Un fantasma recorre el campo
literario ucraniano: el de la compleja relación con la gran tradición literaria
rusa y de la guerra con ese país que ya va por su tercer año.
Quizás el predominio
político, económico y cultural de Rusia haya opacado a la literatura ucraniana
y por ese motivo sean muy pocas las editoriales que traducen a sus escritores,
como es el caso de la española Acantilado, gracias a la cual podemos acercarnos
a la obra de este autor y a pesar de no leerlo en su idioma original, captar toda la
densidad poética de su escritura.
En sus novelas escritas en
los últimos años de la URSS, Recreaciones y Moscoviada, narra, en
una jornada desmesurada y extrema de alcohol y sexo, con el procedimiento de la
enumeración caótica que produce el efecto de acumulación propio del cine
cómico, la gran tragedia de ese país, cuyos pedazos, pegados alrededor de un
bloque común, devienen una mezcla de pueblos, culturas y lenguas al borde de la
implosión.
Con una crítica feroz al
tiempo que le tocó vivir, parodia los relatos heroicos de la Segunda Guerra y
afirma que sus compatriotas, un ejército de borrachos, son capaces de tirar
abajo el régimen soviético si llegara a escasear el vodka. Con escenas
apocalípticas y violentas, en sintonía con obras como Brazil, de Terry
Gilliam o Maus, de Art Spiegelman, narra el descenso a los infiernos por
los subsuelos de un poder totalitario.
La novela Doce anillos
y el ensayo Mi Europa, escritos entrado el siglo XXI, recuperan su
tradición cultural forjada en la Mitteleuropa y subrayan el sentimiento
de pertenencia a una Europa que es, para este autor, el principal bastión de la
lucha contra su opresora Rusia.
De visita en la Feria
Internacional del Libro de Buenos Aires, conversó con El País, y nos
adelantó la buena noticia de que este año saldrá su última novela Radio de
noche, por la misma editorial.
- En esta lejana Sudamérica, los que nos dedicamos a la crítica literaria, amamos a Mijail Bajtín que en Recreaciones, está en el centro mismo de la novela. ¿Qué relación tiene tu literatura con la vanguardia soviética?
El
trabajo de Bajtín sobre François Rabelais, yo lo leí el mismo año en que escribí
Recreaciones, en el año 90. Como poeta, formaba
parte del grupo Bu-Ba-Bu, que significa Burla, Farsa, Bufonada. Eramos tres escritores que hacíamos performances poéticas y algunos
críticos decían que nosotros escribíamos bajo la influencia de Bajtín. Pero en aquel entonces, ninguno de nosotros había leído todavía esa
obra.
Y
Recreaciones trataba sobre nosotros, sobre los jóvenes poetas. Sí, claro
está que hay mucha relación con esta teoría de Bajtín. Pero créeme que primero fue nuestra poesía, sin relación con él. Pero
hay un detalle muy importante que nos diferencia y es que Bajtín es un marxista
que fue prisionero de Stalin, él desarrolló su teoría del carnaval justamente estando
en prisión.
Nosotros
podíamos saber algo sobre las prisiones stalinistas, pero en la Unión Soviética
se empezó a descubrir y a hablar de todo esto, recién en los años 80.
Por otro lado, a nosotros no nos importaba mucho el vanguardismo ruso, sino que mirábamos lo que sucedía en Ucrania. La capital de la Ucrania soviética era Járkov, donde comenzó a desarrollarse la nueva literatura, el nuevo arte y el cine. Teníamos nuestros futuristas, nuestros constructivistas, buenos textos políticos. Todo esto termina más o menos en los años treinta, con los primeros procesos. Y este periodo de la literatura ucraniana más tarde fue denominado “el renacimiento fusilado”, donde, de los seiscientos escritores que fueron juzgados, más de la mitad fueron fusilados y los otros, apresados. Y en general nunca se los nombraba porque estaba prohibido.
- Si la revolución rusa, en términos históricos, puede ser leída como una tragedia, en tus textos, a la caída de la URSS se la podría definir como una farsa, esa segunda vuelta de la que hablaba Marx. ¿Ese es el lugar que elegiste para ejercer la crítica política?
Yo creo que la Unión Soviética o mejor dicho, el Imperio Ruso porque la Unión Soviética era una forma del Imperio Ruso, continúa todavía, porque hoy tenemos una guerra muy agresiva por parte de Rusia y eso significa que el imperio sigue luchando por su existencia y lo que tenemos hoy es una tragedia mucho más sangrienta de lo que fue en Rusia más de 100 años atrás. En el año 91 parecía que era una farsa como de la que hablaba Marx, pero entonces la historia no llegó a su fin y esta guerra que hoy tenemos debería haber empezado en aquel momento, pero Rusia la pospuso, porque tenía que recuperarse, tenía que tener más fuerza, tenía que dolarizar sus riquezas. Y esta guerra empezó en el 2014 con la anexión de Crimea y la captura de parte del sur de Ucrania, pero la guerra a gran escala comenzó hace dos años, ya vamos por el tercero. Nosotros simplemente la dividimos en la guerra pequeña y la guerra a gran escala, porque no hubo ningún momento de paz desde el 2014.
- Para la izquierda occidental, la caída del muro y del bloque soviético fue una catástrofe. En tus libros se respira una atmósfera apocalíptica, de “fin de la historia”. ¿Cómo fue vivido este derrumbe en Ucrania?
