Cronista de la escena queer,
recopiló en Testiga parte de los textos
publicados en el suplemento SOY de Página
12, mientras rodaba el documental T,
con el que siguió, por otros medios, a algunos de estos personajes.
- ¿Por qué TESTIGA?
Porque, cuando era chico había en mi
casa una enciclopedia que contaba la destrucción de Pompeya y me
encantaba leer estas historias que hablaban de Plinio el joven, que
había escrito sobre esto y atestiguado y me gustó esa idea de estar
en los momentos de los acontecimientos -sufrirlos o disfrutarlos- y
atestiguar, que no es ponerse afuera. Entonces, me di cuenta que es
lo que hago siempre, contar historias. De todas las profesiones que
tengo creo que ése es el eje. Y con la banda, Sentime dominga,
también contamos historias. Me gusta esa idea del fogón y creo que
de ahí viene eso de atestiguar.
- ¿Sos un periodista especializado
en la temática LGTB?
No. Mi búsqueda, en el caso del libro
y del documental era indagar sobre los cuerpos, sobre las
identidades, sobre lo femenino, pero no me considero especialista en
el tema.
Sí hay un libro que me cambió la
forma de ver el mundo que es Fiestas, baños y exilios de
Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli. Ahí empecé a ver el tema de
los cuerpos, de la calle como escenario del deseo y de la
privatización de ese circuito.
- ¿Cuál es la trayectoria política
que pone en juego la transexualidad?
Yo creo que, básicamente, la discusión
sobre la privatización de los cuerpos. ¿De quién somos? Yo,
hombre, tengo más potestad sobre mi cuerpo que vos, por ejemplo. Vos
no podés decidir abortar, entonces yo, hombre, gay, estoy en un
escalón más. Mirá cómo son las cosas. Ahora, el hombre, dueño de
su cuerpo, está sometido al poder médico, a la publicidad, a la
obligación de ser joven. Me parece que esa es la gran discusión que
tenemos que tener y creo que la transexualidad forma parte de esto
“natural” que nos estamos empezando a preguntar.
- ¿El activismo LGTB sería el
nuevo espacio de radicalización política?
Te voy a decir que acá, en la
Argentina, con las leyes que se lograron, se licuaron un montón de
demandas. Falta muchísimo y hay un montón de compañerxs que están
sin trabajo o con el acceso a la educación restringido, pero
igualmente las demandas están cubiertas. Falta gente que perfore los
muros y entre al sistema.
- Cuál sería la opción: ¿defender
la identidad sexual o pelear por abolirla?
Bueno, mi postura es muy travesti, que
es meterse por todos los intersticios posibles y dar a conocer mi
trabajo, mi forma de ver el mundo. Estamos en un momento que muchxs
quieren asumirse de un modo y levantarlo como bandera: me asumo
trans, me asumo travesti, loca o gay, entonces va a haber un tiempo
en que esos compartimentos van a estar pero después me parece que
nos vamos a dar cuenta que todxs potencialmente podemos ser todo. Eso
es muy travesti, eso de que no hay un orden natural, ni físico ni
social. Además la sociedad es mucho más permeable de lo que
creemos. Soy muy optimista, creo que nos vamos a dar cuenta que no
hay que poner ni “varón” ni “mujer”, como en Australia y que
vamos a encontrar una corriente que nos va a unir y que puede ser
adueñarnos de una vez de nuestros cuerpos.
Publicado en diario Perfil, 17/10/15
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