domingo, 1 de marzo de 2020

Cuando la nada es lo más


El reino de NADA

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Los siglos pasan, los lectores cambian y los libros infantiles comienzan, nuevamente, con “Había una vez”. Un sintagma inquietante como pocos, que de tan convencionalizado y repetido produce -como el abracadabra- un efecto de extrañamiento que nos abre las puertas de lo imaginario y es el primer acceso a la ficción al que nos enfrentamos como lectores (u oyentes).
            Pero resulta que lo que había era un reino donde vivían un rey, una reina, una princesa y un príncipe, en el que no hay absolutamente nada y esta es una primera ruptura de las expectativas de lectura para un género que, entre sus principios constructivos, tiene al entretenimiento como uno de los más importantes.
            Un reino desprovisto de todo donde no hay castillos, corceles ni dragones, jardines ni salones, y cuyo único paisaje es un hermoso cielo brillante y luminoso. En este estado de despojamiento total sus personajes son los únicos habitantes de un mundo donde contemplar el cielo puede ser la mayor fuente de alegría y los regalos más esperados, el tiempo y la dedicación que unos padres amorosos les ofrecen a sus hijos.
            Las ilustraciones, un verdadero acierto, conforman, a partir de dibujos planos a un solo color sobre un fondo celeste brillante, una estética deudora del teatro de marionetas en el que sus personajes representan todo aquello que no hay, que es del orden de lo concreto y todo lo que abunda, del orden de lo abstracto, como los sentimientos, las sensaciones y las experiencias.
            Dirigido a los pequeños iletrados (y sobre todo, a sus mediadores de lectura), descubre para ellos un mundo en el que, a pesar de no haber nada, hay algo que seguro no van a encontrar y es el aburrimiento.

Publicado en diario Perfil, 1/3/2020

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