Tan buenos chicos
En el Castillo,
un colegio pupilo para “hijos del azar y de ninguna parte” donado
por un militar desertor de las guerras napoleónicas, vive su
adolescencia, en las afueras de París y durante los años de
posguerra, un grupo variopinto de jóvenes bajo la mirada estricta y
paternal de su director. Y será uno de ellos, Patrick, convertido en
escritor, el encargado de reconstruir aquellos años en los que la
rueda de la fortuna no les había mostrado todavía su cara más
amarga.
Narrado por
momentos a dos voces, desde una mirada adulta y desencantada que
tiene el mismo tono envejecido y melancólico de los films que una
vez al mes el protagonista se encargaba de proyectar en el internado,
van apareciendo, a partir de encuentros azarosos del narrador con los
personajes que poblaron su pasado: un antiguo compañero convertido
en habitué de boliches fuera de moda, un solitario profesor
atormentado que persigue jovencitos como un fauno, padres
enriquecidos e indiferentes que han empujado a su hijo fuera de su
mundo, una madre inestable y nada maternal que guarda en un
destartalado desván los recuerdos de sus años de esplendor, una
antigua compañera de la infancia enceguecida por un mentiroso
profesional o personajes fantasmales como “la condesa” y su hija,
“Joya”, actrices de una película proyectada infinidad de veces
para un único espectador en la que reconoce su propia vida. Todos
guardan un secreto tan ominoso como la Historia negada de la que
acaban de sobrevivir, como lo exhiben las distintas identidades que
asumen algunos de ellos a lo largo de su vida, y que el narrador
vislumbra, como detrás de una bruma, y que desde cierta candidez
muestra, sin llegar a desentrañar.
En esta novela,
Modiano consigue, una vez más, construir un relato atemporal como un
castillo gótico pero a la vez atravesado por la historia europea
que, desde un lugar sesgado, asoma mostrando apenas y entre líneas,
la perversidad y el ensañamiento con los que fueron moldeados sus
protagonistas.
Publicado en diario Perfil, 23/8/2015