domingo, 22 de diciembre de 2024

Entrevista a Santiago roncagliolo

 


 


Invitado a la primera edición de la Semana Negra de Buenos Aires y coincidiendo con la salida de su novela El accidente, el monólogo de una mujer empoderada que, empeñada en proteger a su hija, se involucra con la mafia hasta caer en un espiral de violencia y corrupción, habló con Perfil de los caminos que el policial negro tomó en Latinoamérica y de las posibilidades que le da de entretener y hablar de los grandes temas.

 

 

- ¿Qué es lo que el policial negro le proporciona a tu literatura?

Yo no sé si en rigor escribo novela negra. Pero supongo que crecí en un país que en los años 80 era muy violento. Había bombas, había cadáveres por la calle. Y la gran literatura latinoamericana de esos tiempos no tenía nada que ver con mi vida. O sea, Cien años de soledad era maravillosa, pero en mi mundo nadie tenía cola de cerdo y salía volando. La realidad era mucho peor, se parecía mucho más al thriller. Entonces, me gustan esos elementos del thriller y a la vez hacer una historia que sea entretenida, que quiera saber qué va a pasar con los personajes. Pero me interesa eso para hablar de otras cosas, del bien y el mal, de lo delgada que es la línea entre ellos, de cómo las sociedades crean a sus propios monstruos para no ver lo que hay de monstruoso en ellas mismas. Me interesa ver cómo ciertos momentos históricos producen a sus demonios.

- ¿Para vos qué diferencia habría entre un policial como el nórdico, por nombrar a uno que sigue teniendo mucho éxito y el latinoamericano?

Una vez estuve en un encuentro de escritores de novela negra y estábamos con un escritor sueco en una mesa, conversando, y él decía, lo que es desconcertante es que el villano en tus novelas, es el Estado. Yo soy sueco, nosotros creemos que el Estado es bueno.

Y otra diferencia clara es que en el policial europeo resuelven mucho más los casos los policías. En América Latina, todo el mundo sabe que la policía generalmente no va a resolver ningún caso, más bien es la que los causa. En nuestro mundo, la novela negra ha sido muchas veces una herramienta de denuncia del Estado, más cercana a la non fiction. En cambio, lo que te cuentan los policiales nórdicos es el lado oscuro del paraíso.

Yo pienso que hay una diferencia importante entre el policial clásico y el negro y es que en el primero el detective es bueno y el asesino es malo. En la negra el detective no es tan bueno y el asesino a lo mejor no es tan malo tampoco. Hay una ambigüedad moral mucho mayor y nuestra historia es una gigantesca novela negra en la cual el que te va a salvar se llame Perón, Videla, Fujimori o AMLO, puede terminar convertido en un villano.

- El accidente, tu último libro publicado acá ¿fue pensado en principio como un guión? 

Originalmente no era un libro ¿sabes? Esto fue ya hace hace seis o siete años. Yo empezaba a pensar que la tecnología, los podcasts, las series de televisión, te abrían nuevos espacios para contar historias. Y en este caso, escribí esto para una actriz mexicana que se llama Vanessa Bauche. La idea era que iba a ser escuchado, claro. Y entonces había que escribir para alguien que te iba a hablar al oído, la acción no iba a estar en un papel que miras. Entonces pensé cómo mantener la tensión y me inspiré mucho más en series de televisión.

Luego empezamos a hablar de publicarla como libro. Yo no estaba muy seguro al principio, pero me di cuenta de que esa manera de contar se ha vuelto mucho más cercana a los lectores de lo que era hace seis años. Y el tema se ha vuelto más actual después de la pandemia.

Yo creo que hasta la pandemia todavía existía el sueño de los 90, que representa un poco Maritza, la protagonista. Ella no viene de esa clase, ha llegado a ella con su esfuerzo y eso implicaba el sueño de que puedes mejorar si lo haces con tu esfuerzo, cosa que ha entrado en crisis en los últimos años.

- Maritza tiene muchos rasgos del melodrama. Le va cada vez peor y tiene una fuerza y una decisión inquebrantables. ¿En quién te inspiraste para ese personaje?

Sin duda en cómo habla, en cómo piensa, me alimenté de muchas amigas mías que también crecieron con este sueño. Muchas se han hecho artistas o empresarias y han tenido que pelear el triple que un hombre. Y entonces tienden a ser mujeres de armas tomar. Y la verdad que yo crecí en un mundo muy misógino, muy violento, en un colegio de hombres y el machismo puede obligarte a ser alguien que no eres. Y en ese sentido crecí sintiéndome no muy diferente a una mujer que se siente oprimida por los hombres.

