domingo, 3 de marzo de 2019

Hasta el caracú


Para comerte mejor


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No hay nada más visceralmente brutal que los cuentos de hadas, con perdón de las lecturas seudolibertarias que militan a favor de las antiprincesas. Quizás sea ése el motivo por el que la literatura latinoamericana de estos últimos dos siglos, de una ferocidad implacable, haga tan buen maridaje con la literatura maravillosa.

La autora de este conjunto de relatos así lo señala y desde el título anuncia cuál es el plan: hacer del cuerpo en su pura animalidad el laboratorio donde explorar, como en la mesa de un forense, la muerte y convertir la literatura en autopsia.

Por sus cuentos transitan criaturas atormentadas a mitad de camino entre la vida y la muerte que conectan los múltiples mundos que habitan su narrativa migrante: los saberes campesinos, el fantástico en su versión gótica y un futurismo en el que confluyen todas las vertientes, arraigadas en una contemporaneidad donde “el Evo” deviene el signo de un presente político y de un pasado que se proyecta hacia el futuro.

Si hay una figura que insiste en su escritura es la del zombi, aquel ser sobrenatural y maquínico capaz de atravesar fronteras y tiempos. En un caso será una suerte de Frankenstein, ese “chico del tórax vacío”, que conecta los cuerpos ofrecidos en un ritual budú con el cuerpo atrapado por la psiquiatría. En otro, tomará la forma de un ejército de indigentes, seguidores enceguecidos de un viejo hippie con poderes sanadores. En todos, la fascinación por el cuerpo vuelto cadáver le dará un sentido múltiple a la palabra “salvaje” que estará ligado a la pura supervivencia, a los recursos de la pobreza campesina como a la satisfacción del instinto de un vampiro suelto en territorio boliviano.

Auténtica literatura de pasaje, el lugar que esta autora elige para narrar es el de la enajenación, esa frontera donde el llanto ancestral de las cholas y el canto desgarrado de Janis Joplin son uno solo. Es que, en este mundo, “todo está lleno de fantasmas”, sólo que algunos, todavía, no parecen darse cuenta.



Publicado en diario Perfil, 3/3/2019

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