domingo, 21 de abril de 2024

El narrador como artesano

Cuentos irlandeses

Un pequeño país periférico con una cantidad sorprendente de escritores, Irlanda, (el motivo por el que muchos la llaman la Uruguay de Europa) es el elegido en esta compilación recientemente publicada, una muestra de la enorme vitalidad de su literatura.

Cien años de historia literaria se propuso reflejar este trabajo que comienza con un relato de James Joyce, “Los muertos”, en el que su autor ensaya el cambio del punto de vista de la tercera persona al interior de la cabeza del protagonista -un indicio de la entrada en la modernidad- para terminar con un cuento de Nicole Flattery, una autora nacida a fines del siglo pasado.

Las diferencias y sobre todo, las continuidades temáticas: el ambiente rural, la guerra civil y los dilemas éticos que provoca la sumisión a la idea de patriotismo, el blindaje de la identidad respecto de Inglaterra, los ríos de alcohol que corren a través de sus personajes, la hostilidad de su clima gélido y por encima de todo y de todos, la presencia de la Iglesia católica dominan los relatos y hablan de un acierto en la elección de los textos que da cuenta de una literatura con rasgos propios.

Por sus cuentos circulan personajes beckettianos, sobrevivientes de la lucha de clases, junto a hombres y mujeres salidos de un mundo donde la oralidad tiene un papel central. Y si el espacio es el lugar habitado, estos cuentos conforman el espacio rural por antonomasia: paisajes agrícolas donde los sonidos y olores de la tierra y de los animales son el escenario de verdaderos relatos salvajes, aquellos que las sociedades tradicionales son capaces de producir, con jóvenes mujeres que han perdido la última oportunidad de encontrar el amor y ven cómo sus amigas se hunden bajo el peso de una prole numerosa, en un mundo donde los hombres “ya estaban casados con la cerveza y el whiskey.”

La mirada infantil, reveladora de aquellos secretos familiares que una vida sumida en la pacatería con que la religión católica permea cada escena familiar, muestra todo el terror que esconden los traumas familiares negados. O el despertar sexual y la mirada cínica de una adolescente que divide a los hombres entre los que tienen “V.V.: valor vehicular” y los que no, mientras se despliega peligrosamente sobre el telón de fondo de la desaparición de jóvenes muchachas. 

Y el salto a la modernidad, que se puede percibir en la tensión entre la experiencia urbana y el mundo tradicional en textos como el de Colm Tóibím, donde la mirada por fuera de ese mundo asfixiante de un joven ateo y gay no encuentra el modo de reconciliarlo con su pasado o el monólogo obsesivo de un hombre frente a la evidencia del momento exacto en que ese borde en el que dos personas se encuentran se terminó hace rato.

Si, como dijo Benjamin, un verdadero narrador es un artesano capaz de fabricar con la materia prima de su experiencia los relatos que transmite, los autores elegidos, como la consagrada Claire Keegan, son una muestra de la maestría de los irlandeses en el arte de narrar.


Publicado en diario Perfil, 21/4/24


Textos tempranos

Textos tempranos


          Una vez más, la editorial de la provincia de Buenos Aires, Ediciones bonaerenses, sale al rescate de la obra inédita de un autor nacido en esa región. Esta vez se trata de un guión cinematográfico, La tajada, y de cuatro capítulos de la novela El desencuentro, encontrados entre los papeles personales de Manuel Puig, que un grupo de investigadores de la Universidad de La Plata llevó adelante para encarar el trabajo de transcripción y cotejo de versiones con sus manuscritos, la mayoría de ellos tachados, reescritos y borroneados -un trabajo verdaderamente necesario- con el fin de hacerlos legibles.

Pero esta nueva publicación no sólo es importante por tratarse de un autor consagrado, sino porque nos da la posibilidad de acceder al momento en que Puig comienza a dar forma a esa maravillosa prosa con la que le dio voz a todo un universo femenino provinciano y que deslumbró a sus lectores no sólo en su país de origen.