A mí me interesa la cultura popular y en ese sentido me interesaba jugar con este personaje que, como tú dices, tiene cosas del melodrama, pero también con un policía que no es el que suele aparecer en las historias. No es corrupto, no es tonto y está comprometido con la investigación. Y en este caso me gustaba que Maritza se embarcara en todo ese desastre, porque cree que en la policía son todos corruptos, pero también puede haber uno que no lo sea y justo ese la va a perseguir a ella. Esa es también la maldición trágica.

- Hay una figura en todo relato policial real o ficcional y es el del monstruo, una especie de núcleo catártico de la sociedad.

Los monstruos habitan en grietas de nuestra sociedad, en el caso de Maritza, en la impunidad de los ricos. Ver a estos monstruos implica cuestionar también nuestra responsabilidad como sociedad por haberlos convertido en lo que son y eso es algo que no nos gusta. Nuestro concepto de los monstruos es como el de un marciano llegado de algún lugar, un otro.

- Pero ya Henry James nos había enseñado que el Dr. Jekyll y Mr. Hyde son el mismo.

Claro. Y algo que ocurre mucho en mis personajes es que ellos empiezan siendo personas de bien para irse convirtiendo ellos mismos en monstruos y descubrir que era más monstruosa la sociedad que los rodea que cualquier monstruo imaginado.

-¿Son importantes los festivales para la difusión de la literatura del tercer mundo?

Para toda la literatura. Es una caja de resonancia porque durante 3 o 4 días se junta una cantidad de personas para hablar de libros, que es lo que nos interesa. Los escritores no somos importantes, pero hay algo que sí es importante: en un mundo donde cada vez más hablamos únicamente con gente que piensa como nosotros, leer una novela sobre alguien que no se te parece y que hace cosas que te parecen despreciables, lo es. Me gusta que el lector se pregunte si él no haría lo mismo en las mismas circunstancias.

Publicado en Perfil, 22/12/2024

domingo, 15 de diciembre de 2024

Elvio E. Gandolfo. Novelas breves

Caminando alrededor y otras novelas breves


Una muy buena noticia nos acaba de dar la edición argentina independiente: la publicación de las novelas breves de Elvio Gandolfo por la editorial cordobesa Caballo negro.

Su responsable cuenta que esta publicación obedece a un viejo proyecto compartido con el autor de una obra construida por fuera de las demandas del mercado literario y a lo largo de una vida dedicada al trabajo con la literatura, no sólo como narrador y poeta sino como traductor, editor y periodista cultural.

Los años en los que trabajó en la imprenta fundada por su padre, Francisco Gandolfo, y más tarde en la revista que ambos dirigieron desde 1968 hasta 1976, El lagrimal trifurca, lo formaron en esa doble perspectiva dirigida hacia la poesía y hacia los géneros populares con la que, en su propia literatura, logró una síntesis magistral.

Novelas, cuentos, ensayos, poemas y numerosas colaboraciones en medios culturales a ambos lados del Río de la Plata, lo convirtieron en esa clase de escritor “a dos orillas” empeñado en “desterritorializar” su obra para crear, como Juan Carlos Onetti -del cual es un indudable deudor- un mapa propio.

Reunidas en un solo libro con una fuerte idea de unidad de obra, hoy tenemos la oportunidad de volver sobre un verdadero creador de atmósferas y personajes desmarcados de su contexto y a la vez, profundamente arraigados en su tiempo.

           

El libro abre con La reina de las nieves, de 1977, donde Gandolfo ensayará una lectura desviada -y gran homenaje- de Los adioses de Onetti.

Más cercano al policial de enigma que al policial negro, el relato comienza con Felipe, un antihéroe urbano, jubilado puesto a detective, cuyo antiguo patrón lo contrata para averiguar el paradero de su hija. Con el telón de fondo de la dictadura argentina, unos pocos elementos (una foto, dos direcciones) y su experiencia como lector de “novelitas” policiales en serie, vuelve a la ciudad donde vivió y es en ese viaje en tren donde ve por primera vez a la muchacha -tópico onettiano por excelencia- que lo sacará de su apatía y proverbial desgano.

