jueves, 4 de octubre de 2012

Entre populismo y militarismo

Edicion facsimilar del número 420-421 de

"Les Temps Modernes"





Nada más cercano que el riesgo de la confusión pareciera ser el destino de los que eligen la praxis política como lugar de intervención en la realidad. El volumen que la Biblioteca Nacional acaba de publicar con los números que la revista fundada por Sartre, Les Temps Modernes, le dedicó a la Argentina en 1981 –ubicándola entre “populismo y militarismo”– lo confirma. A cargo de David Viñas y César Fernández Moreno (y dedicado el volumen a su memoria), reunió al grueso de los intelectuales de izquierda –la mayoría, ligados al grupo de Contorno– que, desde el exilio y con seudónimo desde la Argentina, se propusieron analizar las causas de la derrota de un proyecto de cambio que al promediar los 70 fue aniquilado cuando el capitalismo mundial entró en una crisis de reacomodamiento profunda a favor del capital financiero.
Explicar a los lectores franceses y explicarse a sí mismos las razones por las que un país, con un desarrollo de sus fuerzas productivas que lo perfilaba como líder en el contexto latinoamericano, no pudo resistir el destino de inestabilidad política y económica que lo perseguía desde los años 30, es otro de sus objetivos; junto con una profunda autocrítica, puertas adentro, de los errores políticos y de interpretación de la realidad que la izquierda y sobre todo la izquierda peronista cometió.
No siempre la distancia cronológica de una coyuntura mejora su lectura. Estas notas escritas en contexto exhiben lucidez y rigurosidad junto con una sensibilidad dolorida, como la que expresa la metáfora de la patria como la mujer amada que elige a los vencedores. O las múltiples intervenciones de David Viñas –que había perdido poco tiempo antes a sus dos hijos en la represión– donde, a partir de la serie que establece entre los diarios de los conquistadores, los textos de Mansilla y los de Sarmiento, a la que llama “literatura de frontera”, ubica estos textos del exilio como un capítulo más de esta serie. Dentro de esa misma perspectiva, Fernández Moreno plantea el exilio de su generación como la revancha de la clase dominante frente a los indeseables, nietos de aquellos inmigrantes venidos un siglo atrás.

Y si la historia argentina, sostiene, se funda en una cadena de equívocos, la lectura que la izquierda peronista hizo de su líder fue un capítulo más de la tragedia argentina, generada por su cambiante personalidad: autócrata y verticalista cuando estuvo en el poder, complaciente en el exilio, fácilmente ocupó el lugar que se encontraba vacío entre los dueños de la tierra y los inmigrantes. Estimuló todas las variantes, de derecha y de izquierda y la historia de su regreso, con doscientos muertos entre sus seguidores, mostró los límites del vacío de poder que generó a su alrededor.
Juan Carlos Portantiero, desde un planteo socialdemócrata, propone analizar las carencias internas que llevaron al triunfo de las FF.AA. en un contexto de quiebre que, alerta, no se trató de una crisis del capitalismo, sino de la de una etapa del capitalismo que produjo una revolución desde arriba, un cambio radical de un modelo de desarrollo. De lo que se trató fue de achicar el país y de liquidar cierta industria que globalmente no era necesaria y, para eso, terminar con toda resistencia social.
Oscar Braun, economista y miembro de la dirección de la Resistencia peronista, describe las consecuencias del “Plan Martínez de Hoz”: liberalización del capital financiero, transferencia de recursos hacia los beneficiarios nacionales y extranjeros –los dueños de la tierra y de los bonos–, crecimiento monstruoso de la deuda externa y reducción del rol del Estado en la economía, que apenas comenzaba y que el gobierno de Menem (agregamos nosotros) completó.
Osvaldo Bayer describe el modelo prusiano sobre el cual se organizó el ejército argentino para garantizar la propiedad de los nuevos terratenientes y en contra de los postulados de los ejércitos independentistas de Bolívar, San Martín y O’Higgins.
León Rozitchner encuentra las causas de la derrota política en la incapacidad de la institución psicoanalítica argentina (muchos de sus miembros participaron activamente en las organizaciones políticas) para distinguir lo imaginario de lo real en el ámbito de lo colectivo, así como lo reconocían en el plano individual. Plantea que la ilusión, esa apreciación fantaseada de lo real, oculta, en su omnipotencia impotente, las fuerzas reales que el terror de Estado mostró al desvanecerse los límites entre la fantasía y la realidad, que se manifestó en el ámbito de lo familiar, el lugar habitable de lo común, y que Freud describió como lo siniestro.