En La tajada, el guión escrito a fines de los años 50, homenajea al cine argentino de oro de los años 40 del cual se nutrió en sus primeros años de vida en General Villegas, a la vez que descubrimos, a través del relato de una actriz en ascenso en el contexto del primer gobierno peronista, todo el nuevo entramado social que se configuró con la aparición del peronismo, con unos personajes contradictorios y moralmente lábiles que le dan espesor a esas voces nuevas que irrumpieron en el mapa de la literatura argentina.

Los capítulos encontrados de El desencuentro, escrito en 1962, son el inicio de lo que luego sería su famosa novela La traición de Rita Hayworth, donde se puede percibir una búsqueda de los modos de plasmar la oralidad en la escritura, uno de sus grandes logros, junto con el uso de los medios masivos (el cine, la radio, el folletín o las revistas del corazón) con los que este autor hoy tan valorado por la crítica y los lectores, abrió una grieta en el campo literario nacional. 

Por ahora, estos trabajos de investigación de obras poco conocidas de grandes autores argentinos se pueden encontrar en la red de bibliotecas públicas y populares de la provincia de Buenos Aires y descargar en forma gratuita de su sitio web: www.edicionesbonaerenses.sg.gba.gob.ar. Sus bellas ediciones ilustradas con pinturas del acerco del Museo de Arte Provincial Emilio Petorutti, invitan a tenerlas entre manos. Sus nuevos lectores esperamos verlas en las librerías muy pronto.


Publicado en La gaceta literaria, 21/4/24


sábado, 20 de abril de 2024

No son vacaciones

 No son vacaciones

            Un título que anuncia que lo que va a venir no es liviano, que el viaje que emprenden los protagonistas no va a ser un descanso. Un escenario de cuento de hadas, el sur argentino, con todo lo tenebroso y ambiguo de lo que estos relatos son capaces. Y una joven pareja, Catalina y Juan, que llega para ensayar una vida futura en la casa donde él creció. Una casa en lo alto de la montaña que, a los ojos de la narradora, surge después de atravesar una vegetación “rabiosa y desaforada”, en la que descubre toda la violencia que puede anidar detrás de la belleza.

            Así comienza la novela de esta joven escritora y editora, en la que los climas van marcando el pulso de una historia “de amor, de locura y de muerte”, parafraseando a Horacio Quiroga, quien hizo de la naturaleza salvaje su principal personaje. Un personaje que, en esta novela, es de una belleza abrumadora y que, por el contrario, invade los espacios, reflejándose en un juego de luces y contraluces que no hace más que mostrar la artificialidad propia de un escenario de película, y que la deja afuera, sin poder llegar a convertirlo en un espacio propio.

             Y son las luces y las formas el modo que la protagonista elige para acercase a la materia narrativa, cuya curiosidad desbocada por las vidas ajenas la lleva a inventarse retazos de la propia, y con el que va a describir a los personajes a partir de aquellos detalles que los hacen únicos. Como el de la madre de su novio, cuyos rasgos faciales la asemejan a una gorgona; el de Juan, que en su forma de caminar revela toda la potencia animal que la ciudad había refrenado o el de Richard, el maduro vecino cuyos rasgos contradictorios le provocan una inexplicable atracción.

            Una leyenda autóctona de sacrificio por amor, la de la flor de amancay, será el leitmotiv que se repetirá a lo largo del relato y que aparecerá en la forma que asume el amor entre Catalina y Juan, cuando ella descubra cuánto de misterio se esconde en su pasado, y que se replica en las flores ensangrentadas que el vecino encuentra.

            Con un muy buen manejo del tempo narrativo, una ajustada dosificación de los detalles y de la elaboración de climas, construye un relato acerca del amor como una presencia fantasmal que une y separa, y que la lleva a constatar lo que todas las familias -las felices y las que no- comparten: que pertenecer a una familia “es comportarse como si tuvieras un secreto que pudiera arruinarlos a todos.” Nada menos.