Pero si hay una experiencia que lo modifica es la del descubrimiento de la alta literatura. Si las novelitas policiales acompañan sus días de monotonía y alienación (gran tema de la narrativa breve de Gandolfo), el encuentro fortuito con Los adioses (al que jamás nombra) lo sacará del marasmo de esa permanente confusión e indecisión que es su vida. Toda una teoría de la lectura se despliega en este texto que utiliza el género policial, no para inscribirlo en él, sino como materia narrativa.

Su lectura se convierte en un desafío, le provoca esfuerzo, le molesta no acceder en forma directa a las escenas, pero a pesar de eso, no se asimila a la visión del almacenero, propia del sentido común, percibe una trampa más allá del misterio. Esta nueva experiencia de lectura hace que ya no le sirva como pasatiempo.

Podríamos decir que la trama del relato se superpone a la lectura que su protagonista hace del texto de Onetti. Cuando Felipe escucha, detrás de una puerta, una pelea de su amigo con su novia, sus conjeturas contaminan el relato, de la misma manera que ocurre con el almacenero en Los adioses.

Y como en la narrativa breve de Onetti, lo imaginario toma el lugar de la realidad y el cruce con el género fantástico le permitirá construir una ciudad que en este caso podrá ser Buenos Aires, Rosario, Montevideo o Londres, una ciudad húmeda, neblinosa, donde sus personajes, “hombrecitos grises”, habitan espacios sórdidos y cuya única salida a una vida miserable es la fantasía erótica representada en la imagen de una muchacha o en el ensueño maravilloso donde poder encontrar a “la reina de las nieves”.

 

Algunos autores que teorizaron sobre el género nouvelle como Ricardo Piglia, sostienen que éste está ligado a la estructura del secreto, que se constituye en el motor de la trama. Es una forma literaria específica con características que la acercan al policial, pero al que le han dado una vuelta o torsión, remitiéndolo a lo sórdido, lo sucio.

Relacionado con lo reprimido del psicoanálisis y lo elidido de la lingüística deja sin explicar la causalidad, por lo que su lectura, cercana a una tarea de traducción, no estará dirigida a interpretar sino a entender aquello que, del orden de lo irrecuperable, es algo que ocurrió antes de que comenzara el relato y del que no sabremos nunca a ciencia cierta qué fue.

Como relato enmarcado, el narrador siempre será alguien que cuenta lo que ve, por lo que mantiene una distancia con respecto a lo narrado y a la vez está implicado. En cuanto a aquello que no se narra ocurrirá siempre en un espacio cerrado: una cabaña, un cuarto o guardado en un mueble al que no casualmente se lo ha llamado “secreter”. Porque la idea que rige la nouvelle es la de que todos tenemos una doble vida ominosa.

 

En el relato El instituto, de finales de los 60, un viejo edificio de enseñanza de inglés, espacio laberíntico con reminiscencias góticas (y referencias inequívocas a Borges, con críticas a su voz “hueca y solemne” y a sus tramas como elucubraciones intelectuales), albergará a un grupo variopinto de estudiantes alrededor de la figura de una joven y recién casada profesora, objeto de deseo desviado, a tono con el clima enrarecido que construye.

Narrado desde el punto de vista de un personaje que podría ser cualquiera de los alumnos, observa a la profesora en cada uno de sus detalles al límite del acoso, tensando el clima y ahondando el tedio de una clase que, a fuerza de tropiezos y nerviosismo, se estira hasta el hartazgo.

La muchacha, imagen del deseo que, en su percepción, deviene una suerte de muñeca articulada, tendrá en este relato características fantásticas cuando el protagonista imagine una posible traducción de su apellido, que de Devilacqua se transformará en Diablagua, anticipando el momento en que se desata una lluvia torrencial que desintegra los límites, cuando un grito aterrador de ella despierte las fantasías desbocadas de todo lo temido y deseado a la vez.

 

Pero es Caminando alrededor, de 1970, el relato elegido para darle nombre al libro, el que quizás más resonancia tenga en los lectores actuales, a los que invita, junto con Calvino, desde la cita que abre el texto, a “buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.”

