jueves, 15 de noviembre de 2012

Cadáver exquisito


Cuentos carnívoros
de Bernard Quiriny



Un epígrafe de Ambrose Bierce en el que traza las coordenadas del género fantástico abre el conjunto de cuentos de este joven escritor belga y los sitúa en el espacio de la literatura fantástica en sus formas más clásicas, donde los ausentes, los dobles, los predadores de identidades ajenas, las metamorfosis y los pasajes, así como los textos incrustados, propios de la literatura de fin del siglo XIX (manuscritos, cartas) vienen, en los comienzos del siglo XXI, a recordarnos cuán difusos pueden ser los límites de lo real.
En su prólogo ficcionalizado, el español Vila-Matas arma una serie con los escritores obsesionados por experimentar con la muerte (propio del fantástico), donde conviven Copi y Poe con el imaginario Pierre Gould, padre del personaje homónimo de Quiriny que aparece en la mayoría de los cuentos, para intentar resolver el enigma del universo y dominar lo real, al precio de perder la razón.
En “Sanguina”, un caballeresco personaje jamesiano le cuenta al narrador el origen de su afición por el jugo de naranaja con sangre: El encuentro con una hermosa mujer que lo llevó a descubrir el espectáculo extraordinario de la piel de naranja que recubría su cuerpo ofreciéndole, como una fruta madura, todo el placer de una experiencia liminar.
En “El episcopado en Argentina”, una reciente viuda extranjera descubre, en la habitación del obispo que debe limpiar, el misterio que encierra el alma trasnmigradora del obispo y la multiplicación de su cuerpo.
El don sobrenatural de escuchar conversaciones muy distantes transforma a un oscuro y despreciado oficinista en objeto de deseo absoluto de una muchacha cuya obsesión la llevará a la psicosis.
En “Quidproquopolis” Pierre Gould, esta vez convertido en lingüista, descubre el misterio de la lengua de los yapus, que usan, sin cambiar de entonación, cualquier palabra en lugar de cualquier otra. La lógica de esta lengua ilógica es el absurdo y el malentendido (lo que hubiera hecho las delicias de Ionesco) que el narrador adopta para su vida cuando se casa con una mujer yapu y para honrar la confusión, se convierten en padres de mellizos.
En “Mareas negras” encontramos al ubicuo Pierre Gould promocionando una conferencia de una misteriosa Sociedad de Expertos en Mareas Negras, con el texto de Thomas de Quincy, “Del asesinato considerado como una de las bellas artes”, donde se argumenta acerca de la amoralidad de los actos bellos.
Un banquero sexagenario, dueño de una rigurosa organización de sus horarios que le permite disfrutar de la compañía de sus tres amantes y de su familia, sucumbe al desorden que los espejos del cuarto alquilado provocan cuando trastocan las imágenes de sus compañeras.
Un cronista musical relata distintas experiencias de composición al límite de la imposibilidad como el gaudífono, gigante instrumento-autómata, capaz de producir la totalidad de los sonidos o las piezas de un compositor argentino de una dificultad tan extrema que jamás pudieron ser ejecutadas.
Un asesino a sueldo se descubre en el texto de De Quincy como el único que ha unido las dos disciplinas cuando ejecuta el pedido de un artista plástico de moda de asesinarlo sobre el autorretrato del cual se considera coautor.
Un manuscrito aparecido entre los papeles de un espía británico que habla de la leyenda de una misteriosa bebida producida por campesinos de los Cárpatos, el sveck, capaz de sumir al bebedor en la borrachera permanente, resulta la clave de su desaparición definitiva.
Las propiedades sobrenaturales de una planta carnívora obsesionan a un botánico hasta que ambos reinos, como en Las metamorfosis de Ovidio, se funden.
Si todos estos relatos dialogan con la literatura universal (y con la literatura argentina en especial) Pierre Gould, alter ego (otra figura clásica de autor) de Quiriny, según el prologuista, por su parte, emprende una antología de escritores segundones, aficionados, desconocidos, excéntricos, fantasmas, malogrados, provincianos, ilegibles. Toda una postura estética sobre los modos de consagración en el campo literario. Personaje surrealista, anti-escritor que legó su futura obra, registró doscientos títulos y convocó a los críticos sin haber publicado ni una línea, dueño de un reloj que marca el tiempo que le resta de vida, lector voraz de mujeres tatuadas, proyecta escribir un anuario de escritores sobrevalorados y nos propone: “¡No creer sino en las leyendas / Y desaprender la vida!”
Un mérito aparte: la traducción de Marcelo Cohen, cuidadoso registro de una lengua que muchas editoriales olvidan que trasciende las fronteras de España y respetuosa de la atmósfera decimonónica de los relatos, nos reconcilia con los libros que nos llegan de España.

Publicado en diario Perfil

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