Mona
Un
encuentro de escritores nominados a un premio literario suculento y prestigioso
puede constituir el escenario
perfecto para el más violento de los crímenes: el cometido contra el amor propio. Mona -una
heroína dark, mundana y narcotizada- es una de las pocas escritoras
sudamericanas invitada a pasar unos días junto a un grupo variopinto de
escritores, personajes que, marcados en su diversidad, parecieran salidos de un
espectáculo de variedades.
Siguiendo sus fantasías erótico-paródico-eruditas-,
conoce a algunos personajes de la escena literaria internacional, con quienes
disfrutará, en un caso, de una sesión de sexo oral con recitado de versos
borgeanos, en otro, de una masturbación de a dos a través de skype, mientras
confrontan sus éxitos académicos. Una auténtica paja intelectual y una ironía filosa
de una integrante bastante excéntrica de ese zoológico que es la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA.
Con una prosa que centrifuga los vocablos extranjeros y
los incorpora, sin bastardillas, barriendo cualquier
indicio de color local, hace del cosmopolitismo su estandarte, narrando en un español
¿transhispánico? que lo desmarca definitivamente del rioplatense. Es que su protagonista
se reconoce ciudadana de una comunidad global de escritores y elige vivir,
sensualmente, “entre lenguas”.
“Libro terrorífico, brillante y peligroso” se lo define
en algún momento. Un verdadero cuento de hadas, en el que los signos ominosos
-venidos a través de mensajes de voz, noticias policiales, moretones en el
cuerpo o animales degollados- marcan, como migas de pan, el camino de Mona.
Pero también es una novela de ideas desmarcadas del mainstream (como le gustaría
decir a su protagonista) de la izquierda bienpensante que ha perdido su
capacidad crítica. Los diálogos literarios, con momentos de altísimo vuelo,
discurren sobre el futuro de la narración en tiempos de usuarios consagrados a
la autoficción; la teoría francesa como origen de la posverdad; la
voluptuosidad propia de la lengua española y sobre la degradada función del
intelectual, reafirmando la capacidad de las ideas de impactar sobre la
realidad, que en una escena de violencia doméstica, asumirá la imagen de una
biblioteca de economía política cayendo sobre el cuerpo amoratado de la
protagonista.
En diálogo con una escritora freak y excesiva, Mona se
define, en tanto mujer y escritora, como un ser monstruoso. Un desborde marcado
en el color rojo sangre de sus labios, en las pestañas postizas, las lágrimas
incontrolables o el fanatismo por los boleros que la convierten en una
verdadera chica Almodóvar. De “la mujer es el negro del mundo” de Lennon, a la
máxima lacaniana “la mujer no existe”, llegamos a su definición de mujer como
travesti, asumiendo todo lo que tiene de artificio la construcción del género
femenino.
Dedicado a Asia (¿Argento?) modelo de mujer pública (el
eufemismo con el que se nombraba a las mujeres sexualmente activas y por lo
tanto, castigadas) dialoga con el movimiento #MeToo y traduce la consigna en un
“dame a mí también”. Una interpretación que recupera, para el feminismo, la
dimensión festiva de esa voz colectiva exaltada. Es que no hay nada más erótico
que el pensamiento en acto ni más cercano al paraíso que la performance de un
poeta venido de otro tiempo, recitando en latín una conocida canción popular.
“No es sencillo ser una muchacha joven y tener talento”.
No es sencillo leer esta oración sin pestañear. Pero la incomodidad es un rasgo
de esta escritora que hizo su bautismo de fuego sacudiendo -un tanto- el
paquidérmico campo universitario.
Y si de excesos se trata, un final apoteósico, con un
monstruo mitológico surgido de las aguas, una suerte de Moby Dick o monstruosa
página en blanco frente a la cual, sucumben todos los egos.
Publicado en diario Perfil, 21/4/2019
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