lunes, 25 de agosto de 2025

Kairós

         Jenny Erpenbeck quizás sea una de las mejores escritoras alemanas actuales y sus dos novelas anteriores publicadas en nuestro país, El fin de los días y Yo voy, tú vas, él va, no hacen más que confirmarlo.

     Con una prosa de una exquisitez notable, esta autora nacida en Alemania oriental narra, con una mezcla de crueldad y delicadeza, una historia de amor entre una joven estudiante de arte de 19 años y un escritor casado que ha pasado los 50, y el final de una época histórica, cuando la caída del Muro de Berlín anunciaba la desaparición del bloque soviético y de la RDA.

        Dos grandes cajas que contienen la memoria de los años en que estuvieron juntos y que la protagonista, después de la muerte de él, recibe en su casa, son los disparadores de este relato en el que, la materialidad de los recuerdos construye unos personajes inconcebibles por fuera de la trama política, cultural e intelectual de la segunda mitad del siglo XX europeo. Y si en la transición que va del siglo XIX al XX, Goethe era el tesoro intelectual de la burguesía judía formada, Bertolt Brecht será, para la intelectualidad de izquierda alemana -auténtica heredera de aquélla- quien ocupe este lugar referencial y a la vez, síntesis de una tradición que comienza con Marx y Engels.

            Pero la historia, como la vida amorosa, es mucho más compleja de lo que la linealidad de un relato puede expresar y el pasado atroz vuelve, replicado en las formas posibles de amar, mientras el presente cruje bajo los pies de los amantes y una sociedad formada en los principios de un Estado omnipresente e integrador se ve absorbida por el torbellino del capitalismo triunfante al otro lado del muro.

            Muchas son las reflexiones que pueblan esta novela, en la que su autora conjuga magistralmente la historia social del arte con una mirada precisa y afilada con la que capta los signos de una Historia que partió su país en dos mitades antagónicas. Y la escena de su primer viaje a Berlín occidental y el choque frente a la visión de un grupo de personas durmiendo en la calle o los cambios en la nominación de cada rincón de su ciudad que va perdiendo, frente a sus ojos, los rastros de su pasado nazi tanto como los del reciente pasado comunista son apenas una muestra.

            Leemos en el epílogo la larga lista de documentos consultados por la autora para nutrir su novela de unos datos históricos que, sepultados bajo el peso de las falsedades a ambos lados de la frontera ideológica, hicieron del siglo XX la mayor usina de sufrimiento humano.

Publicado en La gaceta literaria, 17/8/2025

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