¡¿Por las dudas…?!
Con uno de los títulos más oportunos de los últimos tiempos,
acaba de publicarse un nuevo trabajo de divulgación de la presidenta de la
Academia Argentina de Letras, Alicia Zorrilla, quien ya nos había sorprendido
con su prosa descontracturada en su anterior trabajo, Sueltos de lengua.
Con
un claro fin didáctico, va describiendo, uno a uno, los errores más extendidos
entre los hablantes, dentro de los cuales ha aparecido una nueva categoría, a
la que Roger Chartier llama wreaders, aquellos que leen para escribir
y escriben para ser leídos en la inmediatez de las redes sociales, mezclando
los dos registros, el oral y el escrito, cuyas consecuencias
cognitivas todavía no han sido medidas, siempre según este especialista. Por lo
tanto, las cosas del lenguaje se han complicado más todavía, en especial,
advierte, a partir de la pandemia, abriendo una nueva línea de
investigación para lingüistas inquietos.
Registra,
en cada capítulo, ejemplos del mal uso de la lengua tomados de los medios de
comunicación escrita, digital y audiovisual, de discursos periodísticos y
publicitarios (¡y hasta de los servicios de corrección en línea!) sin perder el
sentido del humor, como en algunos ejemplos elegidos
que parecen salidos
de la boca de Catita. Y sobre todo, combinando erudición con didáctica,
transforma el libro en una verdadera herramienta de consulta en la que
muestra la forma correcta en que se debería haber escrito, explicando los
fundamentos de la norma que transgrede.
En
su rol de “guardiana” de la norma lingüística, utiliza todo tipo de metáforas
médicas para referirse a los ataques de los hablantes a la lengua como
“epidemia de errores”, “el virus de los gerundios”, “la lengua está enferma”o
“lastimada”, “una sintaxis accidentada”, “la coma, en coma”, “reflexiones que
no tienen antídoto”o “una oración que sufre otros padecimientos”.
Reconoce,
en las variantes utilizadas en el uso de la coma -lo que nos tiene a todos a
maltraer- los límites que la escritura literaria le pone a la gramática, y si defiende calurosamente
las normas establecidas contra las razones extralingüísticas para su
transgresión, afirma que “la función de las Academias es recoger y estudiar las
normas que les vamos dictando los hablantes.” Una grieta por la que el lenguaje
inclusivo, a pesar de su impugnación, terminará ingresando e
imponiéndose.
Afirma, junto con John Locke: “No hay un solo error que no haya tenido sus seguidores” y termina su trabajo haciendo un homenaje a los dueños de un oficio que ha sido abandonado en todas las redacciones, el de corrector. Y si su tarea no es solo limpiar el texto de errores, sino reflexionar acerca de la causa de aquellos, lo define como un acto de equilibrio intelectual entre los hablantes y las palabras.
En
el año en que se cumplen 500 años del fallecimiento del autor de la primera
gramática española, Antonio de Nebrija, esta autora decidió rendirle homenaje escribiendo un libro a su
altura.
Publicado en Otra parte 24/11/2022
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