Entrevista a Martin Hadis
A comienzos de los 80, cuando
Borges atravesaba sus ochenta años de vida, fue invitado a dar unas charlas en diferentes
universidades norteamericanas donde, un público numeroso de estudiantes, profesores,
traductores y especialistas en su obra lo escuchó fascinado.
Uno de sus mayores
interlocutores, Willis Barnstone, recopiló estas conferencias en Borges a
los 80, que se convirtió en uno de los mejores libros de conversaciones con
el célebre escritor.
Mientras estudiaba en
Harvard, Martin Hadis (un investigador académico que, viniendo del mundo de la
informática, la estadística y de todo lo que puede ser medido, abrevó en la
literatura -el territorio de la interpretación- la filología, las literaturas germánicas
medievales, el inglés y el nórdico antiguos) se enamoró del libro y, en el 2011, empezó a trabajar en la traducción
anotada.
El resultado es Borges: el misterio esencial (cuyo título fue elegido por su mejor sonoridad en castellano) editado e ilustrado por Barnstone con unas exquisitas fotos que acompañan cada capítulo, algunas de las cuales se convirtieron en imágenes icónicas del escritor.
-
¿Cómo es traducir a Borges, qué particularidades tiene trabajar con un autor
que es su propio traductor y su propio filólogo?
Fue un trabajo muy minucioso porque no fue traducir un texto a un idioma nuevo sino, volver al idioma de Borges por lo tanto no fue, en sentido estricto, una traducción. Yo no quise usar mis palabras, lo que quise fue volver al castellano de Borges, entonces puse muchísimo cuidado en analizar su vocabulario. Yo había hecho un programa -mi primera carrera fue Informática- para analizar frecuencias en las palabras y lo utilicé para este propósito, pero también usé la intuición y la memoria. El hecho de haber editado las clases de literatura inglesa que dio en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en los 60, y de haberlo leído y estudiado tanto me entrenó el oído en el tipo de vocabulario que él usaba.
- El escritor más intelectual de nuestra
literatura parece haber encontrado en la oralidad el espacio donde desplegar
toda su erudición y encanto. ¿Con qué tendrá que ver esto, con la vertiente
criolla de su literatura?
El era un gran conversador, además decía que para ver si un texto está bien escrito lo que hay que hacer es leerlo en voz alta, si falla eso, no importa todo el empeño que le hayas puesto. El le daba muchísima importancia a cómo sonaban las voces, a la entonación. Somos nosotros los que nos quedamos perplejos o a los que nos sorprende esta diferencia, pero para él en realidad no había límites entre la oralidad y la escritura. El escribía un ensayo sobre un tema y al año siguiente, con las mismas palabras, un poema y después, lo ponía en una milonga, después, en la mitad de un cuento. El pasaba de un género a otro, trascendía todos los límites.
- Y toda la dimensión teórica de su literatura. Se
adelantó cuarenta años a las formulaciones del post-estructuralismo.
Y eso es el genio, la verdad, no tiene más explicación que eso. El veía las cosas con una mirada mucho más abarcadora. Y al mismo tiempo, la genialidad hace que lo hiciera con gran sencillez y por eso su modestia proverbial que no era falsa, era real. He entrevistado a mucha gente que lo conocía, a su familia y todo el mundo, como Alicia Jurado, su gran amiga, asegura que era una persona muy modesta. Por otro lado, él era consciente del calibre de lo que hacía pero siempre se sorprendía de que lo tomaran en serio.
-Eso es evidente porque él iba a todos los lugares
donde lo invitaban: una escuelita pública de barrio, una biblioteca municipal,
una sociedad de fomento, iba, se sentaba y se ponía a hablar, sin importarle
cuánta gente hubiera.
Era un criollo viejo, le gustaba hablar. Además, era muy accesible, recibía en su casa a cualquiera que lo quisiera ir a visitar.
