Caminando alrededor y otras novelas breves
Una muy buena noticia nos acaba de dar la edición argentina independiente: la publicación de las novelas breves de Elvio Gandolfo por la editorial cordobesa Caballo negro.
Su responsable cuenta que
esta publicación obedece a un viejo proyecto compartido con el autor de una
obra construida por fuera de las demandas del mercado literario y a lo largo de
una vida dedicada al trabajo con la literatura, no sólo como narrador y poeta
sino como traductor, editor y periodista cultural.
Los años en los que
trabajó en la imprenta fundada por su padre, Francisco Gandolfo, y más tarde en
la revista que ambos dirigieron desde 1968 hasta 1976, El lagrimal trifurca,
lo formaron en esa doble perspectiva dirigida hacia la poesía y hacia los
géneros populares con la que, en su propia literatura, logró una síntesis
magistral.
Novelas, cuentos,
ensayos, poemas y numerosas colaboraciones en medios culturales a ambos lados
del Río de la Plata, lo convirtieron en esa clase de escritor “a dos orillas” empeñado
en “desterritorializar” su obra para crear, como Juan Carlos Onetti -del cual
es un indudable deudor- un mapa propio.
Reunidas en un solo libro
con una fuerte idea de unidad de obra, hoy tenemos la oportunidad de volver
sobre un verdadero creador de atmósferas y personajes desmarcados de su
contexto y a la vez, profundamente arraigados en su tiempo.
El
libro abre con La reina de las nieves, de 1977, donde Gandolfo ensayará
una lectura desviada -y gran homenaje- de Los adioses de Onetti.
Más
cercano al policial de enigma que al policial negro, el relato comienza con Felipe,
un antihéroe urbano, jubilado puesto a detective, cuyo antiguo patrón lo
contrata para averiguar el paradero de su hija. Con el telón de fondo de la
dictadura argentina, unos pocos elementos (una foto, dos direcciones) y su
experiencia como lector de “novelitas” policiales en serie, vuelve a la ciudad
donde vivió y es en ese viaje en tren donde ve por primera vez a la muchacha -tópico
onettiano por excelencia- que lo sacará de su apatía y proverbial desgano.
Pero
si hay una experiencia que lo modifica es la del descubrimiento de la alta
literatura. Si las novelitas policiales acompañan sus días de monotonía y alienación
(gran tema de la narrativa breve de Gandolfo), el encuentro fortuito con Los
adioses (al que jamás nombra) lo sacará del marasmo de esa permanente
confusión e indecisión que es su vida. Toda una teoría de la lectura se
despliega en este texto que utiliza el género policial, no para inscribirlo en
él, sino como materia narrativa.
Su
lectura se convierte en un desafío, le provoca esfuerzo, le molesta no acceder
en forma directa a las escenas, pero a pesar de eso, no se asimila a la visión
del almacenero, propia del sentido común, percibe una trampa más allá del
misterio. Esta nueva experiencia de lectura hace que ya no le sirva como
pasatiempo.
Podríamos
decir que la trama del relato se superpone a la lectura que su protagonista
hace del texto de Onetti. Cuando Felipe escucha, detrás de una puerta, una
pelea de su amigo con su novia, sus conjeturas contaminan el relato, de la
misma manera que ocurre con el almacenero en Los adioses.
Y
como en la narrativa breve de Onetti, lo imaginario toma el lugar de la
realidad y el cruce con el género fantástico le permitirá construir una ciudad
que en este caso podrá ser Buenos Aires, Rosario, Montevideo o Londres, una ciudad
húmeda, neblinosa, donde sus personajes, “hombrecitos grises”, habitan espacios
sórdidos y cuya única salida a una vida miserable es la fantasía erótica representada
en la imagen de una muchacha o en el ensueño maravilloso donde poder encontrar
a “la reina de las nieves”.
Algunos
autores que teorizaron sobre el género nouvelle como Ricardo Piglia,
sostienen que éste está ligado a la estructura del secreto, que se constituye
en el motor de la trama. Es una forma literaria específica con características
que la acercan al policial, pero al que le han dado una vuelta o torsión,
remitiéndolo a lo sórdido, lo sucio.
Relacionado
con lo reprimido del psicoanálisis y lo elidido de la lingüística deja sin
explicar la causalidad, por lo que su lectura, cercana a una tarea de
traducción, no estará dirigida a interpretar sino a entender aquello que, del
orden de lo irrecuperable, es algo que ocurrió antes de que comenzara el relato
y del que no sabremos nunca a ciencia cierta qué fue.
Como
relato enmarcado, el narrador siempre será alguien que cuenta lo que ve, por lo
que mantiene una distancia con respecto a lo narrado y a la vez está implicado.
En cuanto a aquello que no se narra ocurrirá siempre en un espacio cerrado: una
cabaña, un cuarto o guardado en un mueble al que no casualmente se lo ha
llamado “secreter”. Porque la idea que rige la nouvelle es la de que
todos tenemos una doble vida ominosa.
En
el relato El instituto, de finales de los 60, un viejo edificio de
enseñanza de inglés, espacio laberíntico con reminiscencias góticas (y
referencias inequívocas a Borges, con críticas a su voz “hueca y solemne” y a
sus tramas como elucubraciones intelectuales), albergará a un grupo variopinto
de estudiantes alrededor de la figura de una joven y recién casada profesora,
objeto de deseo desviado, a tono con el clima enrarecido que construye.
Narrado
desde el punto de vista de un personaje que podría ser cualquiera de los
alumnos, observa a la profesora en cada uno de sus detalles al límite del acoso,
tensando el clima y ahondando el tedio de una clase que, a fuerza de tropiezos
y nerviosismo, se estira hasta el hartazgo.
