domingo, 22 de mayo de 2022

Cacería de niños


            Los cuentos de esta autora japonesa desconocida hasta hoy entre nosotros parecieran portar en su ADN toda una cultura del refinamiento y la crueldad al servicio de una fantasía desbocada, de la que Hayao Miyazaki bien podría ser uno de sus referentes.

            Su personajes, mujeres frías y delicadas, víctimas y victimarias demenciales, viven atravesadas por un erotismo gore, como el que practica la protagonista del cuento que da nombre al libro, cuyas fantasías sexuales ponen en escena la atracción que los niños ejercen sobre ella tanto como su rechazo por las niñas -atracción y rechazo, recordemos, no dejan de ser las dos caras de la repulsión- la misma que le provoca la idea de la maternidad y que la imagen del período menstrual como una cuna que se deshace expresa magistralmente.

            La fantasía de salirse de la propia pareja, en un intercambio proyectado, expone la tensión fantástica que sostiene estos cuentos, con personajes dobles y fantasmáticos que vuelven, como en los mejores relatos góticos, para atormentar y hacer gozar a sus heroínas enfermizas.

            En una transformación del relato de Blancanieves de una sutileza exquisita, una madrastra despiadada que guarda un secreto familiar inconfesable proyecta en su repudiada hija el abrumador dolor de cabeza que la atosiga y que ésta padecerá cada vez que entre en contacto con la nieve, la que se tornará, como para el capitán Ahab, en objeto de una obsesión mortífera.

            Y si de transformaciones se trata, el relato clásico de la Bella y la Bestia tortuosamente reformulado, en otro de los cuentos, en un triángulo sado-masoquista en el que se replican todas las formas del abuso de poder, no apto para almas bellas.

Una mujer que ha acordado con la muerte la hora de su deceso, deja sembradas por toda la casa notas para la futura esposa de su marido, con la que establece un diálogo de fantasmas.

            Una cura de reposo para una convaleciente de tuberculosis es la excusa para alejarse del marido y el lugar donde “atrapar” a su pequeño sobrino con el señuelo de salir a buscar cangrejos.

            Brutales escenas guionadas de sadismo con niños sostienen las fantasías eróticas de estas parejas sin hijos y de estas mujeres que, como Bacantes, pierden su yo que se disipa (en todos los sentidos), obsesionadas hasta aniquilación.

            Un verdadero hallazgo la prosa de Taeko Kõno. Disfrutémosla antes de que sus libros terminen en la hoguera de la cancelación bienintencionada.

Publicado en La gaceta literaria, 22/5/2022

domingo, 15 de mayo de 2022

Escritos en viaje de Ezequiel Martínez Estrada

 Cambio de dirección. Escritos en viaje

 

             Las cartas, diarios y demás “escritos en viaje” (y no “de viaje”) hablan de la posición vital de uno de los intelectuales más autárquicos de nuestro país, dueño de una agudeza monstruosa para detectar lo que él consideraba los síntomas del cuerpo enfermo del país, como señaló en toda su obra ensayística, donde puso en práctica esa “amargura metódica” que lo disponía a pensar, según uno de sus biógrafos.

Y viajar, para él, no es más que una metáfora de ese no-lugar que habitaba en relación a sus contemporáneos (corrido tanto por izquierda como por derecha, diríamos hoy), por lo que, leer sus reflexiones sobre las ciudades que en distintos momentos visitó -en algunas de las cuales vivió y trabajó- es acceder a una mirada extrañada e incómoda que jamás se queda en la superficie, sino que “cala hasta el hueso”.

La edición incluye cartas a Victoria Ocampo, con la que mantuvo un vínculo que superaba sus diferencias ideológicas y que le permitió encontrar un refugio donde escribir, la revista Sur, y donde recuperarse de la dura reacción alérgica que sufrió en todo el cuerpo durante la década del cincuenta, quizás la más visceral de las respuestas que un intelectual le haya dado a la época que le tocó vivir.

Forman parte de esta selección fragmentos de Radiografía de la pampa y de La cabeza de Goliat donde examina, con el pesimismo de la razón, los modos en que el atraso se manifiesta en nuestro país. En el primer ensayo, reflexionará sobre el surgimiento de los pueblos de la pampa “como pájaros después de un desbande” que, rodeados de la soledad del campo, guardan “como relicarios”, todo el conservadurismo de las costumbres españolas. En el segundo, denuncia el crecimiento deforme de la ciudad de Buenos Aires, para continuar siendo una ciudad-puerto colonial en detrimento del desarrollo de todo el país. Una ciudad de la que siempre se sentirá expulsado, cuya velocidad frenética, sostiene, no es signo de actividad sino de taquicardia.

En el año 1942 viaja a EE.UU. y observa, con mucha precisión, las diferencias entre Miami, Washington, San Francisco y Chicago, como imágenes refractadas de nuestra sociedad. Descubre con sorpresa que, a pesar de estar en guerra, en Miami, sus habitantes viven en un estado de alegre consumismo. La estadía en Washington lo lleva a pensar en la tragedia que generó la abolición de la esclavitud que redujo a los negros a la servidumbre y los expulsó a su nuevo hogar, la calle.

Descubre el origen del carácter industrioso de la sociedad norteamericana en la lectura que los colonos protestantes de Inglaterra hicieron del texto sagrado. “Norteamérica es una interpretación hecha con las manos de la Biblia” concluye el viajero, al confrontarla con la lectura que hizo el catolicismo, en contra del sentido comercial que le dio el protestantismo.

Una década más tarde el destino es Europa del Este y comienza por Suiza, un país del que ironiza acerca del bienestar de sus prolijos ciudadanos, conseguido sobre el tesoro expoliado a los demás países por los dictadores del mundo.

El encuentro con el último secretario de Tólstoi en Yásnaia Poliana, la casa de campo del escritor ruso, lo llevará a añorar la “agreste soledad” de su vida ascética, mientras se pasea por las habitaciones que inspiraron escenas de Ana Karenina.

Los primeros años de la revolución cubana lo encontrarán instalado en la isla, enarbolando su apasionada adscripción al proceso revolucionario, y elige, para describirlo, tres fotos de Fidel Castro. En la primera, preso en una comisaría con el cuadro de Martí de fondo y en esa instantánea lee la continuidad de un proceso. En la segunda, junto a Camilo Cienfuegos, percibe la vitalidad de Castro frente al carácter mortífero de aquél, para llegar a la tercera, donde capta el sesgo religioso de un movimiento que lo tuvo como líder indiscutido.

Y el encuentro con el Che, otro argentino fuera de lugar, le ofrecerá, en el final de su vida, la posibilidad de redimir a la humanidad de tanta “descomposición cadavérica” de la que fue un consecuente acusador.

Publicado en La gaceta de Tucumán, 15/5/2022