia al mundo se asemeja más bien a un monstruo” dice Negri y reconstruye el sentido de la palabra “monstruo” desde los comienzos de la teoría política moderna para quien será monstruosa la multitud y el caos que expresa. Unos siglos más tarde, a partir de la lucha de clases, el monstruo deviene sujeto. Monstruoso será el desarrollo capitalista para Marx, el principal filósofo de la modernidad, y monstruosa la fetichización del producto del trabajo humano, por lo que, para él, la racionalidad capitalista ya está investida del monstruo de la lucha de clases. En el pasaje del monstruo como metáfora del capitalismo al monstruo como metáfora de la multitud Negri encuentra la posibilidad de resistencia al dominio capitalista. La fuerza-trabajo que deviene clase reconociéndose como monstruo, libera su potencial político monstruoso, el de la multitud, la ciudadanía. Es el cuerpo sin órganos abierto a la metamorfosis, pensado por Deleuze, que se expande y da lugar a nuevas aperturas del ser y se abre al futuro. Para Negri, es el comienzo del fin de una época: la del dominio de la eugenesia -la concepción del poder que rige en Occidente desde los griegos- y que dará lugar al poder constituyente.
Por último, Zizek elige partir del concepto de empirismo trascendental que señalaba Agamben para arribar a la definición deleuziana de vida como el espacio virtual de potencialidades singulares múltiples. La realidad resulta entonces infinitamente más rica, ya que cada uno de los actos del presente está acompañado de su sombra virtual, sus infinitas posibilidades.
Los trabajos reunidos en este libro intentan abordar distintas formas de nombrar los excesos de vida, aquellos rasgos de inhumanidad (lo monstruoso, el devenir-otro, lo a-subjetivo) que, según estos autores, nos permitirán a los humanos construir un paradigma que desafíe al inhumano sistema que hasta hoy nos gobierna.

Publicado en diario Perfil 11/11/2007

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