- Como los clásicos, la obra de Borges crece con
el tiempo. En la época en que dio estas conferencias, hacia el final de su vida
¿era más leído fuera de su país que acá o sólo era leído en ámbitos académicos?
El empieza a ser conocido en la década del 60, así que, para esta época, ya era conocido en EE.UU. (La verdad que no tengo manera de medir esto y para mí es muy importante la precisión). El ya había ido a Texas, había ido a Michigan… Yo creo que la recepción estaba limitada a ciertos círculos. No es como ahora, que en los últimos veinte años se convirtió en un clásico en todo el mundo. Para que te des una idea, cuando se publica El Aleph en inglés le piden una autobiografía, eso fue en 1970, y en ese momento, él tiene que explicar quién es.
- Sus innumerables charlas, en el lugar que fuera,
son una clase magistral de literatura, pero muchas veces, responde lo que
quiere. Siempre manteniendo un tono de mucha cordialidad, evitando esas filosas
ironías que lo caracterizan, como por ejemplo, cuando le preguntan por
Cortázar, dice que lo único que leyó de él fue “Casa tomada” por haber sido
jurado de un concurso donde se presentó. ¿Borges era más amable con los
intelectuales extranjeros que con los nacionales?
En este libro se ve claramente que él está muy a gusto y se pone muy lúdico pero, con respecto a Córtázar, no sé si es una ironía, por lo que yo sé, él le tenía mucho aprecio a Cortázar, fue su primer editor.
-Bueno, es una toma posición: “yo no leo a mis
contemporáneos, soy un lector del siglo XIX”.
Es que estaba ciego, había una razón material por la cual no leía a sus contemporáneos. El leyó hasta 1955 después no pudo leer más. Pero además, es una posición estética. La lectura, para él, es relectura. Buscaba más y más capas a lo ya conocido. Pero estando ciego tenés mucho menos control sobre los textos. Además, a esa altura, él no estaba en competencia con nadie.
- El libro tiene un trabajo de edición crítica muy
importante. Además de un lector muy atento de la obra borgeana, sos
especialista en literaturas
germánicas medievales. Contame cómo fue
el trabajo de edición de estas conferencias.
Yo descubrí este libro cuando estaba estudiando en
EE.UU. y me pareció uno de los mejores libros de diálogos de Borges, porque lo
dejan hablar sin límites, dejan que la conversación fluya. Y los temas son
fascinantes, él habla de sí mismo y de la Argentina porque se está presentando
y entonces habla de cómo se siente en relación con su país.
El original no tenía las notas al pie, es otra cosa. Y después de haber hecho Borges profesor, donde hubo tanto para transcribir, ya sé qué verbos usa, qué palabras no usaría jamás. Yo traté de percibir cómo habrían sido estos diálogos en castellano. Por ejemplo, cuando habla de “Funes el memorioso”, él explica qué significa la palabra “memorioso” y dice: “es una palabra que diría alguien que trabaja en el campo” y yo lo escuché en otras conferencias donde dijo: “esto es algo que diría un gaucho”, lo que pasa que no lo puede decir ahí, la palabra gaucho no significa nada en ese contexto, entonces, al pasarlo al castellano yo lo traduje como gaucho. Quise tratar de entender el castellano detrás del inglés que había en Borges que, por otra parte, es un inglés muy erudito el que hablaba, no tenía el registro conversacional.
-Noé Jitrik se preguntaba, en algún trabajo sobre
Borges, por qué en Francia lo adoraban y según él, era porque los hacía pensar,
era su costado filosófico el que los deslumbraba. ¿Qué efecto producía en los
lectores y críticos norteamericanos?