La
muchacha, imagen del deseo que, en su percepción, deviene una suerte de muñeca
articulada, tendrá en este relato características fantásticas cuando el
protagonista imagine una posible traducción de su apellido, que de Devilacqua
se transformará en Diablagua, anticipando el momento en que se desata una
lluvia torrencial que desintegra los límites, cuando un grito aterrador de ella
despierte las fantasías desbocadas de todo lo temido y deseado a la vez.
Pero
es Caminando alrededor, de 1970, el relato elegido para darle nombre al
libro, el que quizás más resonancia tenga en los lectores actuales, a los que
invita, junto con Calvino, desde la cita que abre el texto, a “buscar y saber
reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar,
y darle espacio.”
El
protagonista, habitante ilegal de un edificio al borde del derrumbe, sobrevive
luego de la muerte de la mujer que amó, en una ciudad sitiada por la represión
estatal. Como lumpen y desclasado,
observa el colapso político desde un lugar tangencial, que le permite
vislumbrar lo que la costumbre oculta, que tanto podrá ser el espectáculo del
atardecer visto desde una terraza clausurada o la belleza que encierra la
imagen de una mujer comiendo sola en un restaurante, con las que corta esa
“sucesión de días opacos, idénticos entre sí” vividos en la oscuridad deprimente
de su departamento en ruinas. Ver, desde otro punto de vista, el detalle
trivial de lo cotidiano en un mundo hostil y acabado quizás sea la mejor
representación del proyecto literario de este autor.
Y
frente al misterio de la desaparición y posible muerte de sus amigos, un elemento
venido del fantástico, la aparición de una hilera de hormigas que caminan en
dos patas, resulta una señal de la distopía futurista que sólo algunos pocos pueden
percibir.
Pero es en Rete Carótida, de los años 80, -el
andrógino nombre de la protagonista del siguiente relato- donde el misterio se
tiñe de un terror indefinido, cuando el solitario y taciturno protagonista
reciba la visita de una mujer de edad imprecisa, pura masa monstruosa de
colores estridentes que adoptará diferentes disfraces a lo largo del relato,
para aparecérsele primero, como un esperpento carnavalesco, luego como una vecina
gorda, vendedora a domicilio o abuelita que teje en la plaza, y le entregará,
cada vez, un sobre con fotos pornográficas que lo llevarán, lentamente, a la
locura, cuando el rechazo y la atracción que le provocan le hagan descubrir la
experiencia de lo abyecto.
Una frase escuchada al azar por el protagonista del
último relato, Escamas, piel, de comienzos de los 90, despliega el
recuerdo de un amor que lo marcó para siempre y del misterio encerrado en esa
mujer con la que vivió una experiencia sensorial única, la de sentirse vivir en
un presente eterno.
Algo
del orden de lo ominoso se filtra en el pasado de ella, que retorna cuando un
viajante de comercio -gran narrador oral y lector de novelas policiales- relata.
Como el almacenero de Los adioses y el protagonista de La reina de
las nieves, fisgoneando a través de una grieta de una habitación de hotel, describe
al misterioso personaje que fuera pareja de ella y descubre el horror de las
marcas en su cuerpo que la dictadura le dejó.
Alejo Carbonell, el editor de Caballo negro, cuenta que este trabajo es el
fruto de un proyecto pensado con su autor desde hace algunos años: la idea de
reunir las cinco novelas breves en un volumen. “Empezó a tomar forma verdadera
hace unos meses y apareció en septiembre. El sugirió apenas un cambio en el
orden de las novelas y lleva ese nombre porque de las tres primeras novelas
breves de Elvio creo que era la menos conocida. A su vez, como la realidad
siempre le da nuevas oportunidades a la ficción, Caminando alrededor
tiene un tono y una atmósfera profundamente actuales.”
Considera que es necesario leerlo o mejor, releerlo, porque, según su
criterio, Gandolfo es uno de los narradores más importantes que ha dado la
Argentina. “Su imaginación, su manejo de los géneros, sus climas, sus
personajes y sus historias, tienen un nivel parejo en toda su obra. Es algo que
a mí me pasa con Fogwill, con Uhart, con Moyano... más que volver están siempre
presentes.”
Sus
personajes, lúcidos en su derrota, y agobiados por un peso existencial,
recorren los espacios de la ciudad -el puerto, los bares, habitaciones sucias
de hoteles y departamentos ruinosos- bajo el peso de un clima extremo -no
existen ni el otoño ni la primavera en sus relatos- que parece ensañarse con
ellos. Una literatura a contrapelo de las demandas del
mercado, que su editor reconoce y valora en la misma medida.
“Francamente no creo que Gandolfo haya hecho ningún esfuerzo en quedar
alineado ni a contrapelo, simplemente se dedicó a escribir. Cada tanto viene
una oleada de reconocimiento y reseñas, pero en definitiva eso no tiene nada
que ver con la literatura.”
La repercusión que esta nueva edición de su obra está teniendo es muy
buena, subraya, “pero recién comienza, lleva un mes distribuido. Con las redes
pasa algo muy loco: la gente lee un libro e inmediatamente lo postea y comenta
algo. Ese rebote tan veloz a veces les sirve a las editoriales para intuir cómo
viene la recepción de un libro. Los libros de Gandolfo siempre tienen
repercusión porque tiene un enorme universo de lectores silenciosos que esperan
cada publicación suya.” Y no podemos estar más de acuerdo.
Publicado en El País de Montevideo, 15/12/2024
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