El reino de NADA
Los siglos pasan,
los lectores cambian y los libros infantiles comienzan, nuevamente, con “Había
una vez”. Un sintagma inquietante como pocos, que de tan convencionalizado y
repetido produce -como el abracadabra- un efecto de extrañamiento que nos abre
las puertas de lo imaginario y es el primer acceso a la ficción al que nos
enfrentamos como lectores (u oyentes).
Pero resulta que
lo que había era un reino donde vivían un rey, una reina, una princesa y un
príncipe, en el que no hay absolutamente nada y esta es una primera ruptura de
las expectativas de lectura para un género que, entre sus principios
constructivos, tiene al entretenimiento como uno de los más importantes.
Un reino desprovisto
de todo donde no hay castillos, corceles ni dragones, jardines ni salones, y
cuyo único paisaje es un hermoso cielo brillante y luminoso. En este estado de
despojamiento total sus personajes son los únicos habitantes de un mundo donde
contemplar el cielo puede ser la mayor fuente de alegría y los regalos más
esperados, el tiempo y la dedicación que unos padres amorosos les ofrecen a sus
hijos.
Las
ilustraciones, un verdadero acierto, conforman, a partir de dibujos planos a un
solo color sobre un fondo celeste brillante, una estética deudora del teatro de
marionetas en el que sus personajes representan todo aquello que no hay, que es
del orden de lo concreto y todo lo que abunda, del orden de lo abstracto, como los
sentimientos, las sensaciones y las experiencias.
Dirigido a los
pequeños iletrados (y sobre todo, a sus mediadores de lectura), descubre para
ellos un mundo en el que, a pesar de no haber nada, hay algo que seguro no van
a encontrar y es el aburrimiento.
Publicado en diario Perfil, 1/3/2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario