Grimanesa Lázaro nació en Tartagal, Salta y se formó en la Universidad Nacional de Tucumán, donde estudió Medicina y Letras.
En el año 2015 fue elegida por la editorial
Blatt&Ríos para formar parte de la publicación de 40º Narrativa tucumana contemporánea y recientemente, la misma
editorial publicó Niña y Basurero,
dos relatos inquietantes donde el cuerpo es interrogado desde muy diferentes
perspectivas, en su animalidad, pero también como resto, lo descartado y como
lo que no encaja, como lo disfuncional.
Con una prosa sobria y precisa, reconstruye el
imaginario rural del cual proviene, con mucha eficacia.
La gaceta conversó con su autora
quien actualmente vive en Buenos Aires, donde ejerce su profesión de médica.
- Naciste en Salta pero fuiste convocada para
una antología de narrativa tucumana contemporánea. ¿A qué se debe esta doble
filiación?
Yo nací en Salta, en un pueblo cercano a Tartagal, pero de muy chica me mudé a Tucumán, donde estudié, y en los veranos volvía a Salta, a la casa de mi abuela, por lo que llevo esta doble filiación desde siempre. Y aunque hace cinco años que vivo en Buenos Aires, todo lo que escribo está ligado al lugar de donde vengo.
-¿Cómo fue tu formación como escritora?
Yo siempre quise escribir pero también me gustaba Medicina, así que estudié la dos carreras. Un día me enteré que había un taller literario donde invitaban escritores una vez al mes y ahí conocí a Damián Ríos, editor de Blatt&Ríos, con quien empecé un taller de escritura. Estando en Buenos Aires, le mandé estos dos relatos y decidió publicarlos.
-Pensaba que en Niña y Basurero hay una interrogación sobre los cuerpos.
Concretamente, en el segundo relato, sobre qué pasó con ese cuerpo, en
principio femenino, que aparece asesinado en un basural. Pero en Niña, esta interrogación adquiere otros
sentidos: está el cuerpo materno que es
uno con el del hijo y también está el cuerpo como lo que no encaja. ¿Qué es lo que te interesó explorar en relación al cuerpo
en estos textos?
Los dos relatos hablan de cuestiones bien diferentes. A mí como médica me parecía que hablar de enfermedades y describir un diagnóstico no tenía mucho sentido para estos personajes campesinos tener esta información.
- Si hay algo que me gustó especialmente en tus textos es el lenguaje. Hay una economía de recursos que reproduce la economía del mundo campesino y popular. Oraciones cortas y concretas, donde nada sobra. Por ejemplo, en Niña, la palabra autista no aparece en ningún momento. La protagonista parece desconocer este concepto y sin embargo, describe la patología de su hija mejor que nadie. ¿Esto tiene que ver con la búsqueda de un estilo propio?
- El mundo pareciera estar habitado por mujeres,
los hombres están lejos, están caídos o configuran un peligro. Los personajes femeninos siguen una matrilinealidad.
¿Esto es algo propio del entorno rural?
Absolutamente. Las mujeres, en nuestras sociedades, son fundamentales. Ellas, a pesar de las condiciones desfavorables en las que viven, se imponen, deciden, avanzan. Practican una forma de feminismo que es propia de este mundo rural.
- Basurero
tiene la estructura de un interrogatorio policial para la reconstrucción de un
crimen, cosa que finalmente no se logra, queda planteado. Acá el objeto es el
cuerpo sufriente (el de la madre sangrando) y el cuerpo descartado del crimen
de odio. ¿Los crímenes impunes de los jóvenes tienen que ver con esta historia
inconclusa?
Esto es algo que siempre me interpeló: cómo, en
lugares como el Noroeste, hay como una especie de resignación o
acostumbramiento frente a los cuerpos que aparecen asesinados. Nunca queda
esclarecido el crimen y por otro lado, todos tienen una hipótesis sobre el
hecho. Y yo, muchas veces, pensé cómo reaccionaría si me pasara algo así y la
respuesta que tengo es que yo respondería con literatura. Que es lo que creo
que hice.
Publicado en La Gaceta Literaria, 19/6/2022
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