Publicado en La gaceta de Tucumán, 7/4/24

viernes, 5 de abril de 2024

Atlas de la literatura latinoamericana

Con una edición de lujo, la editorial española Nórdica acaba de publicar el Atlas de la literatura latinoamericana al que elige definir como una “arquitectura inestable.”

A cargo de la coordinación de tamaña empresa estuvo Clara Obligado, la escritora argentina que detenta el título de “inventora” de los talleres literarios durante su exilio en Madrid, cuando la última dictadura la obligó a migrar. Y la que le imprimió ese carácter plural, polifónico y “trans”, al convocar a críticos y editores españoles junto a sus pares de este lado del mundo, para hablar de cincuenta autores latinoamericanos, en un cruce que -quizás por eso que “de lejos dicen que se ve más claro”- lo enriqueció.

Escritores clásicos (aquellos que siguen suscitando nuevas lecturas), junto con “secretos mejor guardados” y autoras que quedaron invisibilizadas conforman este Atlas... ilustrado a dos colores por el también argentino Agustín Comotto, que dieron como resultado este bellísimo objeto con nuevas rutas para atravesar el siempre deslumbrante territorio literario latinoamericano, y cuyos responsables hablaron con Perfil de su nueva criatura.


¿Cómo fue el proceso de selección, tanto de los autores sobre los que se iba a escribir como de los críticos?

Clara Obligado. Yo quería que hubiera un diálogo entre escritores y críticos y aquí en España hay gente muy buena haciendo literatura latinoamericana, en la universidad. Entonces me pareció importante que hubiera un diálogo de orillas también, que no todos fueran latinoamericanos porque en el fondo eso también es una forma de limitación y de frontera. Yo quería una cosa intermedia, entonces hay bastantes críticos, los que a mí me gustan, también hay gente que pertenece a otros oficios del libro o que es más joven, o sea, yo lo que no quería en ningún caso es hacer una especie de mastodonte temático. Y después, a algunos autores les pedí cosas puntuales, por ejemplo, a Martín Kohan, que hiciera a José Hernández, a Mariana Enríquez, que escribiera sobre Silvina Ocampo, a María Negroni, sobre Pizarnik, a Leila Guerriero, sobre Rodolfo Walsh, porque me parecía que tenían que estar sí o sí. Y después hubo libertad, porque quería que ellos hicieran su propio Atlas, no el mío. Lo que sí les pedí también es que no eligieran autores del boom, que fuera aquel libro que les gustaría recomendar. Y sobre todo, insistí en que hubiera mujeres, porque si no insistís, los libros se vuelven masculinos ¿no?


¿A qué se debe que la Argentina tenga tantas entradas, es un tema de corazoncito tuyo o fue una cuestión específicamente literaria? 

Yo traté de pensar más o menos la cantidad de escritores que podía tener un país. O sea, toda selección es injusta. Evidentemente yo sé más de literatura argentina que de literatura mexicana. Y después voy como acortando según el tamaño del país, con la excepción de Uruguay, que es el país más chiquito, pero con una cantidad de escritores impresionante. Uruguay es Irlanda, dice Agustín. Entonces ahí fui injusta también, pero creo que no pretendía ser justa, sinceramente. 


JOSÉ HERNÁNDEZ POR MARTÍN KOHAN

“El mundo que Martín Fierro refleja cuenta menos que el que suscita. Martín Fierro funda un pasado (es decir, una memoria) y una persistencia (es decir, una identidad). “Martín Fierro” es el nombre de la tradición. No obstante, en la década de 1910, fue así como se llamó una publicación anarquista. Y en la de 1920, fue así como se llamó la más conocida revista de vanguardia. Y en el presente, es ese el nombre que llevan los premios de la radio y la televisión argentinas. “Martín Fierro” es pues el nombre de la tradición, sí, pero de una tradición que se abre y que se expande como queriendo significarlo todo; aun, y especialmente, lo nuevo.”


