Quizá la tan remanida frase escuchada durante los años de la dictadura militar, la importancia de defender “los valores occidentales y cristianos”, cobre su real dimensión a la luz de la perspectiva histórica.
En efecto, fueron
estos valores, moldeados en la fragua de diez siglos de dominio del
cristianismo, los que los viajeros de Europa Occidental llevaron en sus
alforjas, con los que percibieron, juzgaron y comprendieron a los muy diversos
pueblos que encontraron más allá del Mar Caspio. Un espacio que los maravilló
tanto como los repelió, del que tuvimos noticias por los relatos de su viajero
más famoso, Marco Polo, aunque no fue el único. Los siglos XIII a XV fueron los
de los viajes de exploración en los que se embarcaron peregrinos, mercaderes,
guerreros, embajadores, misioneros, cuyos relatos estaban destinados a un
público noble, religioso y, por supuesto, masculino.
Y este trabajo se
enfoca en las mujeres con las que se encontraron, cuya doble otredad las
convirtió en un objeto privilegiado para poner a prueba su andamiaje ideológico,
sustentado en la figura de la Virgen María, modelo de virtud, recato y
sumisión, que los numerosos manuales de comportamiento que existían para encuadrar
a aquellas que consideraban particularmente propensas al pecado, se proponía
difundir. La mirada de estos viajeros no hizo más que confirmar la superioridad
moral de su propia cultura.
Publicado en El Diplo, enero de 2023
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