No debe haber nada más apasionante que la vida de un agente secreto y el género de espionaje, tan exitoso durante la guerra fría, supo sacar provecho de él. Pero descubrir que la amable señora que cosía la ropa y cuidaba de los niños del grupo de amigos de los padres había sido una émula de la Mata Hari, envenenado a su marido, un espía italiano, casado con Felisberto Hernández (quien le dedicó el extraordinario relato Las hortensias) y como si le faltara épica, participado activamente en el asesinato de Trotsky, excede todo lo imaginado.
Y
esta es la excéntrica historia que cuenta la escritora Laura Ramos, hija insumisa
de una familia cultora de la vanguardia estética y política de los 60 (su
padre, Jorge Abelardo Ramos, recordarán los más grandecitos, fue el máximo
dirigente de lo que se llamó el “trotskismo nacional” y su madre, Faby
Carvallo, una feminista culta y militantes del amor libre), la de la espía de
la KGB Africa de las Heras, que llegó a recibir la Orden de Lenín, la máxima
condecoración de la URSS, y a la que ella conoció como la entrañable María Luisa.
Pero
más allá del anecdotario familiar, la autora entendió los alcances históricos
de este descubrimiento y emprendió un periplo que la llevó por Montevideo,
Cuba, México, Ceuta, en el norte de Africa, donde comenzó todo, hasta
Inglaterra, donde se encuentran los archivos secretos de la ex URSS, en el Churchill
College.
Dedicado
a su alocada y ultramoderna madre, modelo femenino al que se opuso programáticamente
y en la que descubrió más similitudes con la espía soviética de las que le hubiera
gustado, se metió en cuerpo y alma en una historia que la involucraba personalmente
y que la profusa bibliografía consultada respalda históricamente.
Sigue
la vida de la protagonista desde sus días en la resistencia republicana donde
se destacó como una aguerrida combatiente y donde conoció a la famosa partisana
Caridad Mercader, madre de quien ejecutara el asesinato de Trotsky, por otro
lado, el genio tutelar de la familia Ramos. De allí, convocada por los servicios
secretos soviéticos, pasó a integrar un comando paramilitar de la KGB y a
infiltrarse en la retaguardia alemana en Ucrania, donde se destacó por su
valentía, al punto de recibir la ciudadanía rusa. Cuando el estado soviético
decidió establecer un centro de espionaje en Sudamérica, la envió a Montevideo
(un verdadero “nido de espías”, según uno de los entrevistados por la autora),
donde vivió y trabajó durante veinte años sin ser descubierta por ninguna
agencia de Inteligencia ni por los amigos de la izquierda rioplatense, para los
cuales, el descubrimiento de esta historia fue un verdadero shock.
Si
la literatura es la infancia recuperada, leemos en la dedicatoria del libro, esta
investigación tan rigurosa no impide recuperar el costado literario de una
figura casi legendaria que la puso frente al espejo de la experiencia personal
y colectiva de una generación que se crió al abrigo de la revolución que se
creía inminente.
Publicado en El Dipló, 30/11/25
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