Primero, creo que lo ven como un escritor
universal, es inclasificable no sólo en cuanto al lugar de origen sino con
respecto al tiempo. Escribe sobre cosas de las que ya nadie escribe. El tenía
una formación clásica, estudió letras clásicas en Ginebra y después tiene sus
vastas lecturas filosóficas y también esa formación literaria muy inglesa y
también muy criolla, que no se excluyen. El hacía una broma sobre algo que
siempre le preguntaban los periodistas, si era verdad que él escribía primero
sus textos en inglés y después los traducía al castellano. “Y yo les digo que
sí, por ejemplo, este texto: ‘Siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es
vana, vaya pues esta milonga para Jacinto Chiclana’, se nota que fue pensado en
inglés, se notan incluso las vacilaciones del traductor.”
Mi impresión es que, siendo universal, el hecho de ser argentino lo hace más enigmático. La formación que él tiene lo hace medio inclasificable, por momento parece un escritor renacentista, en otros, un místico del siglo XVI. La vasta erudición universal les llama la atención. Tiene ensayos sobre el tiempo, cita los clásicos. Y después que es muy racional, tiene una percepción muy aguda de las cosas.
- En su discurso, Borges utiliza una suerte de
estructura bipartita, en la que, la segunda parte atenúa lo que afirma la
primera parte, que pareciera una figura retórica y el efecto que produce es
exactamente el contrario. Por ejemplo, cuando dice, “Sí, creo que esa
afirmación es correcta, aunque sea yo quien la haya dicho” con lo cual, la
primera parte resulta realzada. O su inveterada humildad que deja a todos
perplejos. En algún momento alguien le recrimina que “usa la modestia como un
arma.” ¿Esto es parte de una estrategia deliberada?
No, él era muy espontáneo. Era su modo de pensar. El vivía en un perpetuo cuestionamiento de todo, él habita la ambigüedad, toda la obra de él es tratar de ir cada vez más a fondo. Pero además, una cosa es la intención de él y otra el resultado, lo que produce en nosotros que lo vemos como una figura retórica. Sencillamente estás viendo la máquina-Borges funcionando. El hace una afirmación y en seguida la refuta. Toda su obra es así. Creo que es su actitud frente a la vida.
- Borges plantea en estas conferencias (y a lo
largo de su obra) toda una teoría estética que, según él, ya estaba en germen
en Fervor de Buenos Aires. (Yo agregaría a la lista sus primeros
ensayos, Inquisiciones y El tamaño de mi esperanza, de los
cuales, renegó y por eso excluyó de sus Obras
completas.) ¿Conociste a algún escritor vivo del que se pueda afirmar lo
mismo?
Y, tendría que pensar mucho para responderte. Yo
estoy trabajando justamente en esto en mi tesis doctoral y me pregunté qué es
lo que hay en Fervor de Buenos Aires.
Y yo creo que lo que está, en primer lugar, es la idea de que la magia está ahí
nomás, que no tenés que ir al Olimpo o a Cnosos para encontrarla, que está a la
vuelta de la esquina. Y eso es una toma de posición estética: celebrar la
Argentina conectándola con lo universal (que es lo que muchos contemporáneos no
entendieron y lo tildaron de extranjerizante). Lo que en alguna conferencia
llama “mis propósitos literarios sudamericanos”.
Los grandes dilemas de la existencia los encontrás
en un zaguán, en una esquina y eso no cambia en toda la obra. Segundo, hay una
búsqueda mística que luego se plasma en toda la obra. El viene de dos ramas
profundamente devotas, la madre que es católica y la abuela que es protestante,
él se identifica más con la abuela porque ve al protestantismo más erudito, más
racional. Y por otro lado el padre, librepensador y anarquista. El hecho de
venir de una familia profundamente espiritual y religiosa y no ser creyente, es
uno de los motores de su creación. Está buscando un sistema que le permita
entender ese abismo que es para él el mundo. En el último poema “Fundación
mítica de Buenos Aires” es donde busca el centro del mundo que,
paradójicamente, es la manzana de su casa. Su obra te interpela, uno no puede
ser un lector pasivo con Borges. Es una obra complejísima, con mil pliegues y
creo que vamos a seguir encontrándole más cosas a medida que siga siendo leída.
Publicado en La capital de Rosario, 30 de enero de 2022
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