Una carta sin respuesta
John Irving
Entre las muchas despedidas posibles a
alguien muy querido está “todo lo que hubiera querido decirle y no
pude”. El escritor estadounidense John Irving elige este formato
para homenajear al escritor que lo deslumbró cuando leyó El
tambor de hojalata a los 19 o 20 años, el momento en que se
busca desesperadamente una brújula: Günter Grass. Y fue esta novela
su bildungsroman, la que le enseñó que “era posible ser un
novelista contemporáneo y un cuentista del siglo XIX al mismo
tiempo”, la que lo llevó a ofrecerse como modelo vivo en la
academia de arte donde estudiaba sólo porque Oskar Matzerath lo
había sido.
Frente al escándalo que produjo en
las mentes bienpensantes la revelación de que Grass había sido
reclutado por las Waffen SS cuando tenía 17 años, Irving recupera,
una vez más, la figura con la que Grass se describió a sí mismo en
esa confesión: “el niño de la guerra muy gravemente dañado y por
lo tanto inexorablemente en sintonía con la contradicción”. Una
muestra de lo que para él era hacerse responsable en un sentido
profundo (y no oportunista), como ciudadano alemán, del sufrimiento
provocado. Esto es lo que, de haber podido, le habría escrito Irving
al que consideraba uno de los mejores escritores de su tiempo.
Publicado en diario Perfil, 18/4/2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario