lunes, 9 de junio de 2014

Para invocar al espectro

Sarmiento en intersección: literatura, cultura y política


Este libro es el resultado de las jornadas que el Centro Cultural Rojas organizó en el año 2011 cuando se cumplieron 200 años del nacimiento de Sarmiento, en el convencimiento de que su obra (de la que su autobiografía resulta el modo privilegiado de construcción) sigue produciendo significaciones para la literatura, la historia, la política, la pedagogía y hasta para cierta militancia actual.
Volver sobre el interrogante que planteó Borges, acerca de qué hubiera sucedido si en lugar de canonizar el Martín Fierro se hubiera ubicado en ese lugar al Facundo, -que mientras nos habla de determinadas políticas de la lengua exhibe una confianza en el poder de la letra- no parece ser una opción errada, sobre todo cuando los ecos de la posición política de Borges que lo llevó a considerar al peronismo como una consecuencia de la exaltación de la barbarie -que es lo que le reclama a la generación del Centenario, cuando gauchos e indios habían dejado de ser una amenaza y la conciliación aparecía como una necesidad- resuenan en el abucheo de los jóvenes asistentes a un acto oficial al escuchar el nombre de Sarmiento o en el rechazo de los alumnos en algunos colegios primarios, en los últimos años, a cantar el himno al padre del aula.
Y frente a esta nueva dicotomía (Facundo o Martín Fierro) los autores de estas intervenciones se declaran a favor del primero y si bien lo fundamentan por razones muy diferentes a las de Borges, en la potencia de una prosa que desborda el género ensayístico en el cual fue pensado encuentran la marca de ficcionalidad que lo convierte en origen –palabra de la que deriva originalidad- de la literatura argentina.
Las marcas del romanticismo en la configuración de su figura de autor por la que militó toda su vida, las rastrean varios de los especialistas, así como las huellas de la máquina de escritura que puso en funcionamiento en sus facetas de periodista, cronista de guerra “munido de su imprenta volante”, ideólogo, pedagogo o viajero y que, para Piglia, se agotó cuando llegó a ocupar formalmente el poder y dejó de ser antagonista.
La edición de este libro pone a dialogar trabajos críticos sobre Sarmiento que se han vuelto clásicos -como la lectura que hace Piglia de su lugar como escritor, la de Halperin Donghi en relación a la filosofía política en su obra, el extenso prólogo al Facundo de Noé Jitrik para la Biblioteca Ayacucho y el análisis de las fuentes de la idea de despotismo que Carlos Altamirano encuentra en su obra- con la mirada actualizada de los nuevos investigadores, muchos de los cuales discuten con sus precursores, porque creen, sus compiladoras, que lejos de la canonización, la máquina sarmientina sigue vigente.
Frente a la pregunta acerca de cómo leer a Sarmiento hoy, si a la literatura que se está produciendo en el país su escritura tiene algo para decirle, en uno de los primeros artículos se sospecha que, contrariamente a lo que Piglia sostiene (“A veces pienso que los escritores argentinos escribimos, también, para tratar de rescatar y reescribir ese texto perdido” decía este autor en los años 80, en relación con el discurso que Sarmiento había escrito para asumir como presidente y que sus ministros no le dejaron leer) su voz, su imaginación desbordada, su estilo, ya no ejercen la seducción que Piglia le encuentra. Y es, agrega, desde un concepto moderno de ficción, que lo vuelve todo juego de lenguaje, que se le dio un carácter literario al Facundo, lectura anacrónica pero no por eso menos estimulante a la hora de leerlo y proponerlo como el gran clásico de la literatura argentina.

El destino de prócer pareciera ser la sacralización. Pocos, muy pocos, se resisten al homenaje vacío y continúan interrogando los tiempos por venir, el lugar en que, para nuestro campo intelectual, Sarmiento pervive.

Publicado en diario Perfil, 8/6/2014