Freud en Bloomsbury
Comenzaba el siglo y en Inglaterra, con la muerte de la
reina Victoria, terminaba una época. La universidad de Cambridge, dispuesta a
destronar a Oxford, impulsó la creación de un grupo que se convertiría en la
crema de la avanzada cultural universitaria, los “Apóstoles”. En él ingresaron
los miembros de dos familias tradicionales compuestas por grandes eruditos: los
Stephen (de la que Virginia Woolf fue el más notable) y los Strachey.
Habituados a las tertulias y al intercambio de ideas, ampliaron su círculo y lo
trasladaron a la casa de los hermanos Stephen, quienes se habían mudado al
barrio de Bloomsbury, dando origen a este mítico grupo que transformó, durante
los locos años 20, a esta zona, en el epicentro de la movida intelectual de
vanguardia.
Y
lo que la universidad vedaba, el ingreso de las mujeres, este ambiente lo
propiciaba, dando lugar a la participación activa de jóvenes interesadas en los
mismos asuntos que sus pares varones: la oposición a la guerra, la política y
el socialismo, la pintura postimpresionista francesa, la experimentación en la
literatura y la liberación sexual.
Leonard
Woolf, Lytton Strachey y su hermano James, el introductor del psicoanálisis en
el grupo, las hermanas Vanesa y Virginia Stephen, Betrand Russell, John Maynard
Keynes, entre otros y otras, subieron la vara intelectual inglesa al abrir las
fronteras de su tradicional sociedad a los cambios que venían de la
convulsionada Europa.
En
ese clima, James Strachey, junto a su esposa, la filóloga Alix
Sargant-Florence, especialmente interesados en la novísima teoría
psicoanalítica, emprendieron su estudio sistemático de la mano del mismo doctor
Freud, primero como pacientes, luego, como psicoanalistas, pero, sobre todo,
como traductores y exégetas. Así comenzó una de las sociedades intelectuales
más prolíficas de la época, al ingresar la obra freudiana y aquellos que más
tarde fueron referentes en la disciplina, en el mundo anglosajón, cuando la
editorial de Leonard y Virginia Woolf, Hogarth Press, se hizo cargo de su
publicación, lo que ayudó a preservarla de una casi segura extinción, junto con
el mundo que el nazismo barrió, el de la Mitteleuropa.
Juntos, y en vida de su maestro, fueron habilitados por él para la transcripción al inglés de sus obras, y tres décadas más tarde, emprendieron la monumental edición crítica de su obra completa en 24 tomos, la Standard Edition, en la que trabajaron durante veinte años, el mejor legado que el grupo de Bloomsbury nos podría dejar.
Publicado el 8/9/24 en La gaceta de Tucumán
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