lunes, 6 de marzo de 2017

Danza con el destino

El día señalado

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La pequeña Isabelle Dumarchey recibió un día, de parte de una gitana, un augurio inquietante: en un impreciso día de un invierno muy lluvioso moriría de pie, sedienta, o quizás bailando hasta desfallecer. A partir de ese momento sus sueños -para la Antigüedad, el territorio donde se expresan los dioses- comenzarán a dar forma a este presagio y a dotarlo de detalles hasta transformarlo en un pequeño y delicado relato que, como una miniatura, tiene por protagonistas a Isabelle y a la Muerte.
Los años pasan y su vida se puebla de signos que remiten a ese funesto vaticinio al que ella, como una verdadera Sherezade, decide conjurar. Las coincidencias y el azar van tejiendo la trama de este duelo con la Muerte que toma la forma de una coreografía que las exquisitas ilustraciones subrayan con su paleta de claroscuros.
Y si bien no es el terror el género donde este texto se inscribe (que por otro lado, juega con la indefinición genérica ubicándose en el límite entre la literatura infantil-juvenil y los textos para adultos) construye un clima enrarecido que hace de la ambigüedad su condición de posibilidad, proyectándola en varios planos hasta llevar a su protagonista a un estado de desubicación, de pérdida de todas las certezas. Su viaje a la “inacabable, infinita Ciudad de México” en calidad de corresponsal del canal de TV para el que trabaja, para cubrir el paso del huracán Dolores, no hace más que potenciar este desajuste, que la deja, como una imagen fuera de foco, al borde de la desaparición.

Una hermosa historia de fantasmas, finalmente, que homenajea a la tradición cultural mexicana y su culto a la muerte y que lleva, escondido, un homenaje a uno de sus mejores escritores.

Publicado en diario Perfil, 5/3/2017

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