El protagonista, habitante ilegal de un edificio al borde del derrumbe, sobrevive luego de la muerte de la mujer que amó, en una ciudad sitiada por la represión estatal. Como lumpen y desclasado, observa el colapso político desde un lugar tangencial, que le permite vislumbrar lo que la costumbre oculta, que tanto podrá ser el espectáculo del atardecer visto desde una terraza clausurada o la belleza que encierra la imagen de una mujer comiendo sola en un restaurante, con las que corta esa “sucesión de días opacos, idénticos entre sí” vividos en la oscuridad deprimente de su departamento en ruinas. Ver, desde otro punto de vista, el detalle trivial de lo cotidiano en un mundo hostil y acabado quizás sea la mejor representación del proyecto literario de este autor.

Y frente al misterio de la desaparición y posible muerte de sus amigos, un elemento venido del fantástico, la aparición de una hilera de hormigas que caminan en dos patas, resulta una señal de la distopía futurista que sólo algunos pocos pueden percibir.

 

            Pero es en Rete Carótida, de los años 80, -el andrógino nombre de la protagonista del siguiente relato- donde el misterio se tiñe de un terror indefinido, cuando el solitario y taciturno protagonista reciba la visita de una mujer de edad imprecisa, pura masa monstruosa de colores estridentes que adoptará diferentes disfraces a lo largo del relato, para aparecérsele primero, como un esperpento carnavalesco, luego como una vecina gorda, vendedora a domicilio o abuelita que teje en la plaza, y le entregará, cada vez, un sobre con fotos pornográficas que lo llevarán, lentamente, a la locura, cuando el rechazo y la atracción que le provocan le hagan descubrir la experiencia de lo abyecto.

            Una frase escuchada al azar por el protagonista del último relato, Escamas, piel, de comienzos de los 90, despliega el recuerdo de un amor que lo marcó para siempre y del misterio encerrado en esa mujer con la que vivió una experiencia sensorial única, la de sentirse vivir en un presente eterno.

Algo del orden de lo ominoso se filtra en el pasado de ella, que retorna cuando un viajante de comercio -gran narrador oral y lector de novelas policiales- relata. Como el almacenero de Los adioses y el protagonista de La reina de las nieves, fisgoneando a través de una grieta de una habitación de hotel, describe al misterioso personaje que fuera pareja de ella y descubre el horror de las marcas en su cuerpo que la dictadura le dejó.

 

 Columna

Alejo Carbonell, el editor de Caballo negro, cuenta que este trabajo es el fruto de un proyecto pensado con su autor desde hace algunos años: la idea de reunir las cinco novelas breves en un volumen. “Empezó a tomar forma verdadera hace unos meses y apareció en septiembre. El sugirió apenas un cambio en el orden de las novelas y lleva ese nombre porque de las tres primeras novelas breves de Elvio creo que era la menos conocida. A su vez, como la realidad siempre le da nuevas oportunidades a la ficción, Caminando alrededor tiene un tono y una atmósfera profundamente actuales.”

Considera que es necesario leerlo o mejor, releerlo, porque, según su criterio, Gandolfo es uno de los narradores más importantes que ha dado la Argentina. “Su imaginación, su manejo de los géneros, sus climas, sus personajes y sus historias, tienen un nivel parejo en toda su obra. Es algo que a mí me pasa con Fogwill, con Uhart, con Moyano... más que volver están siempre presentes.”

Sus personajes, lúcidos en su derrota, y agobiados por un peso existencial, recorren los espacios de la ciudad -el puerto, los bares, habitaciones sucias de hoteles y departamentos ruinosos- bajo el peso de un clima extremo -no existen ni el otoño ni la primavera en sus relatos- que parece ensañarse con ellos. Una literatura a contrapelo de las demandas del mercado, que su editor reconoce y valora en la misma medida.Francamente no creo que Gandolfo haya hecho ningún esfuerzo en quedar alineado ni a contrapelo, simplemente se dedicó a escribir. Cada tanto viene una oleada de reconocimiento y reseñas, pero en definitiva eso no tiene nada que ver con la literatura.”

La repercusión que esta nueva edición de su obra está teniendo es muy buena, subraya, “pero recién comienza, lleva un mes distribuido. Con las redes pasa algo muy loco: la gente lee un libro e inmediatamente lo postea y comenta algo. Ese rebote tan veloz a veces les sirve a las editoriales para intuir cómo viene la recepción de un libro. Los libros de Gandolfo siempre tienen repercusión porque tiene un enorme universo de lectores silenciosos que esperan cada publicación suya.” Y no podemos estar más de acuerdo.

Publicado en El País de Montevideo, 15/12/2024