El libro tiene un trabajo muy importante de rescate de autores y sobre todo, de autoras invisibilizadas, de exiliados (que es una categoría muy interesante). ¿Hasta dónde hoy las fronteras nacionales son una categoría válida para hablar de literatura latinoamericana? Porque la nueva generación de escritores, en su mayoría, viven, escriben y publican desde otros países, quizás no por causas políticas, sino por una necesidad profesional. 

Agustín Comotto

Quizás pensamos el exilio solo causado por dictaduras, pero el exilio económico es lo que está sufriendo en este momento Argentina. Aquí en Barcelona está llegando mucha gente sin ninguna idea de quedarse, simplemente porque está expulsada. Y cuando tenés países en Sudamérica que tienen una política muy clara en relación a que la cultura es algo peligroso para los intereses capitalistas, la gente tiende a irse. Es decir, la cultura argentina y latinoamericana no se entiende sin un exilio permanente de sus escritores. El boom se hizo en Europa. Todas las generaciones de ilustradores argentinos han hecho la carrera en Europa. Es decir, es un país que produce mucho pero no tiene industria.


Hoy veo una generación de escritores latinoamericanos transhumantes. ¿Qué queda del país de origen en esas escrituras? Porque, además, me parece que una literatura signada por ese quiebre tiene que ser una literatura melancólica y no veo que la nueva literatura latinoamericana tenga dosis de melancolía. ¿O sí?

C.O. Estás preguntando por la melancolía y yo pensaba en los textos de Brenda Navarro ahora, por ejemplo, la mexicana. Está escribiendo en mexicano, sobre una mujer mexicana que es una mujer de la limpieza. O sea, está tomando en cuenta el lugar que los latinoamericanos ocupan aquí, que no todos son artistas.


ROBERTO BOLAÑO POR ANDRÉS NEWMAN

“Más allá de las leyendas que emborronan sus contornos, la devoción por Bolaño tiene sólidas razones literarias. Fue capaz de sumarle carne a Borges, política a Wilcock, estructura a Parra. Ahora bien, si tuviera que destacar uno solo de sus dones, creo que eligiría la desesperación. Bolaño no contaba historias: las necesitaba. Su escritura tiene una cualidad agónica y por eso nos conmueve tanto, sin importar si habla de crímenes o enciclopedias, de sexo o metonimias.”


En el libro no están esos grandes hacedores de genealogía como Borges u Onetti. ¿Hubo una intención de no mostrar a los padres fundadores, sino a los herederos con voz propia?

C.O. Borges yo lo incluía en esta literatura que todo el mundo conoce. No hace falta incluirlo, porque además la primera palabra del Atlas es la de Borges, y está puesta en el prólogo. Y después se da un fenómeno que los grandes excluidos están nombrados por otros autores. Carlos Fuentes, ya sabemos quién es, pero Ibargüengoitia nos cuesta más saber quién es. No me parecía nada interesante replicar lo que la academia sigue haciendo. Cuando le propuse este tipo de atlas a Nórdica, yo dije, me van a mandar al diablo si saco el boom. Pero si hay algo interesante para decir es: miren todo lo que hay detrás. 


FERNANDO MOLANO POR HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

“Hay escritores que parecen destinados a quedar sepultados por el ruido. Pero, por algún milagro, su susurro se percibe y, finalmente, su voz se impone. Durante años el primer libro de Molano, agotada la primera edición, circuló en ediciones pirata. Del libro de poesía pocos conocían la existencia. Su segunda novela parecía haber nacido muerta. Pero ahora, en Colombia, su triple obra circula y se lee, y empieza a ser amada por lectores no tan secretos. En mi opinión, este escritor, joven para siempre, debería ser leído en más países de nuestra lengua.”


Con la excepción de Felisberto Hernández, que no parece tener antecedentes ni continuadores.

C.O. Felisberto es un autor que trabajo en el taller, que me fascina. Sobre él escribió un catedrático español formado en Estados Unidos con Silvia Molloy -¡mirá las vueltas!- que es especialista en Felisberto, que a su vez es el padre literario de Fernanda Trías. O sea que al quitar a los grandes monstruos se empiezan a ver otros mapas de la historia.


