Sarmiento en intersección:
literatura, cultura y política
Este libro es el
resultado de las jornadas que el Centro Cultural Rojas organizó en
el año 2011 cuando se cumplieron 200 años del nacimiento de
Sarmiento, en el convencimiento de que su obra (de la que su
autobiografía resulta el modo privilegiado de construcción) sigue
produciendo significaciones para la literatura, la historia, la
política, la pedagogía y hasta para cierta militancia actual.
Volver sobre el interrogante que
planteó Borges, acerca de qué hubiera sucedido si en lugar de
canonizar el Martín Fierro se hubiera ubicado en ese lugar al
Facundo, -que mientras nos habla de determinadas políticas de
la lengua exhibe una confianza en el poder de la letra- no parece ser
una opción errada, sobre todo cuando los ecos de la posición
política de Borges que lo llevó a considerar al peronismo como una
consecuencia de la exaltación de la barbarie -que es lo que le
reclama a la generación del Centenario, cuando gauchos e indios
habían dejado de ser una amenaza y la conciliación aparecía como
una necesidad- resuenan en el abucheo de los jóvenes asistentes a un
acto oficial al escuchar el nombre de Sarmiento o en el rechazo de
los alumnos en algunos colegios primarios, en los últimos años, a
cantar el himno al padre del aula.
Y frente a esta nueva dicotomía
(Facundo o Martín Fierro) los autores de estas
intervenciones se declaran a favor del primero y si bien lo
fundamentan por razones muy diferentes a las de Borges, en la
potencia de una prosa que desborda el género ensayístico en el cual
fue pensado encuentran la marca de ficcionalidad que lo convierte en
origen –palabra de la que deriva originalidad- de la literatura
argentina.
Las marcas del romanticismo en la
configuración de su figura de autor por la que militó toda su vida,
las rastrean varios de los especialistas, así como las huellas de la
máquina de escritura que puso en funcionamiento en sus facetas de
periodista, cronista de guerra “munido de su imprenta volante”,
ideólogo, pedagogo o viajero y que, para Piglia, se agotó cuando
llegó a ocupar formalmente el poder y dejó de ser antagonista.
La edición de este libro pone a
dialogar trabajos críticos sobre Sarmiento que se han vuelto
clásicos -como la lectura que hace Piglia de su lugar como escritor,
la de Halperin Donghi en relación a la filosofía política en su
obra, el extenso prólogo al Facundo de Noé Jitrik para la
Biblioteca Ayacucho y el análisis de las fuentes de la idea de
despotismo que Carlos Altamirano encuentra en su obra- con la mirada
actualizada de los nuevos investigadores, muchos de los cuales
discuten con sus precursores, porque creen, sus compiladoras, que
lejos de la canonización, la máquina sarmientina sigue vigente.
Frente a la pregunta acerca de cómo
leer a Sarmiento hoy, si a la literatura que se está produciendo en
el país su escritura tiene algo para decirle, en uno de los primeros
artículos se sospecha que, contrariamente a lo que Piglia sostiene
(“A veces pienso que los escritores argentinos escribimos, también,
para tratar de rescatar y reescribir ese texto perdido” decía este
autor en los años 80, en relación con el discurso que Sarmiento
había escrito para asumir como presidente y que sus ministros no le
dejaron leer) su voz, su imaginación desbordada, su estilo, ya no
ejercen la seducción que Piglia le encuentra. Y es, agrega, desde un
concepto moderno de ficción, que lo vuelve todo juego de lenguaje,
que se le dio un carácter literario al Facundo, lectura
anacrónica pero no por eso menos estimulante a la hora de leerlo y
proponerlo como el gran clásico de la literatura argentina.
El destino de prócer pareciera ser la
sacralización. Pocos, muy pocos, se resisten al homenaje vacío y
continúan interrogando los tiempos por venir, el lugar en que, para
nuestro campo intelectual, Sarmiento pervive.
Publicado en diario Perfil, 8/6/2014