jueves, 15 de noviembre de 2012

Pubis angelical


Charlotte d´Ingerville y otros relatos eróticos
de Georges Bataille



No debe ser tarea sencilla la de seleccionar textos póstumos de una obra como la de Bataille que se niega a las clasificaciones y al encasillamiento y de intentar seguir los caminos tomados por su editor francés para el ordenamiento de manuscritos -muchas veces ilegibles-, borradores, ideas esbozadas, fragmentos de novelas, reflexiones sobre su escritura, escenas sueltas, proyectos de prólogos, que en su dispersión, no hacen más que afirmar, dialécticamente, la unidad de su obra.
El relato “El muerto”, el que pareciera ser el nudo de su obra erótica, comienza con la muerte del protagonista y el derrotero de sexo, embriaguez y autodestrucción al que se entrega su compañera. Le sigue un proyecto de prólogo en el que explicita las condiciones de escritura y publicación de este texto, que, marcado por la experiencia de la guerra y una tuberculosis que lo llevaron a un estado desesperación y excitación, lo enfrentaron con lo que él denomina el rostro de la verdad o aquello que anuncia su aniquilación: la experiencia de la muerte, de la belleza y del goce en el que la risa y el llanto se confunden.
Tanto la novela inconclusa “Julie”, que remite a los acontecimientos previos a lo sucedido en el relato anterior como “Charlotte d´Ingerville” que relata el encuentro del protagonista con la joven amante de su incestuosa madre o “Santa”, donde una monja-prostituta conduce al protagonista por los caminos del sado-masoquismo, ponen en escena personajes femeninos que, como las antiguas bacantes, encarnan la síntesis de lo divino en lo humano que goza, se pierde y muere, donde lo escatológico y lo sublime se funden.
El erotismo, que para Bataille es la búsqueda imposible de la continuidad en la discontinuidad de los cuerpos, como la poesía –que en tanto ritmo es una forma de la continuidad en la discontinuidad del lenguaje- deviene el principio constructivo de su escritura. La forma inacabada, alucinada de los relatos manifiesta su postura estética, filosófica y vital en la que resulta imposible la distinción entre géneros, entre vida y obra, entre enunciación y enunciado, entre sujeto y objeto del conocimiento y nos incita a vivir la literatura como epifanía, a forzar, junto con sus personajes embriagados, los límites de la razón y perder el sentido, para llegar al punto donde el yo se disipa (en todos los sentidos) y donde cuerpo y escritura se funden en un todo indivisible.

Publicado en diario Perfil

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