domingo, 20 de enero de 2019

El combate de la lengua


Entrevista a Jorge Panesi

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En el final de una fructífera carrera como docente universitario, Jorge Panesi reunió, en La seducción de los relatos, algunos artículos sobre literatura y crítica, el centro de una pasión que la enseñanza no hizo más que diseminar. Un título muy barthesiano en el que se destaca una palabra que viene del ámbito de la literatura, “relato”, que ha sido objeto de disputa política y que ha adquirido un sentido peyorativo cuando una parte de la sociedad (o de los medios masivos) la empezó a usar como sinónimo de construcción mentirosa.

¿Es posible una sociedad sin relatos?
Rotundamente no, y como creo que la crítica literaria es una respuesta también al presente -a pesar de que a mí la mal llamada “grieta” me parece una simplificación que nos impide pensar- sentí que debía sentar posición frente a esto. Entonces, entre los presupuestos inmediatos del libro estaba el uso político de la palabra “relato” pero el relato es una condición humana. Es además una forma de memoria y una herramienta poderosa de conocimiento. Siempre cuando tenés un relato tenés una perspectiva y por lo tanto lo que tenés es una posición frente a la verdad, y finalmente, es de eso de lo que se trata.

Según tu planteo, habría un juego de seducción entre la literatura y la política. Por un lado, la literatura y la crítica quisieran tener el alcance que tiene la política pero ¿qué es lo que tiene la literatura que la política desearía tener?
Gracia. Pero la seducción parece ser mutua. La política es inherente a la crítica y a la literatura argentinas que son políticas de cabo a rabo. No hay más que pensar en Sarlo, Ludmer, Viñas o Adolfo Prieto. Hay un interés por intervenir en la política cultural, para empezar. Por otro lado yo he visto programas de TV donde estaban Sarlo o Tomás Abraham, y ver a los periodistas políticos mirar a Sarlo cuando improvisa, con esa cara de arrobo… Entonces me preguntaba ¿qué hay ahí, qué cuenta cuando los intelectuales son llamados a dar una opinión política en los medios?

            Define a la crítica literaria argentina como una máquina de intervención cultural que, lejos de debilitarse con las catástrofes (políticas, militares, económicas), se ha fortalecido, aunque reconoce que no ocupa el espacio que tuvieron revistas como Los libros, Punto de Vista o Sur. “Lo que ocurre es que la crítica universitaria ha permeado todos los escondrijos de la crítica literaria, que además tiene la condición de ser autorreflexiva. Habrá que ver cómo la crítica se mira a sí misma hoy. Lo hace, creo yo, de una manera más dispersa, pero lo hace. Si entrás en internet vas a encontrar infinitos trabajos críticos sobre todos los temas posibles.”

            Siguiendo a Foucault en cuanto a que la interpretación no debe basarse en el modelo de los signos sino en el de la guerra, acerca de la irrupción en el espacio público del lenguaje inclusivo frente al uso del masculino como paradigma alrededor del cual todo el sistema lingüístico se configura, tiene una posición ambivalente. ”Te advierto que en materia de lengua soy muy tradicionalista y creo que lo que se puede cambiar fácilmente es el léxico. Cualquier proceso libertario como es el que lleva adelante esta reivindicación y que puede tener todas mis simpatías políticas, no sé si podrá generar una modificación en el nivel de la morfología. Depende de lo que se alcance en términos de masividad. Yo recibí de un colega un texto con lenguaje inclusivo y obviamente como profesor de castellano que soy, me hacía ruido. Ahora, pienso que en materia de géneros, por más intentos pacificadores que hagamos, siempre habrá conflicto.”

¿Pero esto no es una manera de visibilizarlo?
Yo siento que hay un ataque a la “virginidad” de la lengua y yo reacciono. No sé si por prejuicios o por mi condición de género, cosas que uno no puede evitar. Es que nos han machacado en la cabeza una cultura androcéntrica. Además creo que los cambios lingüísticos vienen de abajo.

Y esto viene de abajo. Viene de los más jóvenes.
Cuando digo de abajo digo del pueblo, pienso en el folklore, en el lunfardo. Esos son los estratos más ricos.             

Los sectores de abajo en términos generacionales también son los que más enriquecen la lengua.
Sin duda. Pero el problema de la lengua es que es un mecanismo automático.

Que es hora de desautomatizar.
Bueno, estamos medio en desacuerdo. Tampoco es que la lengua produzca cambios sobre la realidad.                               

Es un proceso dialéctico.
Lo que hay es un combate y una resistencia desde el cuerpo mismo del lenguaje pero también te estoy hablando de mí. De todas maneras es un proceso muy interesante.

            Para terminar, como no podía ser de otro modo en un libro dedicado a la crítica literaria, aparece Borges, el escritor que considera, continúa generando pensamiento en relación a su obra “en primer lugar, porque tiene la legitimidad que le da el canon. Y además es el tipo que logró trasvasar los valores propios, por lo que su obra tuvo la rara capacidad de no envejecer.”


Publicado en diario Perfil, 20/1/2019

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