La pasión por el mate y la identidad rioplatense
¿Qué tiene el mate que lo hace tan diferente a otras infusiones como el té y el café?
Quizás, el darnos un sentido profundo de identidad, al punto que se lo puede tomar en cualquier lugar del mundo y sentirse en casa.
Una
infusión que sólo se produce en una pequeña región de Sudamérica y que hoy
convoca a miles de acólitos en distintas partes del mundo.
El mate,
que se toma con devoción en Argentina, Uruguay, Paraguay y el sur de Brasil, es
la primera bebida energizante que llegó al Viejo Mundo, antes que el té y el
café.
Tal era
su importancia que la primera letra de un tango, “Tomá mate, che”, fue escrita
en su honor, en 1853.
Su
performance, que fascinó a los conquistadores españoles, muy ritualizada, de juntarse
a tomarlo del mismo recipiente, compartiendo la bombilla y esperando a que el
mejor cebador del grupo nos lo ofrezca cuando nos llegue el turno, impulsa la
idea de unión y comunidad que sólo la pandemia del Covid-19 logró frenar.
Y fue un botánico francés, Auguste de Saint-Hilaire, el que la identificó científicamente, en el año 1822, como Ilex paraguariensis (para que no queden dudas de dónde comenzó la historia).
Y comenzó
en el mundo precolombino, de donde vienen las palabras ca’a (en guaraní,
la planta de yerba) y matí, “mate” en quechua, referida al
recipiente o calabaza.
Y hasta
el refrescante tereré o mate frío también viene del guaraní y alude al sonido
que hace la bombilla cuando se termina el agua.
Un poco
de historia
La bebían los guaraníes que, junto a los jesuitas, descubrieron cómo cultivarla, convirtiéndola en el motor productivo de las Misiones Jesuíticas, un secreto que se llevaron con ellos cuando fueron expulsados de América.
Mucho más
tarde fue redescubierta por un personaje conocido en otro contexto muy diferente,
la hermana de Friedrich Nietzsche, Elisabeth, quien, junto a su marido, se
instaló en 1887 en el Paraguay con el objeto de crear una colonia alemana, como
parte de un proyecto utópico ario (con el que el filósofo no estaba para nada
de acuerdo, hay que decirlo, ya que se declaraba “antiantisemita”).
Uno de
los colonos que quedó a la deriva después de que su fundador se suicidara por
el fracaso de su empresa, fue el que, ayudado por los conocimientos agrícolas
de los pobladores locales, descubrió cómo hacer germinar las semillas, y así se
pudo cosechar en ese país la primera yerba cultivada después de más de un
siglo.
Pero la
sangrienta Guerra del Paraguay no sólo diezmó a la población de este país, sino
que le quitó las mejores tierras de cultivo para la planta que había sido
descubierta por sus habitantes originarios. Fue entonces cuando Brasil y
Argentina comenzaron a producirla y más tarde, a exportarla.
Poné la
pava
Es la contraseña para indicarle a alguien que se viene una larga conversación. Pero ese alguien es un par, que seguro forma parte del círculo de gente más cercana. Así funciona, y por lo que parece, desde hace más de quinientos años.
Símbolo
de pertenencia a la comunidad rioplatense, apareció, subrayado, en numerosas imágenes
de la selección argentina de fútbol durante el último mundial.
Pero no
sólo. Muchos futbolistas extranjeros como Antoine Griezmann, Paul Pogba,
Cristiano Ronaldo o Mohamed Salah, influenciados por sus compañeros sudamericanos,
se han vuelto grandes “materos”. Y desde Hollywood nos llegan imágenes donde el
glamour no impide la pasión por esta noble bebida como lo cuentan Viggo
Mortensen y Anya Taylor-Joy, James Hetfield, Jason Momoa, Kevin Bacon y hasta
Paris Hilton y Barak Obama, que disfrutan de este ritual diario.
En
Argentina, se consume en la esfera doméstica, pero en Uruguay, no hay espacio
público donde no se circule con el termo abajo del brazo, el famoso mate
“a la uruguaya” que un conocido escritor argentino parodió en una fiesta de
disfraces, a la que asistió vestido “de uruguayo” con un tercer brazo de
gomaespuma sosteniendo un termo.
Y si bien
la entrada masiva de inmigrantes, a comienzos del siglo XIX, introdujo muchos
cambios en la gastronomía, el mate jamás desapareció.
De
Sudamérica para el mundo
Nos cuenta la antropóloga norteamericana Christine Folch en El libro de la yerba mate que en el siglo XIX, miles de árabes, sobre todo cristianos, migraron hacia occidente desde Siria, Líbano y Palestina y al llegar a la Argentina, se encontraron con la costumbre de tomar mate que adoptaron, como tantos otros inmigrantes europeos.
La
diferencia con estos últimos es que, al volver a sus países de origen, llevaron
consigo esta sana costumbre adondequiera que fueran. Hoy en día, los mercados
sirio y libanés son los que concentran la mayor parte de las exportaciones de
mate de nuestro país.
Tanto se
ha incorporado esta bebida a la vida diaria de los sirios que hasta se puede
ver en Youtube a un grupo de teatro de títeres político representar a sus
principales dirigentes tomando mate. Incluso el nombre del grupo teatral,
“Matti massasit” (literalmente, mate y bombilla), muestra cómo esta bebida
forma parte de la identidad siria, cuya práctica de compartir la bombilla de
boca en boca no parece transgredir las estrictas normas de socialización de sus
consumidores.
Otro fue
el camino que recorrió la yerba mate para los consumidores millennials
estadounidenses: el comercio justo de productos orgánicos. Así es como hoy, una
marca de yerba mate paraguaya producida en una reserva natural se vende
en los principales supermercados de la primera economía mundial.
El libro
de la yerba mate. Una historia estimulante
Autora: Christine Folch
Fondo de Cultura Económica
Pubicado en Buenos Aires Connect, julio 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario