lunes, 26 de octubre de 2015

Una teoría de los desechos

La exforma

Resultado de imagen para la exforma nicolas bourriaud

Un fantasma recorre la teoría del arte en este siglo que comienza: lo insignificante, residual, lo negado, reprimido y accidental y que este autor define con el nombre de “exformas”. Son los restos que, según el modelo de la termodinámica, la Revolución Industrial produjo cuando los vínculos entre arte y política se vieron moldeados por esta fuerza centrífuga que creó una zona de exclusión social y de rechazo a ciertos signos e imágenes, donde habitan los explotados, la cultura popular, lo inmundo y lo inmoral. Esa frontera donde se desarrollan las negociaciones entre lo excluido y lo permitido, entre el producto y el residuo, es la zona de lo exformal.
Con el propósito de interrogarse acerca de los modos actuales en que esta negociación se produce, recupera la figura de Althusser -borrada de la escena filosófica a pesar de haber sido el maestro de todas las “luminarias” actuales- a la luz de la reciente crisis financiera del 2008, por sus formulaciones sobre la ideología que le permiten abordar con una nueva (o vieja) mirada el vínculo entre política y arte y poner en cuestión a todas las corrientes que desde el post-estructuralismo, según Bourriaud, enmascararon, con su rechazo a las concepciones omnicomprensivas de la realidad, el triunfo del pensamiento unipolar, con el derrumbe de la U.R.S.S., a fines de los 80.

Siguiendo la huella que trazó Althusser en cuanto a la presencia material de la ideología en los aparatos ideológicos del Estado, encuentra en las formulaciones de los estudios culturales y poscoloniales la misma concepción de la ideología como práctica y no como sistema de ideas, por lo que sostiene que la tarea política del arte contemporáneo no deberá reducirse a denunciar tal o cual hecho político, sino a intervenir en el mundo, ampliando el potencial creativo del ser humano en todas sus formas. Aquello que Marx denominó poiesis y que Bourriaud invita, tomando la idea benjaminiana de “salvamento histórico”, a recuperar para la praxis artística.

Publicado en diario Perfil, 25/10/15

El triunfo de la inteligencia

Enrique Raab. Periodismo todoterreno
Selección, comentarios y prólogo de María Moreno

Resultado de imagen para enrique raab maria moreno

Con un ojo puesto en su propio contexto de enunciación, María Moreno, una periodista de fuste -como solía adjetivarse-, se pregunta cómo es posible que el trabajo de Enrique Raab no haya quedado en los anales del periodismo argentino, y recupera en esta selección la mayoría de las notas que desde mitad de los años sesenta hasta mitad de los setenta -ese aleph cronológico que concentró los hechos que delinearon el mapa político de la Argentina- publicó en los medios de Jacobo Timerman como Confirmado, Primera Plana, La Opinión y en la revista Nuevo Hombre del PRT, organización en la que militó hasta su secuestro y desaparición en 1977.
Y el personaje en cuestión, judío desterrado a los seis años de su lugar de nacimiento, Austria, cuando la invasión nazi, encontró en la Buenos Aires politizada y cosmopolita de los 60/70, el espacio donde desplegar el radar heredado de la mitteleuropa con el que captó los signos de las luchas en el campo cultural (su especialidad) y muy agudamente en el campo político.
La distancia entre alta y baja cultura no parecía constituir un problema para él. Formado en el cruce del autodidactismo voraz, la militancia política y sindical y la “universidad laica” como llama Moreno al circuito de cineclubs y bares de la calle Corrientes, fue un periodista de amplio espectro que tanto podía analizar la exitosa novedad de Leonardo Favio, Nazareno Cruz y el lobo, desde la crítica especializada como describir el ascenso de Palito Ortega a la luz del nacimiento de la industria discográfica nacional mientras que con el mismo rigor criticaba a artistas consagrados en los ámbitos más exigentes de la intelectualidad porteña, atenta receptora de la teoría francesa a la que acusa de hablar en jeringozo (y lo demuestra). Capaz de sumergirse en la coyuntura hablando del impacto de la inflación en el consumo veraniego, como entrevistar al filósofo Bertrand Rusell y responder a sus interrogantes; hacer la crónica de la tarde en que Perón echó a los montoneros de la plaza o componer el -imperdible- reportaje a Mujica Láinez como un combate entre dos maestros del estilo.
Y si su vocación primera fue el cine según cuentan sus amigos cineastas, es en la escritura donde explota los recursos aprendidos en sus primeros años, haciendo del montaje estilo literario. Como cuando hermana las arengas del nuevo director de Radio Ciudad de Buenos Aires con los documentos de constitución de la prensa y la radio en el Tercer Reich. Y de la misma manera, aprovecha los recursos del documental cuando transmite el clima político enrarecido que se percibe con el avance de la ultraderecha peronista en el gobierno, dejando simplemente hablar a los funcionarios puestos por López Rega.