Agustín, vos ilustraste muchos textos de ficción en tu carrera. ¿Cómo fue tu formación literaria?

Siempre me ha interesado la literatura. Mi formación literaria tiene que ver, en un principio, con una adolescencia en donde leía ciencia ficción compulsivamente, Bradbury, Úrsula K. Le Guin, Arthur Clarke, todo Minotauro. Y la tradición de cultivar ese gran tesoro que tiene Argentina que son las librerías de segunda mano, sobre todo cuando tenés relación con los libreros. Entonces, recuerdo la librería Aguilar de Belgrano donde iba una vez por semana a hablar con la librera, una persona que adoraba los libros y me llamaba cada vez que aparecía un libro nuevo. 


MAROSA DI GIORGIO POR FERNANDA TRÍAS

“Cuando se habla de literatura uruguaya, se suele mencionar a “los raros”, ese término que el crítico Angel Rama usó para definir a un conjunto de escritores marginales que se apartaron del realismo imperante para afianzarse en una obra imaginativa y completamente personal. El lado B de la literatura uruguaya. Marosa Di Giorgio fue la reina de los raros. La “reina mariposa”, como reza su epitafio. Reina de la noche y de los cafés montevideanos, se la veía con su extravagancia de dandy y su pelo de fuego. La voz tímida encantaba a la audiencia en recitales de poesía y tertulias. Tenía un carisma de diosa sobrenatural, de novia eterna y envejecida.”


¿Cómo fue el desafío de ilustrar una poética, ya no un relato? 

A.C. Es un libro que me costó bastante en cuanto al encuentro con la idea, el concepto. Es decir, cada dibujo me producía una doble tensión, porque no estoy ilustrando al autor que se cita solamente, sino al que escribe sobre él. Entonces, traté de plasmar la cuestión sensorial que más me golpeara. Cuando me hablan del sertão, por ejemplo, no iba a leer a Guimarães entero, pero sí lo que tengo en la cabeza es cierto imaginario de lo que es un quilombo, de lo que es un gaúcho y de lo que es el sertão. Un poco traté de marcar que es más fuerte la naturaleza que el relato. Todos los personajes son devorados por esa inclemencia, ¿no? Claro que después, si me encuentro con Walsh lo dibujo de memoria. Pero, por ejemplo, en el caso del texto de Clara sobre el Inca Garcilaso, a mí me impactó mucho más el discurso de ella que el del autor, es conmovedora esa entrada. Y después, Silvina Ocampo y Mariana Enriquez. Tengo leídos libros de las dos y hay un punto en común y es que son mujeres y muy perversas. Y nada mejor que una muñeca antigua mirando a través de una cerradura, ¿no? Hay varias voces acá. La del que hablamos, el que está hablando y lo que pueda decir yo, más esta especie de bruja que tenemos por encima de todos, que es la coordinadora del libro.


C.O. Fue una colaboración maravillosa, porque la verdad es que cuando me convocaron para hacer este libro y vi el grupo, dije, ¿tres hombres y yo? estoy perdida. Esto va a ser un rollo aburridísimo. Y en mi vida he visto una colaboración más fluida. 


A.C. Y quiero aclarar otra cosa. Este libro no sería lo que es sin el diseñador gráfico, Tono Cristòfol, un gran diseñador catalán. Fijate, una cosa que me parece destacable, el biógrafo y el biografiado tienen el mismo nivel gráfico. Y esto es un acierto. Bueno, este es un libro muy complejo de diseñar porque tiene mucha información insertada con diferentes jerarquías, y no en vano tuvo premios por el diseño.


ELENA GARRO POR CAMILA PAZ

“Hace algunos años, en una librería del centro de Madrid, encontré en la mesa de novedades un libro de Elena Garro con faja que la definía así: “Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges.” Había escuchado el nombre de Elena Garro en el ámbito universitario. Leí, asombrada primero por mi desconocimiento y después por el magnetismo de su voz, Los recuerdos del porvenir, una obra que ya explora el realismo mágico cuatro años antes de la aparición de Cien años de soledad.”


