Correspondencia Erich Auerbach
- Walter Benjamin
Dedicado “al emperador Claudio, que
inventó el diccionario de idiomas” está este trabajo en el que
azarosamente, su compilador, en el camino de la investigación
literaria, se encontró con algunas de las cartas que intercambiaron
ambos pensadores durante su exilio y que dan cuenta de la existencia
de una relación intelectual profunda, casi desconocida por la
crítica especializada.
Seis son las que se traducen en esta
ocasión: cinco escritas por Auerbach y una por Benjamin entre 1935 y
1937. El primero, instalado en Estambul, el lugar donde la filología
europea y la romanística encontraron un sorpresivo interés cuando
la reforma cultural encarada por Mustafá Kemal Atatürk (el mismo
que en 1915 había decidido asesinar a un millón y medio de
armenios, cosa que Auerbach parece desconocer) convirtió estas
disciplinas en una cuestión de estado. Benjamin, por lo mismos
motivos que Auerbach -la cancelación de todos los derechos cívicos
de los judíos en 1935 en su país de origen- se hallaba por entonces
en París y esta diáspora, severamente vigilada por los servicios
secretos nazis, no impidió el intercambio y la lectura de sus
trabajos.
Y es en las cartas
donde se puede vislumbrar la influencia de uno sobre otro y sobre
todo, el paralelismo entre el trabajo que Benjamin acababa de
publicar, Alemanes, y los textos en los que Auerbach estaba
trabajando y que conformarían su monumental Mímesis, ambos,
una crítica y una confirmación del derrumbe, en tiempos del
nazismo, de “una sociedad cuya sobrevivencia solo sería posible en
la memoria que habita sus libros”. Ambos, una respuesta política
desde una rigurosa erudición, a la barbarie que percibían como el
verdadero fin de la historia.
Publicado en diario Perfil, 20/3/2016
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