El día señalado
La pequeña Isabelle Dumarchey recibió
un día, de parte de una gitana, un augurio inquietante: en un
impreciso día de un invierno muy lluvioso moriría de pie, sedienta,
o quizás bailando hasta desfallecer. A partir de ese momento sus
sueños -para la Antigüedad, el territorio donde se expresan los
dioses- comenzarán a dar forma a este presagio y a dotarlo de
detalles hasta transformarlo en un pequeño y delicado relato que,
como una miniatura, tiene por protagonistas a Isabelle y a la Muerte.
Los años pasan y su vida se puebla de
signos que remiten a ese funesto vaticinio al que ella, como una
verdadera Sherezade, decide conjurar. Las coincidencias y el azar van
tejiendo la trama de este duelo con la Muerte que toma la forma de
una coreografía que las exquisitas ilustraciones subrayan con su
paleta de claroscuros.
Y si bien no es el terror el género
donde este texto se inscribe (que por otro lado, juega con la
indefinición genérica ubicándose en el límite entre la literatura
infantil-juvenil y los textos para adultos) construye un clima
enrarecido que hace de la ambigüedad su condición de posibilidad,
proyectándola en varios planos hasta llevar a su protagonista a un
estado de desubicación, de pérdida de todas las certezas. Su viaje
a la “inacabable, infinita Ciudad de México” en calidad de
corresponsal del canal de TV para el que trabaja, para cubrir el paso
del huracán Dolores, no hace más que potenciar este desajuste, que
la deja, como una imagen fuera de foco, al borde de la desaparición.
Una hermosa historia de fantasmas,
finalmente, que homenajea a la tradición cultural mexicana y su
culto a la muerte y que lleva, escondido, un homenaje a uno de sus
mejores escritores.
Publicado en diario Perfil, 5/3/2017
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