¿A qué se debió la elección de esta paleta de colores, el rojo y el negro?

Fue una decisión de él, de Tono. Y no es rojo, es un color muy raro, es buscado. Irrita un poquito, es un color que le hace un poco de patinaje a la retina del ojo. Te indica que mires, que prestes atención. Los colores están concebidos de esta manera. Pensamos en que tenía que haber un color cálido, porque América es joven, no me la imagino azul, por ejemplo.


¿Podemos considerar a este Atlas un canon?

C.O. No, no. Por eso se define como arquitectura inestable. Además, yo no estoy de acuerdo con la idea de canon y menos siendo escritora mujer. Lo que dice el libro es que en el futuro habrá otros cánones. En este yo reconozco la ausencia de las voces originarias, que deberían estar, pero no fue posible porque yo no tengo esa investigación hecha y la gente que contacté tenía muchísima suspicacia porque era un proyecto que venía de España. Y no quería que fuera un capítulo aparte como se hacía con las obras de las mujeres, algo marginal. 


EL INCA GARCILASO POR CLARA OBLIGADO

“Cualquiera que viva lejos de su tierra sabe que un idioma no se reemplaza por otro, que no existe el verdadero bilingüismo donde los códigos resulten intercambiables y que la traducción, en sentido riguroso, es de alguna manera imposible. Hay una resonancia emotiva en las palabras , un sonido atrae un paisaje, ciertas experiencias no son las mismas dichas en otro idioma. Cualquiera sabe, también, si lo ha experimentado, que ese escollo conduce a la melancolía. No saber quechua, dice el Inca, imposibilita para describir aquella realidad. Y con el placer barroco del castellano y su conocimiento de la lengua materna recupera los recuerdos, imbrica su historia dentro de la gran historia.”



Diccionario de autores latinoamericanos, de César Aira


Si Borges fue, en palabras de Piglia, el lector absoluto, Aira parece no quedarse atrás. Las más de dos mil entradas de este desmesurado diccionario hoy reeditado a treinta años de su primera publicación lo confirman.

Y si el nuevo Atlas… es un trabajo de selección y colectivo, Aira nos advierte del carácter personal y doméstico de su obra que, como un aparato de lectura (esos mecanismos tan caros a su poética), se fue construyendo por acumulación y que tiene como propósito guiar a los lectores por el camino del descubrimiento de pequeños tesoros, transitado por él a lo largo de su vida.

Listas sábana de escritores en algunos casos, nombres desconocidos por la crítica especializada en todos, cada entrada exhibe un conocimiento profundo de la obra completa de su autor, aunque él insista, como en un chiste aireano, que “no tiene aspiraciones de exhaustivo ni sistemático”. 

Muchas son las diferencias entre estos dos trabajos: el Diccionario..., en su afán de no plantearse como un espacio de debate y lejos de las posturas beligerantes propias de la vanguardia, ha limitado la entrada a los escritores nacidos antes del año 1940, por lo que quedó a salvo de la ira de sus contemporáneos y en sintonía con su eterna posición distante del mundillo literario, lo que, paradójicamente, lo ubica cada vez más en un lugar central, cosa que su periódica nominación al premio Nobel así lo demuestra. Y la diferencia más evidente, la extensión, quizás nos hable, además de la voracidad lectora de su autor, de un cambio de paradigma en la lectura, donde la imagen viene imponiéndose a unos textos cada vez más reducidos. 

No es casual que Susana Zanetti sea la destinataria de su agradecimiento por el préstamo de aquellos libros que le permitieron descubrir esa cantidad impensable de autores, por ser la iniciadora en la pasión de Aira por la literatura de este continente, tanto como lo fue para sus alumnos de la universidad de Buenos Aires.


Publicado en Perfil, 31/3/24