Militante del antipopulismo como fustigador de la intelectualidad de izquierda en su rechazo a la cultura de masas, “gorila erudito o marxista aplicado” lo define su antóloga, aunque el mismo Raab podría refutarla cuando afirma que enjuiciar a un libro por ser promarxista es lo mismo que acusar a la astronomía de ser procopernicana. Un libro-escuela quisiera ella que fuera. No vendría mal una cátedra de irreverencia en tiempos de alineación acrítica y de combates estériles.

Publicado en diario Perfil, 24/10/15

lunes, 19 de octubre de 2015

Entrevista a Juan Tauil

Resultado de imagen para juan tauil

Cronista de la escena queer, recopiló en Testiga parte de los textos publicados en el suplemento SOY de Página 12, mientras rodaba el documental T, con el que siguió, por otros medios, a algunos de estos personajes.

- ¿Por qué TESTIGA?
Porque, cuando era chico había en mi casa una enciclopedia que contaba la destrucción de Pompeya y me encantaba leer estas historias que hablaban de Plinio el joven, que había escrito sobre esto y atestiguado y me gustó esa idea de estar en los momentos de los acontecimientos -sufrirlos o disfrutarlos- y atestiguar, que no es ponerse afuera. Entonces, me di cuenta que es lo que hago siempre, contar historias. De todas las profesiones que tengo creo que ése es el eje. Y con la banda, Sentime dominga, también contamos historias. Me gusta esa idea del fogón y creo que de ahí viene eso de atestiguar.

- ¿Sos un periodista especializado en la temática LGTB?
No. Mi búsqueda, en el caso del libro y del documental era indagar sobre los cuerpos, sobre las identidades, sobre lo femenino, pero no me considero especialista en el tema.
Sí hay un libro que me cambió la forma de ver el mundo que es Fiestas, baños y exilios de Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli. Ahí empecé a ver el tema de los cuerpos, de la calle como escenario del deseo y de la privatización de ese circuito.

- ¿Cuál es la trayectoria política que pone en juego la transexualidad?
Yo creo que, básicamente, la discusión sobre la privatización de los cuerpos. ¿De quién somos? Yo, hombre, tengo más potestad sobre mi cuerpo que vos, por ejemplo. Vos no podés decidir abortar, entonces yo, hombre, gay, estoy en un escalón más. Mirá cómo son las cosas. Ahora, el hombre, dueño de su cuerpo, está sometido al poder médico, a la publicidad, a la obligación de ser joven. Me parece que esa es la gran discusión que tenemos que tener y creo que la transexualidad forma parte de esto “natural” que nos estamos empezando a preguntar.

- ¿El activismo LGTB sería el nuevo espacio de radicalización política?
Te voy a decir que acá, en la Argentina, con las leyes que se lograron, se licuaron un montón de demandas. Falta muchísimo y hay un montón de compañerxs que están sin trabajo o con el acceso a la educación restringido, pero igualmente las demandas están cubiertas. Falta gente que perfore los muros y entre al sistema.

- Cuál sería la opción: ¿defender la identidad sexual o pelear por abolirla?

Bueno, mi postura es muy travesti, que es meterse por todos los intersticios posibles y dar a conocer mi trabajo, mi forma de ver el mundo. Estamos en un momento que muchxs quieren asumirse de un modo y levantarlo como bandera: me asumo trans, me asumo travesti, loca o gay, entonces va a haber un tiempo en que esos compartimentos van a estar pero después me parece que nos vamos a dar cuenta que todxs potencialmente podemos ser todo. Eso es muy travesti, eso de que no hay un orden natural, ni físico ni social. Además la sociedad es mucho más permeable de lo que creemos. Soy muy optimista, creo que nos vamos a dar cuenta que no hay que poner ni “varón” ni “mujer”, como en Australia y que vamos a encontrar una corriente que nos va a unir y que puede ser adueñarnos de una vez de nuestros cuerpos.

