Leemos en los datos biográficos del autor que después de egresar del Liceo Naval, y como piloto de ultramar, navegó por los océanos Atlántico y Pacífico, los mares Báltico y del Norte y que estuvo a punto de naufragar cerca de las costas de Tierra del Fuego.
Su
formación como marino marcó su vida (y su supervivencia) y más tarde su obra
narrativa, en la que se destacó, como en esta novela, en aquellos relatos de
oficios donde se describen morosa y amorosamente los pequeños y grandes
trabajos que se ejecutan con mucha precisión y a lo largo de una vida, el saber
sobre ellos, sus herramientas y objetos, algunos de una
belleza perfecta, junto con el uso de un léxico específico.
Compiló varias antologías dedicadas a los relatos de mar y como periodista
cultural, publicó trabajos críticos sobre la obra de Haroldo Conti, entre
otros.
A propósito de la publicación de su última novela, Vuelta
encontrada, por la editorial Leteo, conversó con La gaceta literaria
sobre sus dos grandes pasiones: el mar y sus personajes entrañables.
- En los comienzos de la novela, el
protagonista, el capitán Gonzaga, es apresado luego del naufragio de su barco,
en las costas de Mar del Plata, en el año 1976. ¿Qué relación tuvo la marina
mercante con la dictadura?
Ahora que repaso lo sucedido con el capitán,
noto que tal vez pueda funcionar como una metáfora de lo que sucedió con la
marina mercante argentina. En rigor, no fue víctima de la política económica de
la dictadura, ya que muchos militares tenían negociados en torno a la industria
naval y la propia marina mercante. Además, la política vaciadora comenzó en
verdad un poco antes, fue un diseño de Ricardo Zinn, funcionario del ministerio
de economía de Isabel Perón. Las políticas que él diseñó fueron coronadas por
el menemismo y, en lo fundamental, continúan intocadas por los gobiernos
democráticos en cuatro décadas. La Argentina perdió a causa de ellas una flota
de ultramar que disponía de poco más de ciento cincuenta buques de carga que
cubrían todas las rutas del mundo. Perdió su industria naval, perdió el control
de sus puertos y perdió miles de puestos de trabajo. El saldo es catastrófico.
- ¿En quién te inspiraste para
componer a este personaje, un viejo lobo de mar que a la vez es un héroe
trágico, ultrarreflexivo? De él se dice que “no observa, sino que contempla”.
A mí me parece que tiene mucho de
algunos capitanes con los que navegué, así como de mis capitanes favoritos de
la literatura, también de algunos personajes del cine y la historieta. Algo
debe tener del capitán Ahab, de Moby Dick, y del obcecado capitán Mc
Whirr de Tifón, mi novela favorita de Conrad. También de Maqroll el
Gaviero, protagonista de una saga de novelas de Álvaro Mutis; y del Corto
Maltés. Algo de la mirada del capitán Jack Aubrey interpretado por Russell
Crowe en la película Master and commander, de Peter Weir. Y por
supuesto, de esos marinos casi filósofos de los cuentos de Hugo Foguet, a cuya memoria el libro
está dedicado, junto a su compañera, la querida poeta Inés Araoz. Estoy
convencidísimo de que en tal sentido Vuelta encontrada es
autobiográfico: por la negativa. Aunque tampoco Gonzaga se realiza: es un
romántico.
- Existe una larga tradición universal de literatura de marinos,
¿te considerás un escritor en esa línea, “atado al mástil de la lapicera”?
Sí y no. Me dediqué a navegar profesionalmente porque había leído ciertos libros; por navegar
profesionalmente empecé a leer de otra manera esos mismos libros; y por
navegar, supongo, escribo de ciertas maneras, merodeo ciertos asuntos, me
intereso por algunos temas y no por otros. He escrito acerca de las
representaciones del mar en la cultura argentina, y las he comparado con las de
la cultura anglosajona, además. Pero la mayoría de las lecturas que me han
interesado y me interesan no tienen que ver con el mar. Por ejemplo, fue para
mí fundamental para este libro Matsuo Basho. Más allá de que se pueda leer como
novela, su forma es la del haibun: combinación de prosas líricas narrativas
referidas a viajes, más haikus.
-Yo inscribiría esta novela dentro del
subgénero de los relatos de oficios. ¿Vos cómo la definirías?
A mí me
interesan los trabajos en la ficción tanto como los trabajos de la ficción. Su
vocabulario, sus gestos, sus climas suelen andar por lo que escribo, así como
las reflexiones o las preguntas relativas al lenguaje. Yo, a diferencia de un
escritor como Haroldo Conti, que se interesaba en todos estos oficios
terrestres sin perder a la vez su carácter de escritor religioso, me siento
más vale con una inclinación mística: la búsqueda, las preguntas, no —por
desgracia— las respuestas, el hallazgo, la fe.
- El oficio de marino, que uno podría
pensar, es pura acción, pura experiencia, genera en estos personajes una
cantidad de preguntas del orden la metafísica. ¿Esto fue una necesidad de la
propia novela?
Quizás no llegue a darse cuenta la
mayoría de los navegantes que, sin embargo, navegar es en buena parte lenguaje.
En cualquier escuela profesional de navegación, el aprendizaje de nomenclatura
marinera es una materia que puede abarcar todo el primer ciclo lectivo. Y ni
siquiera ahí termina el aprendizaje: hay que aprender el lenguaje de las cartas
náuticas, de las cartas meteorológicas, lenguaje legal y comercial, inglés
técnico marítimo, etc. El uso de esos lenguajes puede hacer que alguien se
interrogue acerca de los lenguajes en general, que reflexione acerca de sus
posibilidades y de sus imposibilidades. Fue mi caso. Y esa reflexión, sumada a
entornos que fácilmente suscitan estados de conciencia inhabituales, extremos,
sumada también a situaciones de peligro en los que la fragilidad humana pasa a
primerísimo plano, pueden llevar a meditar acerca del ser, de la trascendencia,
de las razones o sinrazones de nuestra estadía fugaz en este planeta llamado Tierra,
aunque debiera llamarse agua.
- ¿Cuál es la vuelta encontrada del
título, representada en la tapa por el símbolo del infinito?
La expresión “vuelta encontrada” tiene
en el registro náutico un significado preciso: designa la circunstancia en la
que dos embarcaciones próximas entre sí navegan a rumbos opuestos. Entraña
cierto peligro. Valga entonces como metáfora. Pero me gusta además su
musicalidad. Y recuerda incluso el título de un libro de Juan José Saer, La
vuelta completa. Aludir a él es para mí aludir a una manera de operar con
la escritura: un trabajo de la prosa cada vez más cercano a la poesía, sin
abandonar completamente la narratividad. Vuelta encontrada intenta designar
también ese loop de la memoria que es el libro para mí, una larga introspección
del protagonista en su agonía, recordando hacia atrás, hacia el mito, hacia el
silencio o hacia las palabras dadas vuelta sobre sí mismas. El protagonista
viaja por su memoria como yo viajo por mi memoria escritural.
Publicado en La gaceta literaria, 3/3/24
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