lunes, 25 de agosto de 2025

Los caminos del Art Nouveau en Buenos Aires: Virginio Colombo


Casi desconocido hasta bien entrados los años ochenta, hoy Virginio Colombo es redescubierto gracias a fanáticos de su obra arquitectónica, vecinos preocupados por el cuidado del patrimonio, fotógrafos curiosos y hasta la Iglesia de la Cienciología.


Las dos primeras décadas del siglo XX fueron las de la entrada masiva de inmigrantes en nuestro país, muchos de los cuales lograron, en muy pocos años, convertirse en importantes empresarios, conformando así la incipiente burguesía comercial.

En su mayoría, españoles e italianos que, en su afán de competir con la oligarquía ganadera, convocaron a arquitectos y constructores de su misma nacionalidad y dejaron, para nuestro deleite, una inmensa obra, entre la que se destaca la del arquitecto italiano Virginio Colombo.

¿Quién fue Virginio Colombo?

Fue el mayor exponente del Liberty milanés (como se conoció al Art Nouveau italiano) y nació en Brera, Milán, en 1884, donde aprendió este nuevo estilo en la Academia de Bellas Artes.

En 1906 vino a Buenos Aires, contratado como decorador y copista de planos del nuevo Palacio de Justicia y ya no se fue más. Murió muy joven, en 1927, pero en esas dos décadas realizó cincuenta obras, pequeñas joyas diseminadas en algunos barrios de Buenos Aires (Balvanera, Almagro, Monserrat, San Telmo y Constitución fueron los más beneficiados) que se recortan entre balcones franceses, edificios racionalistas y torres de dudosa calidad.

Muchos de ellos no sobrevivieron a la picota, como el deslumbrante palacete para la familia Carú, en Rivadavia al 5400, que fue demolido en los años 60, la “década infame” para el patrimonio arquitectónico de la ciudad. (Foto 1)

Otros, como los pabellones para la Exposición del Centenario de la Revolución de Mayo (uno de los cuales es el único que quedó en pie y que después de décadas de desidia comenzó finalmente a restaurarse) le valieron a su autor una medalla de oro. (Foto 2)

Las casas particulares, las fábricas, talleres y edificios “de renta” que Virginio Colombo construyó llevan su marca personal: la del antiacademicismo y la apuesta por ese nuevo estilo que había aprendido en su ciudad natal, que le permitía jugar con la exuberancia de las ornamentaciones florales, las esculturas, los frescos, los arcos redondeados medievales, el diseño de la herrería y las cornisas dentadas y que hace que, sin ser especialistas, nos paremos frente a un edificio suyo y lo reconozcamos como “colombino”.

Circuito Balvanera

Para disfrutar de la obra de Virginio Colombo, les proponemos empezar por el barrio de Balvanera, donde se encuentra la casa y estudio particular que habitó hasta su muerte, en Moreno 2091, pero que hoy, transformada y casi oculta, carece de los detalles ornamentales de la fachada característicos suyos. (Foto 3)

La segunda parada es en Hipólito Yrigoyen 2469, la ex fábrica de calzados Oscaria, donde actualmente funciona un garage, en cuyo frente todavía se pueden apreciar detalles ornamentales como el diseño de los ventanales. (Foto 4)

Uno de los “tesoros” de Colombo, sin duda, es la casa Calise (Foto 5), en Hipólito Yrigoyen 2562/78, una vivienda colectiva con locales comerciales cuya fachada tiene la mayor cantidad de esculturas de toda la ciudad, obra del escultor Ercole Pasina. La riqueza de su estatuaria, vitrales y herrería fue recuperada gracias a un grupo de copropietarios que se organizaron para preservar este valioso patrimonio y obtuvieron del Estado los fondos para su restauración.

De la mano de enfrente, en H. Yrigoyen 2569/77, se encuentra otro edificio de renta con locales, con una fachada de estilo neoveneciano no tan llamativa como su vecina, pero no menos bella. (Foto 6)

Unas cuadras hacia el oeste, en H. Yrigoyen 3441/47 se encuentra un grupo de dos edificios lindantes, “Renacco 1 y 2”, en el que, la firma partida de Virginio Colombo en su frente reclama un urgente plan de recuperación. (Foto 7).

La “Casa de los Pavos Reales” quizás sea, de las que quedan en pie, la obra cumbre de Virginio Colombo. Emplazada en la avenida Rivadavia 3216/36, es un conjunto de edificios con un frente de ladrillos rojos con mosaicos y amplios balcones en el primer piso, donde sobresalen ocho pavos reales y plantas al mejor estilo art nouveau. (Foto 8)

Y para finalizar este primer recorrido, el Palacio Grimoldi, en Corrientes 2548/72, un enorme edificio con 52 departamentos, dividido en tres cuerpos de diferente categoría (como era lo usual, ya que estos edificios estaban pensados para ser habitados por sus dueños y para alquilar) y hasta un puente interno y un mirador. Casi tapado por la contaminación visual propia de este barrio, fue adquirido por un solo comprador que se propuso restaurarlo como merece. (Foto 9).