En Ucrania hubo un referendo nacional en el que más del 90% de los ciudadanos votó por la independencia. En los años que siguieron vivimos una situación bastante difícil, tuvimos una gran inflación y era una lucha para sobrevivir, pero a fines de los 90 empezó a mejorar. Paramos la inflación, se hizo la reforma monetaria y durante todos esos años Ucrania entendió que tenía que ir por el camino de la Unión Europea. En realidad, la Unión Europea no quería eso, no entendía que Ucrania era un país aparte, todos miraban solo a Moscú y lo que sucedía allí. A nosotros, por primera vez se nos escuchó en el año 2004, cuando tuvimos la revolución naranja, con las manifestaciones en masa de las que fui partícipe junto con millones de ciudadanos. (N. de la R.: “yo también estuve”, dice la traductora, visiblemente emocionada). Esto demostró a los europeos que la sociedad ucraniana puede resolver su futuro. El 2004 fue el punto de no retorno para Ucrania, fue un momento histórico cuando comprendimos que tenemos un futuro europeo y lamentablemente hasta el día de hoy estamos luchando por conseguirlo.
- El protagonista de tus libros ejerce una crítica despiada a todo: a su sociedad, al régimen soviético, a su propio campo literario y a sí mismo. Sólo la cofradía de amigos se salva de sus dardos. Pero en la novela Doce anillos se percibe una suerte de reconciliación. ¿Cómo es la relación actual con tu país?
Es un país que hoy sufre una guerra que abarca todas las esferas de nuestra vida. Muchos escritores hoy están en el frente, defendiendo a su patria. Y en la situación en la que estamos se necesita mucha positividad para poder salir adelante. Hay mucha solidaridad entre la gente hoy en día. Y por eso los escritores dicen que no saben si escribir sobre la vida como era antes o escribir sobre lo que se ve y lo que se sufre hoy. Yo creo que las novelas sobre esta guerra todavía están por escribirse. Doce anillos está escrita antes de la revolución naranja y en aquel entonces miraba con más crítica a mi país, pero durante este tiempo comprendí que cambió mucho la realidad de mi país y por lo tanto, yo también cambié y cambió mi parecer sobre él.
- Tu historia familiar es un
poco el producto de ese calidoscopio que es Europa central. ¿Qué quedó de esta
usina de arte y pensamiento, sólo “ruinas y esqueletos” como decís en Mi
Europa?
Creo que los escritores, y no solo yo, operamos con una lupa. ¿Que quedó de toda esa riqueza? La arquitectura, algunos fragmentos de topografía, mucha poesía que la gente continúa leyendo y recordando, la música, así que quedó bastante. Pero las ruinas y los esqueletos hay que recordarlos. Verdaderamente, este mundo multicultural se ve mucho mejor en los cementerios y cuando paseas por ellos, se ven las distintas culturas y religiones, los diferentes idiomas en cada tumba y esto ya, en el mundo de los vivos, no existe.
-
¿Qué le dio el capitalismo a Ucrania?
Posibilidades económicas que aparecieron con el comercio y las pequeñas y medianas empresas. El capitalismo nos dio a un ciudadano de clase media. Una persona que individualmente puede resolver su futuro, que sale a las manifestaciones, que se suma a las revoluciones para defender su derecho a elegir, defender su tierra y a su país del agresor. Gran parte del ejército está mantenido por donaciones y ayuda de los grandes capitalistas que viven en nuestro país. Hay familias que abrieron pequeños hoteles. Esa gente ahora ayuda al ejército a luchar contra el invasor. A mí me gusta vivir en mi ciudad, justamente por eso, porque ahí la gente trata de resolver sus problemas, hacer cosas nuevas y salir adelante.
-
También estimula el tráfico de personas, la libertad para que operen las
mafias.
Yo creo que durante el comunismo eso también existía.
- En breve se
cumplen dos años de la muerte de la periodista Victoria Amelina en Kramatorsk,
como consecuencia del ataque con misiles de Rusia, donde también fue herido el
escritor colombiano Héctor Abad Faciolince. ¿El gobierno ucraniano inició
alguna investigación?
Sí, claro. Ella hoy en día es una heroína internacional. Hay muchos héroes como ella. La armada rusa mata todo lo que es ucraniano. Cuando entra la armada rusa en algún territorio, tienen escrito en un papel a quién tienen que matar, cuáles son los libros que tienen que quemar. ¿Sabes cuál es la cantidad de crímenes de guerra de la armada rusa? Hace dos semanas vi estas cifras, hoy seguramente son más: 150.000. Los rusos están matando a la gente y no al ejército, tiran bombas en las escuelas, en los hospitales, en las universidades, en los teatros, pero en Rusia no muere la población civil, porque los ucranianos no bombardean a los civiles.
-
¿Cómo ves el futuro inmediato de Ucrania a la vista del nuevo escenario mundial,
con Trump y Putin del mismo lado, negociando el fin de la guerra?
Creo que esta perspectiva ya no es actual. No solo porque Trump es demasiado loco, sino también porque Putin es demasiado inteligente. Y si bien Putin es para siempre, Trump no lo es, porque a él lo pueden sustituir, a Putin, no, porque él es más que una sola persona. Es el nombre de un sistema y Trump quisiera serlo, pero pienso que ni siquiera va a llegar a completar el mandato. En otras palabras, ellos no van a llegar a ningún acuerdo.
-
¿No hay riesgo de que Zelenski entregue recursos, territorio?
Ucrania
no es Rusia, donde Putin decide todo. Zelenski es un
representante del gobierno elegido por el pueblo. Él no va a hacer nada de por
sí, si el pueblo está en contra y el pueblo está en contra de cualquier entrega
del patrimonio. Los ucranianos continuamos la marcha hacia la Unión Europea y
al mismo tiempo, hemos dejado de ver a los Estados Unidos como un rumbo a
seguir. Y
eso, pienso yo, está bien, porque es una muestra de que hemos alcanzado la madurez
política.
Publicado en El país de Montevideo, 8/6/2024
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