viernes, 5 de octubre de 2012

Entrevista a Laurent Binet

La historia de la barbarie y de la resitencia no se acaba nunca



El 27 de mayo de 1942 dos paracaidistas miembros de la resistencia checoslovaca atentaron contra Reinhard Heydrich, jefe de la Gestapo y máximo responsable del diseño de la “solución final” en lo que se conoció como la operación “Antropoide”. Traicionados por un camarada y acorralados por setecientos SS, se suicidaron después de ocho horas de combate.
Siguiendo los hilos que llevan a esta escena, Laurent Binet construyó una anti-novela en la que se sumerge en la mayor tragedia de la historia humana, la Segunda Guerra, en un combate entre la Historia y la narración, con el propósito de rendirle homenaje a los que se propusieron enfrentar la mayor máquina de guerra conocida hasta el momento.
Este relato apasionado y vertiginoso le representó a su autor el premio Goncourt a la primera novela y altísimas cifras de venta en su país.

- El libro se abre con una cita de Osip Mandelstam de El fin de la novela, pero de lo que está hablando todo el tiempo es del fin de la novela histórica. ¿Literatura y verdad serían incompatibles?
- Sí, efectivamente, aunque yo no diría incompatibles, sino que establecen relaciones muy difíciles.

- El texto está permanentemente intervenido por el autor que critica la verosimilitud como artilugio, el concepto de personaje, de narrador, de diálogo, sin embargo su construcción es la de un folletín, con sus héroes populares, sus historias de venganza, traición, amor, en un escenario bélico.
- Creo que es una buena novela. Es una novela que critica a la novela, pero aunque la critique, mi libro sigue siendo una novela.

- El texto es un combate contra la propia imaginación a favor de los hechos, por eso el uso de modalizaciones como “supongo”, “imagino que habrá dicho tal cosa”, etc. Pero cuando el autor dice que tiene ante sí determinado documento, de lo que se trata finalmente es de un pacto de lectura que haga que el lector le crea.
- Bueno, el lector puede ir a verificar que ese documento existe, de todas maneras.

- ¿El relato no es siempre una traición a los hechos?
- No me gusta la idea de que toda representación sea forzosamente ficción, sino más bien, una interpretación de la realidad y hay, desde luego, diferentes interpretaciones. Dicho esto, creo que hay ciertos núcleos duros de la realidad que hacen comprender que hay ciertos puntos que no dejan duda alguna, como por ej., que en Stalingrado los alemanes perdieron y los rusos ganaron; sabemos que Auschwitz existió; se sabe que este atentado ocurrió en Praga, en una curva, el 27 de mayo de 1942.

- Otro de los “blancos” de este texto es la pretendida objetividad del historiador. ¿Cómo fue pensado esto?
- Sí, la objetividad evidentemente es un mito. Me pareció más honesto exhibir mi subjetividad que engañar al lector. El lector sabe desde dónde hablo. Yo no soy objetivo justamente cuando hablo de los acuerdos de Munich donde Francia e Inglaterra traicionaron a Checoslovaquia. Tejí lazos afectivos con Checoslovaquia, así que si me escuchan pensarán que Chamberlain y Daladier son peores que Hitler, pero yo he dado los elementos de información para que entiendan que no hubo mala intención, que estoy lúcido en este punto.

- Aquí la escena narrada y el lugar de la escritura se funden en una suerte de pasión amorosa del autor con su historia, de obsesión.
- Se entrecruzan, sí, como profesor de Francés diría que el tiempo de la enunciación y el tiempo del enunciado se mezclan.

- Si bien el libro es un homenaje a los que combatieron al nazismo, el protagonista, a pesar de los reparos, ¿no resulta ser esa máquina de guerra que es Heydrich?
- Es verdad y lo lamento, en efecto. Tenía mucha más información sobre Heydrich que sobre los paracaidistas. Aún cuando los héroes sean ellos, sin duda, toda la primera parte del libro es casi una biografía de Heydrich. Si me apena desde un punto de vista sentimental, desde el punto de vista histórico la carrera de Heydrich me permitió armar toda la historia del Tercer Reich ya que él es un elemento clave de cada etapa del Tercer Reich y en el suceso del atentado que era lo que yo quería contar. Al seguir su carrera le agregué un sentido de epopeya que al principio no había pensado.

- Diría que resulta un personaje heroico.
- En todo caso sería un personaje novelesco. Yo no estaba fascinado con el hombre. Contrariamente al planteo de Jonathan Littell, no creo en él como en la encarnación del mal con mayúscula, aunque reconozco que desde el punto de vista literario Heydrich es un personaje fascinante.
- Decíamos que el libro comienza anunciando el fin de la novela pero si hay algo que combate es el fin de la historia.
- Sí, tal vez... La única conclusión posible es que esta historia no se termina nunca. Van a venir otros y van a agregar cosas a esta historia.

- Y lo que nunca termina es la historia de la crueldad.
- Por supuesto, la historia de la barbarie y de la resistencia, también, no se acaba nunca.

Publicado en diario Perfil, 30/9/0212

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