Cada vez son más los fanáticos de su obra. Desde fotógrafos, historiadores, arquitectos, blogueros y caminantes de la ciudad, hasta los casuales descubridores de una valija con fotos y postales suyas, con las que organizaron el Fondo Documental y Fotográfico “Virginio Colombo” y que hoy exponen, hasta fin de año, en la Biblioteca del Congreso.

 Publicado en Buenos Aires Connect, 11/8/2025

Kairós

         Jenny Erpenbeck quizás sea una de las mejores escritoras alemanas actuales y sus dos novelas anteriores publicadas en nuestro país, El fin de los días y Yo voy, tú vas, él va, no hacen más que confirmarlo.

     Con una prosa de una exquisitez notable, esta autora nacida en Alemania oriental narra, con una mezcla de crueldad y delicadeza, una historia de amor entre una joven estudiante de arte de 19 años y un escritor casado que ha pasado los 50, y el final de una época histórica, cuando la caída del Muro de Berlín anunciaba la desaparición del bloque soviético y de la RDA.

        Dos grandes cajas que contienen la memoria de los años en que estuvieron juntos y que la protagonista, después de la muerte de él, recibe en su casa, son los disparadores de este relato en el que, la materialidad de los recuerdos construye unos personajes inconcebibles por fuera de la trama política, cultural e intelectual de la segunda mitad del siglo XX europeo. Y si en la transición que va del siglo XIX al XX, Goethe era el tesoro intelectual de la burguesía judía formada, Bertolt Brecht será, para la intelectualidad de izquierda alemana -auténtica heredera de aquélla- quien ocupe este lugar referencial y a la vez, síntesis de una tradición que comienza con Marx y Engels.

            Pero la historia, como la vida amorosa, es mucho más compleja de lo que la linealidad de un relato puede expresar y el pasado atroz vuelve, replicado en las formas posibles de amar, mientras el presente cruje bajo los pies de los amantes y una sociedad formada en los principios de un Estado omnipresente e integrador se ve absorbida por el torbellino del capitalismo triunfante al otro lado del muro.

            Muchas son las reflexiones que pueblan esta novela, en la que su autora conjuga magistralmente la historia social del arte con una mirada precisa y afilada con la que capta los signos de una Historia que partió su país en dos mitades antagónicas. Y la escena de su primer viaje a Berlín occidental y el choque frente a la visión de un grupo de personas durmiendo en la calle o los cambios en la nominación de cada rincón de su ciudad que va perdiendo, frente a sus ojos, los rastros de su pasado nazi tanto como los del reciente pasado comunista son apenas una muestra.

            Leemos en el epílogo la larga lista de documentos consultados por la autora para nutrir su novela de unos datos históricos que, sepultados bajo el peso de las falsedades a ambos lados de la frontera ideológica, hicieron del siglo XX la mayor usina de sufrimiento humano.

Publicado en La gaceta literaria, 17/8/2025

miércoles, 6 de agosto de 2025

López López

            Conocíamos a Tomás Downey por su obra cuentística, en la que sus personajes transitan bordeando una zona de indecibilidad: el límite que separa -y une- la animalidad de lo humano, la moral de la amoralidad y la realidad de su dimensión fantástica, en algunos casos, hasta perder el propio nombre y poniendo en cuestión este límite en el plano de lo sensorial, hasta desbordarlo.

            Y en ésta, su primera novela, lo encontramos en pleno dominio de sus materiales. Con el trasfondo de las guerras que, en nuestro país, a mediados el siglo XIX, enfrentaron a unitarios y federales o quizás, a las tropas de la Triple Alianza con el Paraguay (y las referencias al mariscal Solano López son evidentes), su protagonista, el soldado López, como un verdadero impostor, y amparado en la casi anomia de su común apellido, cambia de bando, de orientación sexual, de amor y de bandera y, como un verdadero tránsfuga, narra desde el borde de un espejo donde “soy el muerto y el que tiene el fusil con la salva, y también soy los otros, los que tienen las balas de verdad, y el sargento que da la orden, y el soldado que viene después a tirar aserrín sobre el charco de sangre.”

Si la historia nos enseña que todas las guerras son la misma guerra y que cualquier traidor puede ser un héroe en el relato de los ganadores, la literatura nos lo muestra magistralmente en esta novela de fantasmas que reformula el tópico borgeano desde una perspectiva, ya no filosófica sino fantástica, en la dimensión sobrenatural de lo real.

Publicado en El Dipló, agosto 2025