“Yo ya no sé escribir como antes”, confiesa Cortázar en el final de su vida frente al aterrador escenario sudamericano de persecución, prohibición y muerte de sus pares, y propone, como lugar de resistencia, una escritura arriesgada que no sacrifique la verdad a la belleza, ni la belleza a la verdad.
Si hubo una figura conflictiva (en particular para la generación de Contorno) y excluyente en el campo cultural argentino fue Borges. Noé Jitrik lo ubica, con toda precisión, en un personal trabajo en el que declara el deslumbramiento que su literatura le produjo, señala cuál fue el momento a partir del cual comenzó a repetirse de la mano del reconocimiento mundial, cómo atravesó toda la literatura moderna y sobre todo, la confusión que provocaban las contradicciones entre la riqueza y la modernidad en el plano formal y el conservadurismo de sus núcleos ideológicos (el origen, la patria, el linaje).
Al preguntarse por las razones de la devoción de los franceses en los 60 por Borges, descubre el efecto motivador que produce, sobre todo en los filósofos y poetas, impulsando a repensar y deslumbrando con su pasión intelectual. El cinismo, el instrumento con el que molesta a sus interlocutores, sostiene, le sirve para denunciar sus presupuestos (es decir, su conservadurismo), sobre todo, acerca de su obra. Incorrecto hasta la exasperación, neutral frente a la dictadura, resulta la contrafigura de estos intelectuales en el exilio, ya que para él la utopía se encontraba en el terreno de lo fantástico y si a pesar de esto forma parte de su horizonte cultural es porque pertenece a la clase de escritores para los cuales la literatura configura un sacerdocio.
Para Saer, a partir del predominio de los medios masivos en la vida social, el único lugar posible para el escritor es el exilio, por otro lado, matriz de toda la literatura argentina que en el siglo XIX fue escrita íntegramente por exiliados.
Beatriz Sarlo denuncia, desde la Argentina y con seudónimo, cómo el terror y la autocensura convirtieron a todos los medios masivos en correa de transmisión del mensaje oficial cuyo objetivo era despolitizar a la población, encerrándola en el espacio de lo familiar, garantía del control social.
Poco tiempo antes, en 1979, moría Victoria Ocampo, conflictiva representante de su clase social que por un lado empujó sus estrechos límites y por otro, propuso un proyecto cultural que no buscaba un diálogo entre Europa y América, sino absorber la cultura europea (básicamente francesa e inglesa) en forma acrítica. Julio Schvartzman y Cristina Iglesia se preguntan qué habría ocurrido en el campo cultural argentino que la muerte de esta figura dejó un vacío tan importante, el mismo año en que Laura Bonaparte daba un testimonio escalofriante del secuestro y desaparición de varios miembros de su familia y convocaba, desde la indignación, a organizarse para denunciar penalmente lo que estaba ocurriendo.
También la literatura tuvo su lugar en este número con poemas de César Fernández Moreno, Francisco Urondo y Juan Gelman y relatos de Tununa Mercado, Roberto Madero y Marta Eguía.
En las Conclusiones, es la figura de Perón la que concentra la atención. Viñas lo emparenta con Borges, en un doble movimiento de descalificación que los sitúa como los dos burgueses más célebres de la Argentina, la culminación de una política y una literatura que comenzó en 1845 con el proyecto liberal.

Del otro lado de la trinchera, Viñas ubica a la generación de Contorno en el horizonte trazado por la Revolución cubana, Sartre y el Che Guevara, generación a la que interroga denunciando las marcas de autoritarismo y autocomplacencia entre sus filas y a las que les opone una ética: comprensión y trabajo, que debería seguir guiando a todos los que, desde la crítica política y cultural se empeñan en entender qué es la Argentina.

Publicado por diario Perfil 14/04/2012

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