Publicado en diario Perfil, 17/10/15

La novela familiar del neurótico

La habitación del Presidente

Resultado de imagen para la habitacion del presidente

“¿Es posible que el secreto esté expuesto ante nosotros, que ya sepamos qué es?” se lee en el epígrafe que abre la novela y cualquiera que haya pasado por el diván de un analista lo puede confirmar. Y si hay un producto de la creación humana donde anidan los secretos es la casa, la protagonista de esta historia de fantasmas, para seguir con la metáfora psicoanalítica.
Una casa que su morador -el hijo del medio, ese lugar desdibujado dentro de la estructura familiar- describe recorriendo, palpando y acechando, desde sus cimientos hasta el altillo y que, como todas las casas del barrio, carece de sótano porque están prohibidos, pero incluye una habitación reservada para la visita del Presidente.
Y fue la fenomenología, siguiendo a Jung, la que desarrolló el concepto de “topoanálisis”, en la idea de que no somos otra cosa que funciones del habitar la casa de la infancia, aquella en la que el espacio conserva tiempo comprimido y el lugar donde el inconsciente reside.
Siguiendo el plano del ensueño y no de la lógica, nos dirá Bachelard, el sótano es irracionalidad, y a partir de Poe, locura enterrada. (No en vano, en la ciudad de esta historia, los sótanos están prohibidos). El altillo, el espacio de la soledad constitutiva, es el lugar donde el protagonista se recluye para pensar y mirar la ciudad a lo lejos tanto como sobre el gran árbol de la calle, el sitio donde la infancia construye sus guaridas. La escalera, los rincones o la enigmática habitación del Presidente serán otras tantas zonas habitadas (origen de la palabra “hábito”, según Bachelard, “ese enlace apasionado de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable”) así como las paredes medianeras le recordarán la piel tensa y caliente durante las fiebres. Y la luz de la entrada que permanece encendida por las noches -el ojo de la casa, según Bachelard, ya que por esa luz la casa ve, vigila y muestra su humanidad- el escenario en el que, lo que debía permanecer oculto, finalmente se muestra.

Publicado en diario Perfil, 18/10/15


lunes, 5 de octubre de 2015

Peripecias del yo

La vecindad de la carne

Resultado de imagen para la vecindad de la carne magrelli

Nada más aterrador que una conciencia desdoblada observando el paso del tiempo y las transformaciones del propio cuerpo. Un “ejercicio de patopatía” llama el narrador al relato de su vida, donde “no hay trama sino trauma”, con una mirada que registra con la lucidez hipertrófica de un estado alucinado, cada una de las dolencias que, como fotos de un álbum familiar, registran la historia de su vida que se presenta, desde las primeras páginas, bajo el signo de la monstruosidad.
“Una enfermedad contraída en la infancia” es el pasado para este narrador, a quien vemos de niño, aislado, detrás de unos anteojos que lo señalan, como una pieza que no encaja o el desperfecto de una maquinaria, como una suerte de pequeño Woody Allen despojado de comicidad.
Su cuerpo, diseccionado en cada una de las zonas que lo conectan con el mundo, será el objeto de una mirada amplificada que lo convertirá en el centro de un universo, un “modelo ptolemaico” en el que el cuerpo explorado por la medicina será el equivalente del planeta examinado por la paleontología: un cuerpo colonizado por criaturas -“hormiguero de parásitos”- habitantes de grutas interiores, con un sistema hídrico por donde circulan cálculos renales, un circuito de Fórmula 1, su aparato circulatorio o donde la piel -“frontera de un Imperio”- será el lugar en el que hongos y bacterias entablan una guerra con el cuerpo asediado. “Soy un ejército en plena batalla” dirá al recordar su paso por las eruptivas infantiles.
Y como una cinta de Moebius, de la exhibición de su interior, el cuerpo se abrirá a aquello que lo conecta con los otros: la voz y la caligrafía, las marcas de un yo que también mutan y envejecen, y así como enferma del hígado, sufre de “insuficiencia lingüística”, de la misma manera que como los cementerios guardan los huesos de los muertos, encontrará en un manuscrito medieval “osarios de la grafía”. Algo del universo de Felisberto Hernández resuena en este cuerpo fragmentado y esquizoide, en este interior imaginario como un planeta solitario. No en vano la crítica definió a Magrelli como un “atleta del ojo”, de ese lugar donde confluyen la materia y la percepción.
Pero es en sus textos líricos donde se pueden rastrear las marcas de un arte poética que conjuga cuerpo y escritura: “Primero el papel, luego el cuerpo” se lee en uno de los poemas de su primer libro, Ora serrata retinae, donde uno se continúa en el otro. “Hay quien declina sólo con su cuerpo / y entonces duele más la separación” leemos en Ejercicios de tiptología y ya el límite entre lenguaje y cuerpo desapareció por completo.
Y en este, su primer texto en prosa que nos llega traducido al castellano, la serie narrada de sus dolencias (“Veo la enfermedad como una verdadera composición musical”) se encadena mediante procedimientos específicamente poéticos -juegos de palabras, aliteraciones, intertextualidad, citas de poemas propios como incrustaciones, metáforas que dejarán de pertenecer al discurso para integrar la estructura misma de la percepción- con los que construye pequeñas historias que parecen salidas de la galera de un mago. Como la descripción de una lumbalgia como el manto hechizado y frío de una bruja subiendo por su espalda, en un juego de palabras cuyo sentido las notas al pie permiten reconstruir.

Relato erudito que dialoga con la filosofía y la alta literatura europea, de una textura densa y abigarrada, exige, para su traducción, un dispositivo de notas al pie que su traductor, Guillermo Piro, repone generosamente y aunque no sea imprescindible, recomendamos leer, para su mayor disfrute, en paralelo a sus textos poéticos, donde se podrán encontrar esas imágenes que, como un latido, la respiración de un cuerpo insomne o el movimiento del agua son parte de un mismo cuerpo poético.

Publicado en diario Perfil, 4/10/15