La sed
Que el gótico es un género bifronte, no quedan dudas. Oscilando entre el erotismo y el terror, como antepasado del policial (según demostró Poe), sus crímenes esconden una causalidad desviada, morbosa que muestran el terrible poder que ejerce el mundo de las tinieblas sobre la razón. Con una escenografía excesiva y espeluznante, sus bóvedas, criptas, iglesias, sótanos o castillos, siempre en ruinas, ponen en escena el lugar que lo reprimido y los tabúes sociales ocupan en esa “poética del espacio” que es el cuerpo deseante.
Dedicada a un fantasma, la madre, esta novela homenajea a
lo mejor de un género que la modernidad ha bastardeado por anacrónico, para
abordar el miedo que la muerte y el dolor físico (los dos grandes motivos del
gótico) provocan hasta la enajenación en una mujer que, decidida a transgredir
un mandato materno, descubre el poder del deseo aniquilador que aguarda,
agazapado, en los secretos familiares, desde siempre.
Y esta historia de vampiras que comienza con una criatura
de la noche bajando de un barco lleno de inmigrantes en una Buenos Aires infectada
de cadáveres por la fiebre amarilla y la guerra del Paraguay, ofrece la mirada
del “otro salvaje” sobre la ciudad del siglo XIX, emparentando fantasmas,
indios y gauchos para ensamblar, magistralmente, los escenarios decadentes del
gótico europeo con la ciudad de barro rodeada de ese misterio que el imaginario
nacional llamó desierto.
Y en ese eterno retorno del tiempo que caracteriza a este
género, despertando fuerzas maléficas que invaden el presente, la protagonista,
sumida en la melancolía y el terror por la enfermedad terminal de su madre que la
ha convertido en una muerta-viva, descubre, en el escenario teatral del
cementerio de la Recoleta, el umbral donde conviven sexo, sangre y furia,
figuras del horror y la fascinación, que nutren a este género de altas dosis de
erotismo, sordidez y belleza, haciendo de esta novela uno de los mejores
exponentes del gótico en mucho tiempo.
Publicado en La gaceta literaria, el 6/6/2021
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