lunes, 2 de diciembre de 2013

Un fantasma que retorna

Marxismo y crítica literaria
Terry Eagleton


¿Por qué un texto escrito a mitad de la década del 70 -cuando la idea de utopía estaba en el horizonte de posibilidades- a partir de un seminario sobre crítica literaria que reunía a los intelectuales marxistas anglosajones en la exclusiva universidad de Oxford, se reedita hoy en castellano? Su autor lo explica en el prólogo para esta edición cuando afirma que la teoría marxista, a pesar de su derrota política, sigue siendo el único modo de entender y transformar los problemas que el capitalismo produce, hoy, globalmente, aún cuando el clima cultural actual sea muy diferente al de 1976, cuando fue publicado por primera vez este trabajo, en los inicios de una crisis que hoy se ha profundizado catastróficamente.

Pero plantear el cambio radical de un sistema político no es lo mismo que intentar definir qué es la literatura -o qué debería ser- y revisar los postulados de la teoría marxista en los estudios literarios es encontrarse con el resbaloso vínculo entre base económica y superestructura (donde estarían ubicadas las producciones culturales e ideológicas) que el marxismo vulgar (en palabras de Eagleton) convirtió en una relación mecánica, al malentender lo que sus fundadores, Marx, Engels, Lenin y Trotsky, habían propuesto, cuando definieron la obra de arte como un fin en sí mismo, la imagen de lo que sería en un futuro un trabajo no alienado.

Pero mucho más pantanoso es el camino que va del arte a la ideología. En este punto, las polémicas se multiplicaron a lo largo del último siglo y de esto es, en principio, de lo que trata este libro. Partiendo de una concepción material de la cultura que busca en los productos del arte las huellas de sus condiciones de producción, se enfrenta con la antigua teoría del reflejo, recuerda los ominosos tiempos de la imposición del realismo socialista como poética oficial de la U.R.S.S., critica los planteos de Lukács en su etapa marxista y recupera al Lukács hegeliano (el de la Teoría de la novela), recorre las contribuciones sobre ideología y literatura de Althusser, Macherey y Goldamnn, ligadas directamente con la manera compleja en que forma y contenido se relacionan.

Pero es en la dimensión industrial y mercantil de la cultura donde Eagleton encuentra las mejores formulaciones de la teoría marxista en el siglo pasado, de la mano de Benjamin y de Brecht, quienes entendieron el arte como producción social.

Con su escritura didáctica y profesoral, Eagleton describe la teoría benjaminiana en lo que tiene de superadora en relación a la crítica marxista tradicional que se pregunta por la posición del arte respecto de las relaciones de producción de su época, mientras que Benjamin encuentra al arte inmerso en ellas, ya que depende de técnicas específicas de pintar, de publicar, etc., que a su vez determinan la forma de la obra. El arte revolucionario será, entonces, aquel que tense los límites de las fuerzas productivas heredadas creando nuevas relaciones entre el artista y su público, como el paso de la contemplación al estado de shock, en sintonía con lo que Brecht proponía para el teatro, un espectador comprometido y no un tranquilo consumidor. En ambos la mirada está dirigida al futuro (atravesada por el experiencia de las vanguardias históricas) y opuesta al conservadurismo de Lukács que sólo veía fragmentación en el arte de sus contemporáneos.

Eagleton se propone, hoy como ayer, sacar la teoría literaria a la calle y demostrar que lejos de ser una técnica de interpretación, consiste en una herramienta para comprender las relaciones entre las obras y el mundo ideológico del que forman parte y para ello propone volver a las fuentes del marxismo, para desembarazarlo de tanta vulgata, porque en última instancia, nos recuerda, “toda batalla es, entre otras cosas, una disputa de ideas.


Publicado en diario Perfil, 1/12/13

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