jueves, 15 de noviembre de 2012

Deliciosas criaturas nocturnas


Galería fantástica
de María Negroni




Este ensayo, con el que la académica María Negroni ganó un premio internacional, parte de la premisa de que la vasta y rica literatura fantástica latinoamericana es una deriva del gótico, ese ácido que corroe el edificio de la razón haciendo estallar la significación y que lo emparenta con la poesía, o, llevando este presupuesto al extremo, con lo que los formalistas rusos llamaron “literaturidad” en su búsqueda ontológica del hecho literario.
Encuentra los tópicos de la literatura gótica (el aislamiento, la orfandad, lo nocturno, el tiempo suspendido, la sospecha de un crimen que funda el relato, el coleccionismo, las miniaturas, y sobre todo, la figura del artista, ese ser alucinado, especie de Jano bifronte parado entre el arte y la vida) en las formas que el fantástico adoptó en este continente, que continúa por este camino de ampliación de la realidad y la obsesión por atravesar la frontera entre arte y vida, entre sueño y realidad, cuyo vehículo, el doble, mucha veces toma la figura del autómata o de la muñeca, todos ellos portadores de los deseos y terrores infantiles.
Al analizar la larga serie de muñecas que pueblan los magistrales relatos de Carlos Fuentes (Aura, “La muñeca reina”), los maniquíes con los que el protagonista de “Las Hortensias” de Felisberto Hernández organiza las escenas en su teatro privado o las jóvenes vampirizadas por la mordedura de un insecto que las vuelve inmóviles como la protagonista de “La muñeca menor” de Rosario Ferré o de “El almohadón de plumas” de H. Quiroga, descubre en estos relatos escenografías armadas para atravesar la pesadilla del deseo, donde lo que prevalece es la indefinición entre lo humano y lo artificial, entre lo vivo y lo muerto. Las muñecas –“erótico simulacro” según A. Pizarnik-, como las palabras, son portadoras de un significado literal y de algo más.
Otra de las preocupaciones que el gótico expone es la manipulación que la obra de arte pretende ejercer sobre la realidad y la constatación de la imposibilidad de toda representación. Tanto La invención de Morel como “Las babas del diablo” son, para esta autora, un intento de acabar con el concepto de representación y de interrogarse sobre el instrumento con el que el arte intenta, infructuosamente, penetrar la realidad, como aquellos personajes afiebrados, inventores de mecanismos con los que narran una y otra vez la historia del acto creador.

Publicado en diario Perfil

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